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Indignos de tal Dignidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 5-11

EVANGELIO
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.»

Palabra del Señor.

Indignos de tal Dignidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En el Evangelio de hoy Jesús, siempre atento a los demás, observa la reacción de sus discípulos: «por haberos dicho esto, vuestros corazones se han llenado de tristeza». Cuando Jesús no está en nuestro matrimonio, también se experimenta esa tristeza. Nuestro proyecto de amor se convierte en algo oscuro, una carga pesada y demasiado cansada para poder llevarla a cuestas. Todo se convierte en una enorme maraña que no sabemos cómo desliar.

Jesús aclara rápidamente: «os conviene que yo me vaya». A muchos cristianos, también nos gustaría que Cristo conviviera con nosotros en cuerpo. Pero convenía que se fuera.

Os hablamos de estas cosas, que a veces parecen un tanto “alejadas” del día a día del matrimonio, porque nos parece fundamental que nos enamoremos de nuestra vocación. Si no sabemos a lo que hemos sido llamados ¿Cómo y por qué nos vamos a ilusionar y entregar?.

La belleza del matrimonio que representa en el Génesis una imagen de la mismísima comunión de la Santísima Trinidad (Lo que llama San Juan Pablo II “Sacramento Primordial”), es ahora llevada a su plenitud por Cristo. No porque Dios no lo hubiera creado con la suficiente hermosura, sino porque Dios, que todo lo hizo por Cristo desde el principio, ya tenía “previsto” que Él lo llevaría a plenitud en su entrega por la Iglesia. Luego éste último es el modelo a seguir por los esposos por encima de cualquier otro. El matrimonio es por tanto (dice San Juan Pablo II) “Sacramento de la redención”. Nosotros, los esposos, estamos llamados a ser ¡Imagen de la entrega redentora de Cristo!.

A nosotros se nos pone la carne de gallina cuando descubrimos, redescubrimos y volvemos a tomar conciencia… de que como matrimonio, somos imagen de la entrega de Cristo a su Iglesia para la redención del mundo. “Jesús eleva el amor entre los esposos para convertirlo en un sacramento de su nueva alianza, un signo visible y eficaz de su amor infinito.” (Llamados al amor: Carl Anderson y José Granados)

Somos indignos de tal Dignidad. Una misión demasiado hermosa para dos sencillos esposos, y desde luego, totalmente inalcanzable. Y es aquí donde cobran sentido las palabras de Jesús: “os conviene que yo me vaya”. A través del Sacramento del Matrimonio, “Cristo confía, por así decir, su propio amor, para que puedan vivir de él (los cónyuges). Por eso pueden convertirse en signo vivo del amor entre Cristo y la Iglesia”: Maridos, amad a vuestra mujeres como Cristo amó a su Iglesia (Ef 5,25).

Este Amor que Cristo comparte con los esposos, es una persona: El Espíritu Santo. Cristo se fue (en cuerpo) para poder enviarnos Su Espíritu.
“El espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó” (San Juan Pablo II Familiaris Consortio 13).

Pedimos al Espíritu que nos convirtamos de un pecado, una justicia y una condena. El pecado de no creer en que Él lo hará posible en nosotros. De la justicia de que acogemos Su entrega redentora respondiendo a Su llamada a vivir nuestro matrimonio a Su imagen. Y de una condena porque el Príncipe de este mundo ya no podrá separarme de mi esposo por la fuerza del Amor de Dios que recibimos en nuestro Sacramento.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Verdad o dominación. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 26-16, 4a

EVANGELIO
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 26-16, 4a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»

Palabra del Señor.

Verdad o dominación.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús se refiere al Espíritu Santo como el Espíritu de la verdad. En el catecismo (Nº 1606), dentro del apartado de “El matrimonio bajo la esclavitud del pecado” habla de que la unión hombre-mujer vive amenazada entre otros, por el “espíritu de dominio”. Reflexionamos: ¿Cuál de los dos “espíritus” dejo que gobierne mi relación matrimonial? ¿El espíritu de dominio o el Espíritu de la verdad?.

El espíritu de dominio, es ese que, disfrazado de bien, se empeña en corregir al otro. La corrección fraterna es un acto de caridad, pero se requiere de mucha Caridad para que se haga correctamente y sea efectiva. Uno de los principales problemas de los matrimonios que se acercan a nosotros pidiendo ayuda, es que al menos uno de los dos, se dedica a corregir al otro constantemente. Cuando rascamos en cada situación, descubrimos que se corrige buscando el beneficio propio: Exigir más ayuda, cambiar hábitos que me molestan, defender mis criterios… y lo que es peor, pensando que si no es por esa corrección, el esposo nunca mejorará: “llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios”. El espíritu de dominio da muerte a la comunión conyugal, y a lo mejor nos hace creer que estamos dando culto a Dios.

El amor no se impone. El Espíritu de la verdad, no se impone. Se recibe libremente, pide permiso, como en la Anunciación a la Santísima Virgen. Cuando Dios crea al hombre-mujer, le da la misión de dominar la tierra y someterla, pero en ningún caso nos dio autoridad para dominar y/o someter al esposo. ¿No deberíamos pedir permiso al esposo para hacerle una corrección?. Si quieres saber si te dejas llevar por el Espíritu de la verdad o por el espíritu de dominio, haz la siguiente prueba. Desde hoy hasta el próximo lunes, no le hagas a tu esposo ni una sola corrección. Si no somos capaces, preguntémonos si nuestras acciones proceden del Espíritu de la verdad, y si no estaremos intentando hacer un esposo a nuestra medida.

El Espíritu de la verdad, procede de Dios, no de nosotros. Él es el defensor, y es Él quien cambia las personas: “…él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio” dice el Señor. Él nos “cristifica” nos va haciendo cada vez más semejantes a Cristo. Dejemos a Dios ser Dios.

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La Fuente. Comentario del Evangelio para Matrimonios Juan 6, 52-59

EVANGELIO
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
– «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo:
– «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

La Fuente.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.”

Hay un manantial, una fuente de la que emana todo. Emana el Amor, origen y destino de todo.

San Juan Pablo II, en sus poemas del Tríptico Romano, dice:
Si quieres encontrar la fuente/ tienes que ir arriba contra la corriente/ Empéñate, busca, no cedas./ Sabes que tiene que estar aquí/ ¿Dónde estás fuente? ¿Dónde estás fuente?

Así es, si queremos encontrar la fuente, tenemos que “ir arriba contra corriente”. Es verdad que es cansado. La corriente desgasta. Ser fiel a nuestra promesa matrimonial y defender con la vida la verdad del matrimonio, desgasta.

La tentación es fuerte… Pero no. El matrimonio tiene que estar abierto a la realidad, expuesto a todas estas dificultades. La manera de conocernos no es encerrándonos para investigar nuestro interior, sino abriéndonos el uno al otro, aceptando nuestras diferencias. Teniendo experiencia de relación descubrimos nuestra dignidad, porque hemos sido creados para la comunión (aunque ésta parezca imposible), no para la soledad.

Pero nosotros, miramos a la fuente. Permanecemos en Él y Él permanecerá en nosotros. A nosotros nos has llamado a una vocación. Podemos responder como la Virgen María: ¿Cómo hacerlo? Convertirse en “imagen del Amor Trinitario” por Jesús. ¡Es una cosa tan grande, y nosotros somos tan pequeños! ¡Ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma, siendo tan distintos! Podemos pensar que es imposible y dudar o como la Virgen, sólo preguntar ¿Y qué tengo que hacer?

Porque en realidad no es obra nuestra, es obra del Espíritu Santo, con nuestra colaboración (en la entrega diaria) para experimentar lo que dice san Pablo: ‘ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí’. Entonces el Espíritu Santo, el Hijo y el Padre habrán realizado su obra sobre nosotros: ser uno como ellos son uno. Ya no será el pensamiento, ni el acto de mi cónyuge, ni el mío, sino el de Cristo.

Tenemos hambre de Ti Señor, devoraríamos cada acto en Tu presencia, para impregnar nuestros hogares de Tu Perfume. Cada despertar, el desayuno, asearte para dar gloria a Dios, ordenar tu habitación, la alegría de un día por delante para salvar, sanar… Bendito lunes o bendito viernes. Todos los días son para amar, se han hecho para que el hombre vaya a Ti, mi Dios, amando.

El matrimonio es comer Tu Carne y beber Tu Sangre, para hacernos Eucaristía contigo en la entrega mutua hasta el extremo y la entrega al mundo como miembros de la Iglesia.

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Un viaje por la voluntad de Dios. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 35-40

EVANGELIO
Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 35-40
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
– «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Palabra del Señor.

Un viaje por la voluntad de Dios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Qué bien que la voluntad de Dios sea que no nos perdamos ninguno de los que le ha dado a Su Hijo. Qué bien que Jesús haya venido a hacer la voluntad del Padre. Pero nosotros tenemos también que colaborar con la voluntad del Padre. Él nos ha encomendado una misión, y es que no se pierda ninguno de los que nos ha dado: Mi esposo primero (para toda la vida) y mis hijos (temporalmente hasta que maduran e inician su propia misión).

Vamos a realizar un viaje imaginario, introduciéndonos en una voluntad de Dios y viajar por todo el recorrido que debe realizar para alcanzar su gloria. Se trata de un servicio que debes realizar a tu esposo. Nace de las manos de Dios, como un bien perfecto construido por amor y cuya esencia es el amor. Esta voluntad de Dios a la que nos hemos subido, viaja inmediatamente a su Hijo, Jesús, quien inmediatamente la ejecuta y la promueve hacia ti, el implicado. ¿Cómo llega a ti? a través del Espíritu Santo que reside en tu interior y te guía.

Tú estás a punto de recibirla. Contiene toda la pureza con la que fue creada, pero cuando llegue a tu corazón, comienza el combate espiritual. Contemplaremos cómo lucha en tu conciencia la voluntad de Dios con la tuya. Es la batalla de la triple concupiscencia. La pereza pone su escudo para que no le llegue, el orgullo la coge e intenta adaptarla según la forma que cree que le conviene, el egoísmo aparece cargado de armamento para intentar destruirla y que no quede ni rastro de ella, la vanidad la esconde porque no le parece justo tanto servir al esposo…

Y he ahí que la voluntad de Dios es “torturada” por todo un ejército de enemigos que la ensucian y la manipulan. Un escuadrón con tres cabezas: El demonio, el mundo y la carne.

Pero hay alguien más. Uno capaz de provocar un tsunami y arrasar a todos los enemigos de la voluntad de Dios, y por tanto, tus enemigos. Es el Espíritu Santo, que te pregunta si quieres que intervenga. Te lo pregunta en la oración. Entonces ¿qué tengo que hacer?. Tenemos que ir a Él ¿Dónde? En la Eucaristía. Él lo hace todo nuevo.

Él puede limpiar y recomponer la voluntad de Dios, para dejarla como estaba. De ti depende que Su voluntad llegue hasta sus últimas consecuencias, porque no solo te afecta a ti, sino a muchos más a tu alrededor. Si actúas según Sus instrucciones, otros la recibirán también de tu mano y la voluntad de Dios continuará sembrando amor y la alegría.

Tu servicio transmitirá el Amor de Dios a tu esposo primero, pero llegará también a tus hijos a través de tu ejemplo y vuestro amor ¿No es cierto?. Tus hijos a sus compañeros de clase, vosotros a familiares y amigos… y probablemente acabe afectando a toda la Iglesia de generación en generación. Es la onda expansiva del Amor de Dios, que genera amor.

Te hacemos llegar la voluntad de Dios. ¡Pásala!

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El Espíritu de la paz. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 19-31

EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
– «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
– «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
– «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
– «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
– «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
– «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
– «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

 

El Espíritu de la paz.
Para recibir al Espíritu Santo, primero tenemos que recibir la paz del Señor. La paz se consigue luchando por amar. La paz se consigue con esfuerzo. Jesús nos la entrega mostrando sus llagas. Nosotros no nos salvamos por nuestros méritos, así que lo segundo que necesitamos es estar abiertos a la gracia del Espíritu, creyendo en Él y recibiéndole con el alma limpia por el sacramento de la confesión.

No esperemos nada especial hoy. Ya sabemos que Dios no está en los grandes e impresionantes eventos, sino que está en la brisa, como le mostró a Elías. El Espíritu va actuando poco a poco en nosotros y por tanto en nuestro matrimonio, ya que nos tiene que llevar a la comunión (o no sería una acción de Dios que nos lleva a la santidad).

¿Y cuáles son los frutos que iremos recibiendo por el Espíritu en nuestro matrimonio?
Gálatas 5,22-23 … el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad (amabilidad), bondad, fe (fidelidad), mansedumbre, templanza (dominio propio).

Sí! El Espíritu hace esto con nuestro matrimonio. Va a aumentar nuestro amor verdadero, y sentiremos el gozo de estar construyendo una comunión. Sentiremos esa paz interior por estar luchando y entregando la vida por seguir a Cristo. Eso hará que cambien nuestras prioridades y se pasen las prisas y los agobios. Nos trataremos con más amabilidad y delicadeza. Buscaremos el bien, y actuaremos siempre buscando el bien para el otro. Nuestra intimidad con Dios irá creciendo y cada vez percibiremos más los frutos del Espíritu, sus obras en nosotros, y esto hará que aumente nuestra fe. Como estaremos “obsesionados” con el amor que Dios nos tiene, no nos importará lo que piensen los demás o lo que digan de nosotros y no necesitaremos defendernos de nadie, porque solo nos importará lo que Dios ve, que está en nuestro interior. Y el mundo ya no nos dominará, ni los deseos, ni la concupiscencia, sino que sólo actuaremos por amor y para amar.

Esto es el cielo, hermanos esposos. Y está en nuestra mano poder vivir un anticipo aquí en la Tierra. Es el Espíritu quien lo hace posible.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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