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Me he dicho que no. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 22-25

EVANGELIO
El que pierda su vida por mi causa la salvará

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
– «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

Palabra del Señor.

Me he dicho que no.

Jesús se implica con nosotros, se encarna, nos acompaña en nuestros sufrimientos y se entrega hasta el extremo. Nos pregunta el Papa Francisco, si somos conscientes de que todos pertenecemos a un solo Cuerpo, que quiere entregarse. El de Cristo. Nos dejamos servir por Él en la Eucaristía, en nuestro Sacramento del Matrimonio… para ahora tener la capacidad de servir.

Nuestro servicio a la comunidad se realiza principalmente desde nuestra vocación al matrimonio. Los esposos somos muy distintos, pero mediante la sumisión entre nosotros y a Dios, podemos tener un proyecto común. Podemos coincidir totalmente en nuestras prioridades, intereses y en nuestros gustos. ¿Cómo? Siendo uno con Cristo, formando parte de un mismo Cuerpo. Haciendo coincidir nuestro camino con el Suyo. Viviendo en Él.

Jesús nos explica los tres pasos:

1- Negarme a mí mismo. Qué descriptivo: ‘qué se NIEGUE a sí mismo’. Si no estoy dispuesto a aceptar ser marginado, el culpable… no estaré preparado para coger mi cruz.
2- Coger mi cruz de cada día. Aceptar nuestras dificultades como voluntad de Dios. Siempre será para mejor. Pero no te asustes: Cristo ya llevó nuestra cruz. Con nosotros comparte la cruz de cada día, no la de ayer ni la de antes de ayer. Levántate alegre cada mañana porque anoche pediste perdón y ya no tienes cruz.
Una vez hecho esto, estoy preparado para…
3- Seguirle en Su camino.

Seguir al Esposo en un matrimonio en el que tenemos que padecer sufrimientos por amor. Tenemos que esforzarnos por superar las dificultades, pero ser conscientes de que la solución no viene de un pacto o un diálogo… Nosotros seguimos los tres pasos y Él nos resucita. Sean los que sean nuestros esfuerzos, no podemos cambiarnos a nosotros mismos y menos aún al esposo. Sólo desde una relación de amor con Dios, dejando a un lado nuestros criterios, aceptando su voluntad y siguiéndole, Él puede terminar con nuestros defectos, heridas y limitaciones en el orden del amor. Nuestras fuerzas tienen límites pero no el Amor de Dios.

Oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

La disponibilidad interior. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 2, 22-35

EVANGELIO
Luz para alumbrar a las naciones

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-35
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:
– «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor.

La disponibilidad interior.

José y María, dos humildes padres que llevan a su hijo a un inmenso templo, lleno de gente, para cumplir con la ley. Ellos sabían a quién llevaban realmente para ofrecerlo a Dios Padre, pero nadie más.

Nos preguntamos si aquel Niño, por ser Hijo de Dios, necesitaría también ser presentado en el templo, o si María, Madre virginal que fue concebida sin mancha, tendría que ir al templo a ser purificada cuando no había impureza alguna en ella. Sin embargo, ellos cumplen con la ley como los demás, participando de la misma humildad de Dios.

De todo aquel bullicio de personas que encontraron al llegar al templo, sacerdotes, levitas, y muchos israelitas que venían a la casa de Dios, solamente dos ancianos, movidos por el Espíritu Santo, fueron conscientes de la llegada del Niño Dios. Simeón era un hombre justo, un hombre virtuoso con fe y por eso es capaz de seguir las mociones del Espíritu. Como dice San Juan Pablo II: “La plenitud del Espíritu de Dios, viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, hombre justo y piadoso, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el templo”. Cuando tu corazón está en búsqueda y recorre ese camino de fe como el de Simeón, al final el Señor te guía. No es algo inmediato, eran ancianos, habían recorrido el camino de purificación y sacrificio dando muerte al hombre viejo para que nazca el nuevo en todo nuestro ser, muriendo el hombre individual, para nacer el nosotros.

Es curioso cómo Dios entra de esta manera tan silenciosa en el mundo. Vemos que Él es realmente amor, porque practica en sus formas la humildad, el abajamiento, la sencillez. En nuestra vida es igual, no llega con grandes aspavientos ni nos traquetea para sacarnos de nuestra obcecación.
Entra poco a poco, de manera sencilla, sin forzarnos.

Pero Él es, como dice el Evangelio, nuestra luz y nuestra gloria. De tal manera, que nos jugamos mucho si no hacemos realmente un esfuerzo por encontrarnos con Él. Podemos perdernos la luz que nos ilumina el camino y el gozo de una vida gloriosa.

Por eso, entre tantas ocupaciones, como las que tendrían aquellos israelitas del templo, necesitamos la sensibilidad de descubrir al que es la luz y la gloria. Tenemos que mirarle en nuestro/a esposo/a, mirarle en el trabajo, en tus tareas cotidianas… tomar conciencia de que está presente, para que nuestro espíritu se alegre, como el de María en Dios nuestro salvador. Ya no hay ocasiones de dolor, no hay placeres terrenales, nada hay que merezca más la pena que tomar a ese Niño en brazos, como Simeón, que nos permita llegar a la plenitud de nuestra vida porque nuestros ojos del alma le habrán contemplado.

La humildad es un signo de la presencia de Dios, por eso José y María actúan con aquella humildad llevando al Niño al templo como uno más. Los esposos y las familias que viven conscientes de Su presencia, viven de otra manera, viven con otra disponibilidad, con humildad y en paz.

¿Podrán también nuestros ojos, como los de Simeón ver al “Salvador… luz para alumbrar a las naciones” en nuestra relación de esposos, antes de morir?. Esto te pedimos, Señor.

Oramos por el sínodo de la familia:
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Dormir sin miedo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 4, 35-41

EVANGELIO
¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-41
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: -«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -«¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -« ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! »

Palabra del Señor.

Dormir sin miedo.

Remar mar adentro y es una travesía, maravillosa. Casarse, es una travesía impresionantemente bella. Tiene días movidos y días de verdadera tempestad en los que podríamos decirle a Jesús ¿no te importa que nos hundamos?. La causa primera de todo conflicto es la semilla del pecado y la angustia, en medio del desorden de una vida desordenada.

Pero Jesús vence al mar, símbolo del caos. ¡En él actúa un poder creador! ¡el poder de la vida! ¡Es el Jesús vencedor! Si le seguimos, una vez terminada la primera travesía que te debate entre Dios y el mundo, puedes estar en el mundo sin ser del mundo. Ha sido tan intensa la huella que Dios te deja, que ya no se borra nunca. Ni color con un viaje inolvidable, es verdaderamente un nacimiento nuevo. Esa travesía te hace crecer en sabiduría y en gracia ante Dios y la gracia de Dios te transforma la vida, la mirada, el corazón, los pensamientos, las prioridades… Entonces si se puede decir: nadie ni nada me separará del amor de Dios.

Es todo un misterio que Jesús pudiese estar dormido en medio de tal tempestad. Tenía fe y no miedo. Vemos también la vida de muchos santos, que no tienen miedo a la muerte, o vemos a los apóstoles que salen sin miedo a predicar una y otra vez a pesar de las amenazas, de la cárcel, de los latigazos. Es la presencia del Espíritu la que da semejante paz. Hoy con este Evangelio se revela el misterio del Reino presente en el poder que Jesús ejerce a favor de nosotros los matrimonios que le seguimos.

No tenemos nada que temer con Jesús. Podemos dormir, porque confiamos plenamente en El, como Él dormía por la confianza en el Padre. Él tiene poder sobre la materia, sobre todo aquello que existe, no solo reina en el cielo.

“Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta.”

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Convertir el matrimonio en buena noticia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
-«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor.

Convertir el matrimonio en buena noticia.

“Convertíos y creed en el Evangelio” Son las palabras de Jesús.

Ya sabemos que Evangelio significa “buena noticia”. Si en nuestro matrimonio no hay alegría es porque no estamos viviendo el Evangelio. No estamos viviendo aquello para lo que hemos sido creados. Tenemos la opción de aplicarlo o no a nuestra vida, pero de lo que no tenemos opción es de impedir las consecuencias, buenas o malas. El matrimonio y la familia son una buena noticia y todo el Evangelio es aplicable en nuestro “metro cuadrado” como nos decía un sacerdote esta mañana.

Dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, “invito a cada cristiano… a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo”.

Tenemos que recuperar la verdad, la esencia de la que parte el resto de nuestra vida. Si no recuperamos la esencia de nuestra vocación, no viviremos la alegría. Tenemos que reconocer, que si no somos buenos esposos, no seremos buenos cristianos, ni buenos padres, ni buenos trabajadores, ni buenos amigos… Si no sentamos las bases de nuestra vida sobre aquella misión a la que Dios nos llama, ese metro cuadrado en el que tenemos que ser verdaderos cristianos ante todo, el resto de aspectos de nuestra existencia se tambalearán o no se vivirán con la intensidad que podríamos vivirlos, o si nos centramos demasiado en ellos, se convertirán en apegos en los que pondremos nuestras ilusiones para algún día desilusionarnos por haber equivocado el rumbo. Y desde luego, no transmitiremos alegría.

Pero el paso previo es convertirse: Es necesario estar abiertos a cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. Seguir las pautas del Evangelio, las Bienaventuranzas (esas 8 aparentes “locuras” de Cristo, felices los pobres, los perseguidos, los que tienen hambre…) Cambiar nuestras prioridades. Los apóstoles dejan su trabajo para seguirle ¡qué locura!. San Juan Pablo II decía en el inicio de su pontificado «no tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo».

Tenemos que convertirnos y estar dispuestos a equivocarnos por amor. Que en nuestro matrimonio no gobierne la razón, sino la única Verdad: El amor del Padre y el Hijo: «Hago siempre lo que le agrada», «no hago nada por mí», «que no se haga mi voluntad, sino la tuya», «ella/él está en mí y yo en ella/él», «te doy gracias porque así lo has querido, así te ha parecido bien»…

Para que esto sea una realidad, es necesario dejar mucho de mí (criterios, apetencias, planes) y seguir a Jesús. Se acerca la hora de la cruz. El grano de trigo cae en tierra y muere. De ahí nacen los frutos. Qué hermosa locura, la conversión diaria al Evangelio y qué plenitud.

“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” le dice Jesús a los apóstoles. “Venid conmigo y os haré buenos esposos” nos dice hoy a nosotros. Dejadlo todo y seguidme, dejadlo todo y entregaos mutuamente. Si lo hacemos, encontraremos la alegría del Evangelio. Como dice el Papa, “Al que arriesga, Dios no le defrauda”.

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Revivir el primer amor de la creación. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 7-12

EVANGELIO
Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijos de Dios”, pero él les prohibía que los diesen a conocer.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando:
«Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer

Palabra del Señor.

Revivir el primer amor de la creación.

La mayoría intentamos encontrar la manera de amar, siendo comprensivos. Podría ser un concepto universal de entender el amor. Unos lo intentan resolver aceptando como bueno cualquier cosa y otros, como San Juan Pablo II van a la raíz de la antropología, a la creación, a la esencia de Dios, para comprender la verdad. El Demonio, conoce esta verdad, y por ello intenta ocultarla.

Las consecuencias del amor comprensivo que aplican unos y otro, no son las mismas. San Juan Pablo II nos lleva al verdadero amor, el amor no busca ser «liberado» del sacrificio que implica el propio amor, sólo busca el bien de su amado y de aquí nace la alegría de la entrega.

Hoy vemos a Jesús que encarga a sus discípulos tener preparada una lancha, no fuera a estrujarle el gentío. Este gentío no busca escuchar a Jesús, ni espera conocer su anuncio del Reino de Dios. En principio, por lo que plantea el Evangelio, buscan sus propios intereses, dejar de sufrir. El egoísmo, acaba llevando a actuar con cierta violencia (se le echaban encima).

Sin embargo, cuando la persona busca el amor, no actúa con violencia y ruido, sino observante, con respeto a quien ama…
En lo que se refiere al matrimonio, San Juan Pablo II se remite al amor de la primera unión del hombre y la mujer. Lleva este momento a nuestra vida y nos descubre que en cada acto conyugal, hombre y mujer volvemos a vivir de alguna manera ese momento bellísimo de la creación, en el que el hombre experimenta que es carne de la carne de la mujer y hueso de sus huesos, al igual que la mujer hacia el hombre. Y que por eso, deja el hombre a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y forman una sola carne.

Qué maravilla vivir ese momento ante la tierna mirada del Padre. Una elección que implica la entrega total, porque no hay otra forma de vivir la extraordinaria belleza de la creación del amor hombre-mujer.

Bendito seas Padre y creador de todo que nos has hecho partícipes de tal belleza, a Tu imagen.

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