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Un corazón quebrantado. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 13-17

EVANGELIO
No he venido a llamar a los justos, sino a pecadores

Lectura del santo evangelio según San Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
-«Sígueme.»
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa, de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que los seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
-«¿Por qué come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y les dijo:
-«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a pecadores».

Palabra del Señor.

Un corazón quebrantado.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nuestro pecado nos incapacita para amar a todos. Pecadores somos, y por tanto lo primero es reconocernos iguales ante Dios. Sin embargo, el orgullo nos impide amar como Dios ama, a todos y en todo momento. Ese es el tipo de amor al que hoy nos apunta Cristo.

Ej: Si mi esposo comete un pecado que no me gusta (obviamente ningún pecado gusta), mi orgullo me incapacita a acogerle y entregarme como si fuera el más sano del mundo (en cuyo caso sería muy fácil).

Para acoger al esposo pecador, hay que pedirle al Espíritu que sane nuestro interior y nos haga mansos y humildes, que nos llene de paz para poder repartir Su amor. Si tenemos sentimientos negativos hacia nuestro esposo pecador, es señal de que necesitamos purificar nuestros pensamientos para hacerlos dóciles al Espíritu de Dios. Porque Dios ha venido a estar con los pecadores, a amar a los pecadores, y es con Su amor con el que tengo que aprender a amar.

Contemplemos a Cristo en la Cruz, único Inocente que carga sobre sí todos nuestros pecados para amándonos hasta el extremo, salvarnos. Si Él ha redimido todos los pecados de mi esposo ¿Qué derecho tengo yo a condenarle en mis pensamientos o actitudes? Me falta misericordia, Señor.

Uno de los efectos que el orgullo es la «ceguera mental». La palabra de Dios le llama, espíritu de Leviatán, «el rey de los soberbios». Cuando una persona es controlada o influenciada por el orgullo o Leviatán, presenta tres características principales:
1. Terquedad.
2. Dureza de Cerviz.
3. Dureza de corazón.
Dios nos pregunta en Job 41 acerca del orgullo. «¿Sacarás tú al leviatán (orgullo) con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?”

Es verdad, Señor, nada puedo contra mi orgullo. No me abandones, ten compasión de mí que no soy misericordioso con mi esposo, que me atrevo a juzgarle y distanciarme de él/ella por su pecado. Mira mi corazón quebrantado, que Tú no lo desprecias. Perdóname Señor, porque soy un pecador.

Imparables. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 1-12

EVANGELIO
El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados

Lectura del santo evangelio según San Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
-«Hijo, tus pecados quedan perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
-«Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:
-«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados te son perdonados» o decir: «Levántate, coge la camilla y echa a andar»?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados-dice al paralítico-: ”Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa” ».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
-«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.

Imparables.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús les proponía la Palabra, pues su Palabra y su amor son la única luz y la esperanza en la oscuridad de un matrimonio. Aceptarlas y vivirlas convierten los corazones de los esposos en corazones puros y humildes, si los corazones de los esposos son puros, los deseos son puros y el matrimonio se trasforma. Es la Palabra de Jesús la que da la vida a aquellos que la escuchan, trae amor y esperanza.

El miedo paraliza e impide construir. Todo lo que no sea construir, es destruir. Levantad de vuestra parálisis, desechad todo aquello que sostenía vuestra triste vida e id a disfrutar de la libertad y la alegría del Proyecto de Amor Conyugal (de Dios), para vosotros.

Los que tengan fe como un grano de mostaza trasportarán montañas, que alcancen las cumbres de los cielos por la fuerza de su entrega y testimonio, es el santo atrevimiento de los niños, los que hacen cualquier «locura» por amor, como los que bajaron la camilla por el tejado, con tal de verse sanados.

Oramos:
Madre, que no nos pare nada en nuestro camino hacia el Señor. Que apartemos todos los obstáculos que nos separan de Él en nuestra relación, que colaboremos el uno con el otro para llevarnos mutuamente a Él. Imparables por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Un valor bastante apreciado. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 29-39

EVANGELIO
Curó a muchos enfermos de diversos males

Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
– «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios

Palabra del Señor.
Un valor bastante apreciado.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy nos muestra el final de un día en la vida cotidiana de Jesús. Cuando se retira a descansar a casa de Pedro, se encuentra con la suegra enferma y no puede evitar curarla. Muchas veces, llegamos a casa con el “chip” de descansar, y nos encontramos situaciones que requieren de nuestra atención, porque nos necesitan. Jesús no pone su descanso como prioridad a la necesidad de los demás, sino que descansa en la voluntad del Padre. De noche, seguramente exhausto, dedica todo su tiempo a curar a aquellos hombres y mujeres que se agolpaban en la puerta. Jesús reconoce la enorme dignidad de cada uno de ellos y no puede dejar de servirles para aliviar sus padecimientos.

Dios se hizo hombre para servir y nosotros desde nuestra vocación, nos convertimos en esposos también para servir. Tanto es así que en el Catecismo de la Iglesia Católica, el Sacramento del Matrimonio está contenido en el apartado denominado «Los sacramentos al servicio de la comunidad».

Lo que nos impide volcarnos en ese servicio, son los deseos desordenados fruto del pecado. La llamada “concupiscencia” es la búsqueda de la autosatisfacción en lugar de la autodonación. Dice San Juan Pablo II (Catequesis 22 de octubre de 1980):
‘En efecto, el mal de la «concupiscencia»… hace, que el objeto al que se dirige constituya para el sujeto humano un «valor no bastante apreciado». … se puede y se debe entender como «desvalorización», o sea, empobrecimiento de un valor auténtico, como privación intencional de esa dignidad…’

La concupiscencia, impide la entrega en el servicio al esposo, porque se le da un “valor no bastante apreciado”. Se le “desvaloriza”, no reconociendo la dignidad que le corresponde. Parece que deja de merecerse ser servido con la intensidad con que lo hace Cristo.

Oramos:
Señor, también un día estuviste a nuestro lado y nos sanaste. Por eso hoy te servimos. Y cada vez que vamos al confesionario, vuelves a sanarnos. Vuelves a purificar nuestra relación matrimonial y la dejas como al principio.

Hoy te vemos, Jesús, cercano al sufriente: Sobre todos y cada uno de los enfermos, ponías Tus santas manos, cerca de ellos, tocando su dolor.
Cuando me acerco a mi esposo y “toco” su dolor, entonces comprendo su valor. Vale mucho y me duele verle sufrir.

Después de una larga noche de curaciones, te levantas de madrugada para orar. He ahí el secreto de tu amor a los demás, los ves con el valor de la mirada del Creador. Enséñanos también a perseverar.

Autoridad para dejar y para unir. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 21-28

EVANGELIO
Les enseñaba con autoridad

Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 21-28
En la ciudadde Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
-« ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó:
-«Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
-«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.»
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.

Autoridad para dejar y para unir.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La palabra autoridad en el Nuevo Testamento es traducida del Griego «exousia» y básicamente, significa, «el poder y el derecho para hacer cumplir algo.»

Así como Jesús tiene el poder, así nos dio a nosotros matrimonios cristianos, el poder y el derecho para llegar a ser una sola carne. Es nuestro deber y nos da el poder (contamos con Su gracia) y a la vez es nuestro derecho, porque de ello depende nuestra felicidad y nuestra salvación.

Jesús nos lo enseña con autoridad. Y nos enseña que el significado del matrimonio, está escrito en la revelación. Desde el principio nos enseña cómo ser una sola carne: dejarás… El amor no reinará en tu matrimonio, si tu corazón se encuentra ocupado por ti mismo.

La vocación conyugal, como toda vocación al amor, está llamada a dejar… Dejar tu carne, para formar una sola carne con tu esposo, teniendo el mismo sentir de Cristo.

¿Qué respuesta le damos a Jesús cuando nos propone que renuncie a mí mismo para hacer lo que le agrada a mi esposo? Dos alternativas:
1. ¿Qué tenemos que ver contigo Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? ¿Con nuestra forma de vivir dónde hago lo que quiero yo, porque yo soy el rey de mí mismo?

O Le decimos:
2. ¡Confío en Ti Jesús el Santo de Dios! Confío en la belleza que has pensado para nuestro matrimonio y aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad, para hacer realidad tu Proyecto de Amor para nosotros, renunciando a mí por amor.

Oramos:
Alabado seas por siempre y gracias por el gran don de mi esposo, tiene un valor infinito como su propia vida, que tanto amas y por ello y porque nos encuentras receptivos, nos haces crecer. Jesús Tú nos marcaste con tu sello de amor. Ayúdanos por tu Gracia a vencer nuestras resistencias a fuerza de amor, expulsa con tu autoridad nuestros propios demonios que nos retuercen y nos impiden vivir tu reino. Amén.

Lo que hay que fortalecer. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
-«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
-«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

Lo que hay que fortalecer.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos llama a la conversión. Esto requiere de un cambio radical del corazón y por lo tanto en las prioridades de la vida. Contemplamos la llamada de algunos discípulos, que dejan inmediatamente lo que están haciendo para seguirle.

La conversión del corazón consiste en que hay un desorden en nuestro corazón por el que hemos dejado de ser y actuar como imagen de Dios, que era lo que nos daba la dignidad, frente a ser imagen del mundo, que nos igualaría a los animales. De ellos nos distingue precisamente nuestro lado espiritual.

Así por ejemplo, cuando buscamos agradarnos a nosotros mismos en lugar de priorizar el deseo de agradar a nuestro esposo, es por un desorden que nos distancia de la imagen de Dios que es todo amor. La conversión del corazón consiste en volver a poner esas prioridades y esos deseos en su sitio para que coincidan con “los mismos sentimientos de Cristo”.

Dice San Juan Pablo II en la audiencia del 28/05/80, que por la concupiscencia (el pecado), se produce una ruptura en el hombre, en su unidad espiritual y del cuerpo. El hombre se da cuenta que su cuerpo ha dejado de sacar su fuerza del Espíritu que lo elevaba al nivel de imagen de Dios. Ahora el cuerpo tiene su propias tendencias contrarias a las del Espíritu.

El único camino es el de fortalecer la presencia del Espíritu, nuestra vida espiritual, para que “gane” en esa pugna con las fuerzas del cuerpo. Esto hará que los frutos sean los del Espíritu, que enumera San Pablo en Gálatas 5, 22-23 “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. En la medida en que por amor, dominemos nuestras tendencias corporales y nos dejemos llevar por las espirituales, podremos llegar a ser una sola carne.

Oramos:
Madre, que nos convirtamos y definitivamente sigamos a Jesús. Que como esposos fortalezcamos nuestro espíritu para que en nuestro matrimonio no reine la imagen del mundo, sino la imagen de Dios.