Archivo de la etiqueta: Amoris Laetitia

Quitamiedos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
No he venido a abolir, sino a dar plenitud

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

Quitamiedos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

A nadie le gustan las normas, pero los mandamientos no debemos verlos como normas, sino como “quitamiedos”. Imaginamos los quitamiedos de una autovía, o las señales de tráfico que informan de los peligros o prevén accidentes. Así podríamos considerar los mandamientos, como esos límites que Dios nos pone para que no nos “la peguemos”. Que no nos salgamos del camino dando vueltas de campana por un terraplén que nos deje destrozados.

Así, el que no ame a Dios sobre todas las cosas, por ejemplo, que no se queje de que le falta amor en su matrimonio. O el que no santifica las fiestas, y no reza, que no se queje de falta de paz interior y tiene poca paciencia. O el que no honra a sus padres, que no se queje de si sus hijos le desprecian algún día. O el que anda criticando a los demás, que no se queje si se queda sin amigos verdaderos. O el que comete actos impuros, que no se queje si le cuesta valorar a su esposo o reconocer su dignidad y tiene tendencia a exigirle para su propio beneficio, o tiene tendencia a la ira. Y así un largo etcétera.

El Papa Francisco en Amoris Laetitia 222 nos dice:
“En la medida en que los esposos traten de escuchar más en su conciencia a Dios y sus mandamientos (cf. Rm 2,15), y se hagan acompañar espiritualmente, tanto más su decisión será íntimamente libre de un arbitrio subjetivo y del acomodamiento a los modos de comportarse en su ambiente”.

En definitiva, la verdad nos hará libres, específicamente en este caso, de interpretaciones sobre el ser humano y la relación conyugal, que pueden ser muy dañinas, que nos destruyen. Podemos decidir si seguir los mandamientos o no, pero las consecuencias vienen sí o sí. Si no respetamos esos límites, desde luego que no viviremos nunca la maravilla de un amor de comunión.

Cristo y da plenitud a todas esas normas. A esas leyes de amor, les añade espíritu y verdad, para convertir nuestro amor en caridad conyugal.

Madre:
Que no dejemos de anunciar la verdad, aunque parezca radical. Aunque nos critiquen por ello. Porque, si malo es no vivirla, peor es enseñar falsedades. Que vivamos y hablemos de la exigencia del amor, que implica pasar por la puerta estrecha. Por Jesucristo nuestro Señor.

Provocación del Espíritu. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 13-16

EVANGELIO
Vosotros sois la luz del mundo

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».

Palabra del Señor.

Provocación del Espíritu.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿En qué somos los esposos luz para el mundo? Nos lo dice el Papa en Amoris Laetitia 72:
“El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional.”

Somos, o debemos ser, signo imperfecto del amor entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. El reto no es pequeño, y desde luego no se puede lograr si no es desde una llamada de Dios por una parte, y con muchas ganas y mucha ilusión, por otra.

Más adelante, en el 321 nos dice el Papa:
“La vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios, y cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu. El amor de Dios se expresa «a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal»[385]. Así, los dos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la mirada, la ayuda, la caricia, el abrazo. Por eso, «querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con él, es animarse a construir con él…”

Buenísima la primera frase: “Cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu” Qué grande vivir así el matrimonio: Considerando que el Espíritu me provoca con cada actuación del esposo, con cada situación que me plantea en mi relación con él/ella. Y también, no perder de vista que cada uno para el otro somos reflejo del amor divino…

La sal también tiene propiedades de conservación de los alimentos, pero si está adulterada no sirve. Mantengámonos fieles al plan de Dios. Vivamos nuestro matrimonio con la ilusión de formar parte del sueño de Dios. Si no ¿Cómo vamos a ser luz?.

Madre:
En cuanto nos apoderamos de las cosas de Dios, perdemos la ilusión, y nuestro matrimonio es un Proyecto de Dios. Tú lo dijiste en el Magníficat: Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. Que nuestro espíritu se alegre también, no por nuestras consolaciones, sino porque Dios nos está haciendo partícipes de un Proyecto Grande. Alabado sea por siempre.

Válido para la eternidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 11-17

EVANGELIO
¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca.

Palabra del Señor.

Válido para la eternidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La vida de familia no exenta de dolor y sufrimiento, pero como dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia 19, Jesús quiso vivir esa experiencia del dolor en la familia. El de hoy es uno de esos casos. Él se compadece de una madre viuda que ha perdido a su único hijo y por tanto la única posibilidad de sustento que le quedaba, pues en aquella época, quedaría abocada a la mendicidad.

En este caso, llama la atención que la iniciativa del milagro no viene de ninguna petición, sino de la propia compasión del Señor. El Corazón de Dios se compadece, es decir, “padece con” nosotros. El Señor se acerca al ataúd de nuestro amor herido, cuando hemos “matado” las virtudes del otro a base de exasperarlo con exigencias de perfección. Quizás hemos matado lo bello y lo bueno del otro. Podemos haber “matado” un diálogo profundo a base de llevar una vida superficial… Jesús hoy toca nuestro amor conyugal y nos dice: A vosotros os lo digo, ¡Levantaos!. Este mandato del Señor, exige una reacción por nuestra parte. No podemos quedarnos tendidos lamentándonos en nuestro “ataúd”, tenemos que pasar a la acción, levantarnos y hablar, para volver a la vida.

Cristo, «es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente» (San Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 8). Suerte que esté con nosotros, acompañándonos permanentemente en nuestro matrimonio por el Sacramento que hemos recibido.
Sin embargo, “La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad” (San Juan Pablo II). ¡Válido para la eternidad!.

Madre:
Doy gracias a Dios porque me acompaña en mi dolor, porque hace que crezca en él. Hace también maravillas en mi esposo con mi sufrimiento, le da un valor con una dimensión que llega hasta lo eterno. Bendito seas por siempre, Señor. Tú engrandeces mi pequeña aportación y la elevas hasta lo alto. Alabado seas. Amén.

Acoger la redención. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 1-12

EVANGELIO
Agarrando al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-12

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: -«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó un torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a éste lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron. Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando “Respetarán a mi hijo”. Pero los labradores se dijeron: «Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia». Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?». Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

Palabra del Señor.

Acoger la redención.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios ha invertido en mí. Me ha creado a Su imagen, me ha dado unos talentos que tienen la capacidad de desarrollarse, un camino para mejorar, un esposo para vivir una comunión, que además es mi ayuda adecuada, unos hijos o frutos de nuestro amor para que vivamos como co-creadores suyos y un trabajo para colaborar con su obra creadora. También me ha dado una Iglesia que es Madre, a la Santísima Virgen, un ángel de la guarda, a los santos, etc.

Como sabe que por mí mismo no tengo capacidad para llevar adelante la misión que me ha encomendado, envió a Su Hijo que me redimió muriendo por mí. La pregunta ahora es ¿Cómo estoy aprovechando yo todos los esfuerzos de Dios por amarme? ¿Cómo estoy aprovechando la muerte y resurrección del Señor por mí? Tendemos a pensar que nosotros no habríamos participado en la muerte de Cristo, pero la realidad es que si su muerte no produce ningún efecto en mí, ha sido una entrega inútil. Es como si rechazara Su sacrificio. Como si despreciara este don tan inmenso que Dios Padre me hace a través de su Hijo, en el Espíritu Santo.

Dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia:
63. … La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cf. Ef 5,21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero. …De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión.

Éstos son los frutos que espera recoger el Padre de nuestro matrimonio. En nosotros está la mano de Dios, y Él hace proezas con su brazo, si acogemos el amor que nos tiene.

Madre:
Ayúdanos a aprender de Juan, para acoger la muerte de tu Hijo y acogerte a ti como Madre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

La oferta de Dios. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 10, 28-31

EVANGELIO
Recibiréis en este tiempo cien veces más, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 28-31

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: -«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: -«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Palabra del Señor.

La oferta de Dios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Jerónimo. “No dijo: Que lo dejasteis todo (porque esto también lo hizo el filósofo Crates y otros muchos que despreciaron las riquezas), sino y que «me habéis seguido», que es propiamente de los apóstoles y de los creyentes.”

No se trata de dejar muchas cosas y hacer muchos sacrificios, sino de seguir a Jesús. Esto es, hacer lo que Él hizo: Entregarse por amor.

Hay esposos que hacen cosas que les cuestan mucho esfuerzo, pero aman poco. Pongamos algunos ejemplos: Las dietas, el ejercicio, ordenar, limpiar, crecer profesionalmente, corregir a los hijos… Si no se hace con amor, no sirve. Es más, puede ser contraproducente, puesto que puede aumentar nuestra vanidad, el orgullo, apegarnos más a las manías que uno se va creando, etc. Hacer algo por amor, es siempre “a alguien”. Por tanto, si hago una dieta tengo que preguntarme ¿Por amor a quién?. O si me esfuerzo en tenerlo todo muy ordenado en casa ¿Por amor a quién?, no vaya a ser que me esté dejando llevar por mis manías…

Esposos, no se trata de hacer cosas que cuestan mucho (seguro que no todas son necesarias) sino de hacerlas con mucho amor. Por ejemplo: Educar es cansado, pero ¿Cuántas órdenes les damos a nuestros hijos que no van a servir para hacerlos santos? ¿No podíamos ahorrarnos y ahorrarles muchas regañinas? ¿No serán cosas que me molestan a mí?. Pensémoslo sinceramente: Si regañamos enfadados ¿Por quién estamos regañando?. Si corregimos al esposo enfadados ¿Por quién lo hacemos?. Tiene triste gracia, estar esforzándonos para nada.

Amoris Laetitia 89. En efecto, la gracia del sacramento del matrimonio está destinada ante todo «a perfeccionar el amor de los cónyuges»[104]. También aquí se aplica que, «podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Dios quiere que no tengamos miedo y lo dejemos todo. Con Él no vamos a salir perdiendo. Y para que se nos quite ese miedo, nos hace una buena oferta: ¡El ciento por uno!

Madre:
A nosotros, los esposos, nos toca dejar atrás padre y madre, muchas comodidades y muchos caprichos. A veces también hemos renunciado a cierto apego a los hijos para dar prioridad a nuestro matrimonio. Todo ello, por seguir a Jesús, el Esposo. Pero sabemos que Dios cumple su promesa, y aunque con cruces, nos dará el ciento por uno en esta vida. Alabado sea por siempre.