EVANGELIO
Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 41-50
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».
Palabra del Señor.
Otra inflamación mayor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Jesús es muy drástico con la lucha que nos propone contra el pecado. Nos lo representa muy gráficamente, porque cierto es que más vale entrar cojo en el reino de los cielos que no entrar.
La pregunta ahora es ¿Y yo? ¿Qué me tengo que “cortar” para no caer en tentación? Lo primero a tener en cuenta es que la renuncia a aquello que me hace pecar se hace por la fuerza afirmativa del amor. Toda abnegación cristiana es un acto de amor a Dios y al prójimo, y nada hay más positivo que el amor. San Juan de la Cruz lo expresa así:
«Dice el alma que «con ansias, en amores inflamada», pasó y salió en esta noche oscura del sentido a la unión con el Amado, porque, para vencer todos los apetitos y negar los gustos de todas las cosas, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el de su Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en éste, tuviese valor y constancia para fácilmente negar todos los otros» (1 S 14,2).
Con la fuerza del amor fácilmente se niega lo que sea. Por eso es tan importante que nos enamoremos de nuestra vocación, por eso es tan importante que nos enamoremos de nuestro esposo, por eso es tan importante que nos enamoremos de Dios. Tres grandes razones (que en realidad se resumen en la última), para ser capaces de abandonar todo lo que nos induce al pecado. Cuando uno paladea la comunión con el esposo, cuando experimenta esa unidad tan especial, esa complicidad, esa unión tan íntima, descubre lo que es capaz de hacer por no fastidiarla. «El amor de amistad se llama «caridad» cuando se capta y aprecia el «alto valor» que tiene el otro. La belleza —el «alto valor» del otro, que no coincide con sus atractivos físicos o psicológicos— nos permite gustar lo sagrado de su persona, sin la imperiosa necesidad de poseerlo». (Papa Francisco. Amoris Laetitia 127)
Pero antes hay que empezar con un poquito de fe, basada en la palabra de Dios, en el testimonio de otros, sobre la belleza del matrimonio. Y comenzar a esforzarse para dominar nuestra faceta sensible, es decir, rechazar lo que nos agrada aunque sabemos que es malo y hacer lo que nos repugna aunque sabemos que es bueno. Cuando nuestra alma empieza a liberarse de esas emociones desordenadas que la arrastran, entonces está lista para ver, valorar y acoger los inmensos dones de Dios.
Madre,
A veces soy muy flexible conmigo mismo y muy exigente con los demás. Justo lo contrario de lo que debería. El resultado es que me pierdo mucho del hermoso plan que Dios tiene para mí. Hazme ver la belleza de su plan, para que me vea capaz de superar cualquier dificultad que me aparte del camino de Amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.