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La ley de Dios y el código civil. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 15-21

EVANGELIO
Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-«¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Palabra del Señor.

La ley de Dios y el código civil.

En el matrimonio también hay aspectos que le corresponden a Dios y otros que le corresponden a los hombres.
El matrimonio es un bien social y por lo tanto debe estar amparado por cualquier sistema jurídico que se precie. De la misma manera, esta relación, ya que tiene un carácter social, debe estar regulada según unos derechos y unos deberes. Hasta aquí, al cesar lo que es del cesar.

Sin embargo, el matrimonio, ha sido creado por Dios y existen unas leyes específicas, como son la unión (en una sola carne) o la indisolubilidad. En este sentido, tendremos que reconocer: A Dios lo que es de Dios.

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La monogamia y la exclusividad (por ejemplo), no suponen un mero “no”, sino que es defensa de la grandeza del amor. Si el amor entre hombre y mujer es exclusivo, es porque en él se pone en juego algo que solo puede ser comunicado entre dos… Lo que aquí se entrega es, por tanto, toda la persona única e irrepetible; … se trata de afirmar que el cónyuge basta para contener la alianza fundamental que da sentido a la vida y que, por eso, se le puede confiar todo. (A los amantes)… se les abre una dimensión en que su entrega resulta completa, sin límites: darse al otro excluyendo un tercero para afirmar al calidad del amado. A este elemento de totalidad añadiremos luego la capacidad de dar el tiempo entero de una vida, hasta la muerte. Al “solo para ti” se une el “siempre para ti”. (Una sola carne en un solo Espíritu Pg. 154)
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No admitir estas leyes, sería tanto como minusvalorar a la persona, puesto que dejaría de ser suficiente para contener toda la plenitud de la alianza. Por nuestra parte, una de las mayores bellezas del matrimonio es su categoría de imagen y semejanza de las nupcias de Cristo con su Iglesia. De esa semejanza hemos sacado muchas conclusiones para nuestra vida cotidiana en el amor, conclusiones que hemos experimentado y tienen mucha importancia. Si el matrimonio no fuese indisoluble, dejaría de asemejarse a la Alianza de nuestro Señor con todos nosotros, y el matrimonio, perdería toda su belleza y todo lo que tiene de Verdad. Y si nos empeñásemos en mantener la semejanza a pesar de no ser indisoluble (el matrimonio), no queremos pensar el terror que nos entraría por el cuerpo si el Señor pudiese en algún momento “arrepentirse” de haberse desposado con nosotros. Perderíamos la gracia del bautismo: su Espíritu, la filiación Divina, la vida eterna… ¡Qué horror! Las consecuencias de que el matrimonio no fuese indisoluble son terribles en ambos casos.

De cualquier manera, todo esto son razonamientos que nos pueden ayudar a entender las leyes de Dios desde la razón, siempre basadas no en una ideología, sino en el amor de Dios que nos entrega un don tan extremadamente bello. Decíamos que los razonamientos pueden ayudar, pero lo cierto es que, cuando Cristo dijo “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, deja el asunto fuera de toda discusión. Si el Señor lo dice, solo nos queda obedecer ¿No os parece?.

Por tanto, demos a Dios lo que es de Dios, y el matrimonio no es nuestro. Somos libres de elegirlo como vocación, pero no de modificar sus leyes.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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Cocinando nuestro matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.

Cocinando nuestro matrimonio.

Cristo se refiere a la levadura en dos pasajes, para expresar dos conceptos totalmente contrarios. En éste se refiere a la de los fariseos, y en Lc 13,21 la compara con el reino de Dios, cuando dice “¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.”

Así que, parece ser que hay 2 tipos de levadura. Ambas hacer crecer algo. La de los fariseos, que hace crecer nuestra soberbia, ya que nos apropiamos de una supuesta “bondad” que no poseemos, y la del Reino que hace crecer la Verdad en nosotros, es decir, Cristo (camino, verdad y vida). ¿Con cuál de esas dos levaduras cocinamos nuestro matrimonio?.

Dios tiene un plan para nuestra misión de esposos. Quiere que todo lo que vivimos, sea una oportunidad para santificarnos. Quiere que seamos ese grano de trigo que cae en tierra y muere, aceptando ser olvidados y haciéndonos siervos. La levadura de los fariseos, la hipocresía, es justo lo contrario, es la actitud del que se crece porque no muere, porque busca ser el centro. La actitud del que se endiosa.

Esposos, escuchemos hoy lo que nos dice con tantísimo cariño: “A ti te digo amigo mío, no tengas miedo a los que matan el cuerpo”, con sus críticas, desprecios, con su falta de amor hacia ti, teme a Satanás que quiere aprovecharse de este dolor tuyo para hacer crecer la cizaña en tu corazón, destruyéndote, sembrando en ti el rencor, una respuesta violenta, responder con otra crítica, la desesperanza…

Buscad los dos esposos la Verdad de Cristo e id abriéndoos vuestro corazón mutuamente, mostrándoos quiénes sois realmente. Dios nos ha puesto como una “ayuda” el uno para el otro. Lo importante no es lo que piense el otro de mí, salvaguardar mi “imagen”, pues todo llegará a saberse. Lo importante es que no venza Satanás y nos eche al fuego eterno. Vivamos como si tuviéramos un único espectador: Dios Padre. Él sabe lo que ocurre con cada uno los pelos de nuestra cabeza. A Él no podemos esconderle nada. ¿No será mejor compartir nuestras miserias con nuestro/a esposo/a y pedirle ayuda, en lugar de aparentar lo que no somos? ¿Qué tipo de levadura introduzco en mi matrimonio, la de la Verdad o la de la hipocresía? ¿Qué busco, crecer yo o que crezca Cristo en nuestra relación?.

No tengamos miedo. Cuanto más dejemos que entre Cristo en nuestra vida, mejor podremos comprender que todo tiene valor en tanto en cuanto nos lleva a reconocer el amor de Dios, y responderle con amor a Él y a los demás. Con el Amor de Dios, nada nos turba, nada nos espanta, nada nos falta.

Esposos cocineros de familias, elijamos la levadura correcta, la del Reino y digamos: Jesús confío en Ti.

Oramos por el sínodo de la familia:
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¿A qué esperas para cambiar? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 29-32

EVANGELIO
A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
-«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

Palabra del Señor.

¿A qué esperas para cambiar?

Leyendo la historia de Jonás, uno se pregunta por qué esa tozudez para no hacer la voluntad de Dios. Pero en cierto modo, a nosotros nos pasa igual. No paramos de sufrir calamidades de todo tipo por no seguir Su voluntad. ¿Cómo pedimos, entonces, una señal de fe si hemos cerrado, con esta actitud, el corazón a acoger el don del Sacramento del Matrimonio y por tanto la gracia del Señor?

La única señal será la del profeta Jonás, el hombre que predica la conversión por toda la ciudad de Nínive, a ver si libremente cada uno de nosotros acepta la propuesta, muda el corazón, y nos volvemos a Dios. Ya con esto habremos logrado la más grande señal que Dios haya podido obrar en el alma libre: la conversión por propia y deliberada iniciativa al Dios que da la vida, Fuente perenne del verdadero creyente, Verdad eterna del verdadero sabio.

La señal de Dios para los hombres es, Jesús mismo. Y lo es en su Boda, el misterio de muerte y resurrección. Creer en Él y seguirlo, es el gran signo de Dios.
Cristo lo ha hecho posible, Él nos lleva al Principio al hombre y la mujer que, libres de vergüenza, expresan en la carne la libertad interior mediante la comunión de personas, formándose recíprocamente y creativamente. Buscamos hacer nuestros los mismos pensamientos, sentimientos y actitudes del Señor. Es, en última instancia, poder repetir con San Pablo: «Vivo yo, mas no yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Gál 2, 20).

“La manera en que Cristo lleva a plenitud el encuentro entre Adán y Eva, es sobreabundante… Él no solo regenera la belleza del Paraíso, sino que la supera infinitamente. En efecto, en el Hijo está todo aquello que el Padre puede dar al hombre; una vez que ha entregado al Hijo, ya no le queda otro don que ofrecer; y así Cristo manifiesta el amor del Padre en le forma más elevada.” (Llamados al Amor, Pg. 110)

Jesús es “el signo de Jonás” (CEC 994) Él nos da signos todos los días en nuestra vida cotidiana conyugal y familiar. Si le seguimos, la bondad, el crecimiento, la alegría y la paz entra en nuestro hogar. En esta peregrinación hasta la conformación definitiva con el Señor, María ocupa un papel fundamental. El mismo Señor Jesús es quien nos señala a su Madre (Jn 19, 27). ¿A qué esperas para cambiar? Pídeselo a Ella.

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¿Recibiste al invitación de boda? ¿Qué te vas a poner?. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 1-14

EVANGELIO
A todos los que encontréis, convidadlos a la boda

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
«Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.»
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
«La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.»
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
«Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?»
El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:
«Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Palabra del Señor.

¿Recibiste al invitación de boda? ¿Qué te vas a poner?

Recibimos hoy la invitación del Padre a la boda de su Hijo. ¿La habéis abierto ya?. Dios Padre todopoderoso, tiene el placer de invitarles a la celebración del enlace nupcial de su Hijo Jesús con la Iglesia Santa, el día ___ en ___ a las ___. (No sabéis ni el día, ni la hora)

Un familiar cercano nos preguntaba que hasta dónde la entrega a los demás y la despreocupación por uno mismo, pues llega un momento en que habría que defender la propia dignidad. Vemos el comportamiento de Cristo en su desposorio con la humanidad. Podemos afirmar que, sin lugar a dudas que:

‘El amor de Cristo llega hasta el extremo porque no se vuelve atrás ni siquiera ante aquello que parece denigrar la dignidad del hombre. Sigue recibiéndole como don del Padre incluso en medio de su pecado, a la vista de su desprecio del otro y de su odio. Pues “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10)’ (Llamados al amor Pg. 199)

El contraste de la respuesta del hombre, lo vemos en la calle a diario y lo leemos en el Evangelio de hoy. No hay respuesta por parte de los invitados a participar del banquete nupcial. Frente a tal don, continúa recibiendo el desprecio de muchos.

¿Por qué el Señor soporta tales desprecios? Cada hombre es el don del Padre a Cristo. Esta afirmación debería calarnos hondo para captar su grandeza, lo mucho que vale el ser humano. Jesús, al acogerle, le ayuda a mirar su propia vida con aprecio. A esto hay que añadir que Cristo es también el don que el Padre hace al hombre (Cfr. Llamados al amor Pg. 199).

Bien, esposos, este es el modelo de Esposo que nos ha puesto Dios para nuestra vida conyugal. Nuestra manera de acudir al banquete nupcial es vestirnos adecuadamente, revestirnos de Cristo, es decir, de hijos en el Hijo y de esposos en el Esposo. Así participaremos de su Cuerpo glorioso.

Cuando en nuestro matrimonio nos alejamos el uno del otro, estamos tristes, nerviosos e irascibles. No estamos para celebraciones ni fiestas. El esposo (en genérico) es parte del Cuerpo glorioso de Cristo, que no estamos recibiendo. Según sean nuestras actitudes en el hogar, vamos configurando ese traje que nos prepara para el banquete final. En cada puntada, lo confeccionamos o lo descosemos. Dios nos invita a la fiesta del amor, donde sentirnos uno, plenamente amados. Dios no ha escatimado en nada, ha matado los terneros y las reses cebadas. Lo tiene todo listo.

Esposos ¿Cómo va vuestro traje para la fiesta del amor? ¿Os estáis ayudando mutuamente a confeccionarlo y engalanaros con él?.

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Más que una madre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 27-28

EVANGELIO
Dichoso el vientre que te llevó. Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
-«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso:
-«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. »

Palabra del Señor.

Más que una madre.

Es habitual oír que no hay amor más fuerte que el de una madre por sus hijos. Parece ser que Jesús no está de acuerdo.
Hay una dicha mayor que la de ser madre, y es escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Quién lo diría ¿Verdad? No hay más que ver las iglesias vacías entre semana y tampoco abundan los que entregan su vida al servicio de los demás. La gente no encuentra mucha emoción en ello.

La cuestión de las emociones es complicada. Las emociones no son malas, son buenas, pero no deben ser las dueñas de nuestras acciones. La mujer de entre el gentío, movida por la emoción, le grita a Jesús un piropo para su Madre. Jesús no la corrige, pero plantea algo mejor aún que lo que le ha llevado a gritar desde ese arrebato de emoción. Hay algo mejor que aquello a donde nos llevan las emociones: Escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Obedecer. Quién lo diría ¿Verdad?.

La Santísima Virgen expresa en el Magníficat esta verdad. Ella dice “desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. Y su alegría proviene de que se ha proclamado la esclava del Señor, dispuesta a obedecer con todas las consecuencias, se ha entregado para que se haga en ella según Su Palabra.

Y la Palabra de Dios se resume en una cosa. Ser uno con el Padre y con los demás, a imagen de la Santísima Trinidad.

La manera que tiene un esposo de ser uno con el prójimo y con Dios, es haciéndose una sola carne, un solo corazón y una sola alma con su esposa, a imagen de Dios. Y viceversa. Que yo he sido creado/a para mi esposo, es algo que nos revela la Palabra de Dios. Y entregarme a él/ella impulsado/a por las emociones, es fácil. También los que no son cristianos lo hacen. Por eso, los esposos cristianos, nos sometemos mutuamente, por obediencia al Padre. Da igual lo que sintamos, lo importante es que se cumpla su Palabra de que seamos el uno para el otro, tal como nos creó. Y que seamos ayuda mutua, tal como nos creó. Y que nos miremos y veamos exclusivamente nuestro camino hacia Dios, independientemente de nuestros defectos o de nuestros dolores o la intensidad de nuestros sentimientos.

Para ello, tenemos dos opciones: O ser perfectos, que no es posible, o perdonarnos mutuamente. No hace falta que nos apetezca pedirnos perdón. Lo haremos simplemente porque si no, Dios no podrá perdonarme a mí mis faltas. Porque Él lo ha establecido así. Toca obedecer.

Viviendo así nuestro matrimonio, seremos dichosos, mucho más que una madre por sus hijos, aunque ese Hijo fuera el mismo Dios. ¿No es mucha dicha? Es Jesús quien lo dice.

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