EVANGELIO
Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra si mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice:
«Volveré a mi casa de donde salí».
Al volver se la encuentra barrida y arreglada.
Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.
Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».
Palabra del Señor.
Recalculando la ruta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Los demonios son ángeles caídos, y tienen una fuerza brutal. Un solo ángel destruyó con su espada de fuego las ciudades de Sodoma y Gomorra. ¿Quién se atrevería a enfrentarse a él? Pues imaginemos a los demonios, esos “forzudos” a los que les hemos dado un poder de destrucción enorme, deseando sus apetitosos cebos. Son auténticos seductores que nos engañan con una facilidad asombrosa ¿Quién se atreve a enfrentarse a ellos?
Sólo acogiendo el Reino de Dios, nos libramos de los demonios. Y para ello, debemos estar llenos del Espíritu Santo, con la práctica frecuente de los sacramentos, la oración continua de la Palabra, y el esfuerzo constante por cumplirla. No podemos abandonar nuestra relación de intimidad con Dios, o vendrán 7 demonios peores y se instalarán en nuestro interior. Contra ellos, sólo Dios basta.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Estaba el niño con el móvil todo el día. Su padre le quita el móvil bruscamente y lo lanza por el balcón, mientras le grita. Entonces el niño se levanta tirando la silla e insulta a su padre gravemente. La madre se mete por medio defendiendo al niño y el padre se enfurece aún más. Tira unas fotos de la familia que había en la alacena mientras agrede verbalmente a la madre, lleno de ira. La madre, Patricia, llama a su amiga María llorando, y le dice que su marido está desquiciado, que es una mala persona y que les está haciendo la vida imposible. La amiga le responde:
María: Por favor, créete que no es mala persona. No está desquiciado. El diablo se ha hecho fuerte en él. Tiene muchas heridas del pasado, presiones, no se siente querido ni admirado. Ha perdido su dignidad y sólo Jesús se la puede devolver. Tienes que hacer al Señor muy presente en tu casa.
Patricia: Ya pusimos al Señor y no ha servido para nada.
María: No es verdad, has dejado la oración desde hace semanas. No has sido constante y el demonio vuelve fortalecido. Tienes que llenar tu casa de Dios y ser muy perseverante en esto, porque es lo único que salvará tu hogar.
Patricia le hizo caso. Pasaron las semanas y parecía que el ambiente se iba tranquilizando. Pasaron los meses y se empezaba a respirar la paz en aquel hogar. Pasaron los años y se convirtieron en un matrimonio de Dios. El hijo respira un ambiente nuevo y se está llenando también del Espíritu Santo.
Madre,
Perdona a los que no creen en tu Hijo, los que creen más en las pastillas y en las técnicas que en Tu Hijo, que restaura las personas. Perdónales y acrecienta su fe, porque no saben lo que hacen. Que al menos conozcamos a quien es el Camino, la Verdad y la Vida, para que cuando confundamos el rumbo, sepamos reconducirlo. A ti te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.