EVANGELIO
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Palabra del Señor.
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El dueño y los ocupas.
Dice el Señor que si no comemos Su Carne, no tenemos vida en nosotros. La pregunta ahora es: ¿Quiero tener vida sólo los domingos o todos los días de la semana? Mi corazón se debate entre lo que viene del mundo y lo que viene de Dios, y mientras no se llena de Dios, el mundo se me cuela en los huecos, quiera o no. Es una pasada que Dios se haga Pan bajado del cielo, para alimentar mi corazón. Sólo hace falta que yo esté bien dispuesto. Para mí, no sé para ti, es imprescindible la Eucaristía diaria. Sin ella ese día, simplemente, no tengo vida.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Lucas: Teresa, no me insistas. Yo no voy a la Eucaristía diaria, porque no tengo tiempo. Con ir los domingos es suficiente. Eso es lo que manda la Santa Madre Iglesia. ¿Qué tú quieres ir? Pues ve, no te pongo ningún impedimento, pero yo, no puedo. ¿Vale?
Teresa (esposa de Lucas): Cariño, mira, imagínate que tienes una casa donde quieres ir a descansar. Vas cada domingo, pero entre semana se cuelan unos ocupas, y ya no puedes entrar. Es tu casa, y no te dejan entrar, porque está cerrada por dentro. Obviamente, los ocupas no cuidan de la casa, lo tienen todo sucio, tirado por ahí, roto… ¿Qué te parece esta situación?
Lucas: Pues muy injusta. Llamaría a la policía porque no tienen derecho a estar en mi casa, que los echen de inmediato.
Teresa: Muy bien. Yo haría lo mismo. Pues tu corazón es esa casa, y el dueño es Dios. Pero si dejas que entren esos “ocupas” que son todo lo que viene del mundo: Negocios, comodidades, poder, ambiciones terrenales… Esos ocupas que maltratan tu corazón, lo ensucian, lo endurecen y lo destruyen, si dejas que entren, el dueño, que venía a instalarse y descansar en él, a cuidarlo, a llenarlo de vida, no puede entrar. Expulsa a los ocupas de tu corazón, deja que entre el Señor, que se quede a vivir ahí para que no entre nadie más, y él lo pondrá a Su gusto, verás qué hermoso queda y cuánto serás capaz de amar.
Lucas: Gracias Teresa. Hoy mismo llamo a la “policía” para que desaloje. A confesarse toca!!
Madre,
¿Qué puede haber más grande y más hermoso en nuestro interior que Dios mismo? Es una oportunidad tan grande, comer Su Carne y beber Su preciosísima Sangre… No hay mayor don sobre la tierra. Alabado seas, Señor, que te das a mí.