Los esposos de Emaús.
«Cuando estén congregados en mi nombre dos o tres, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20) Qué hermoso si los esposos viviésemos el día a día juntos en su nombre. Ahí estaría Él, continuamente en medio de nosotros.
En nuestra familia ocurren muchas situaciones que nos generan desánimo, pero Cristo camina junto a nosotros. Lo cierto es que, como Cristo tuvo que padecer para entrar en su gloria, así también nosotros, porque no es más el siervo que su señor.
Qué cerca lo tenemos y como los discípulos de Emaús, no le vemos. Santo Tomás le llamaba “El Dios escondido”.
Si no creéis en mí, al menos creed en mis obras, les decía Jesús a los Fariseos. Y las obras que la Eucaristía hace en nosotros, son palpables. Cómo va restaurando nuestro matrimonio cuando se lo presentamos día tras día en el ofertorio… Le reconocemos al partir el pan.
Y cómo nos habla de nuestra realidad matrimonial en el Evangelio: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?” Qué importante es que arda nuestro corazón con su Palabra viva, que nos habla hoy a nosotros como esposos. Leer el Evangelio en familia, es fuente de vida y une, une, une.
Digámosle como los discípulos: Señor, «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Cuanto bien estais haciendo con estas reflexiones Magüi!!
Nunca os lo agradeceremos bastante
Un abrazo
Alabado sea Dios.
Gracias por tu comentario Mª José.
Un abrazo.