Archivo del Autor: Esposos Misioneros

Hijos de la sabiduría. Comentario para Matrimonios: Lucas 7, 31-35

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EVANGELIO

Hemos tocado y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado”
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís:
“Tiene un demonio; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

Palabra del Señor.

Hijos de la sabiduría.

Es cierto que somos un poco quejicas y nada nos viene bien. El que tiene un esposo inquieto quisiera tener uno más tranquilo, y el que lo tiene tranquilo quisiera uno más dinámico. El que tiene un esposo que no habla está deseando que no sea tan hermético y el que tiene un esposo que habla está deseando que calle para descansar un ratito… Y así con el caluroso y el friolero, con el planificador y el espíritu libre o con el seriote (al que se ve como sieso o malaje) y el divertido (al que se le tacha de payaso ridículo).
Pero lo cierto es que hay otros esposos, que son los hijos de la sabiduría y que han sabido valorar el inmenso don que Dios les ha entregado. Esos le dan la razón a Dios.

Aterrizado a la vida matrimonial:

José: Cariño, antes no sabía valorar tu fe y tu religiosidad. Me molestaba y me enervaba. Pero ahora he descubierto el don de Dios que eres para mí y necesito que tires de mí en eso, porque te necesito.
Elena: Yo tampoco sabía valorar tu don de socializar con la gente. Me hartaba y me quedaba en casa sola por mi cuenta para estar un poco tranquila. Ahora me dejo llevar por ti y te acompaño a todo lo que organizas, y me encanta compartir experiencias contigo y con la gente. Doy gracias a Dios por ti
José: Y yo por ti.

Madre,

Dios me ama tanto que me ha dado en mi esposo muchísimo más de lo que merezco. Permite Madre que sea hijo de la sabiduría para saborear todo lo que viene de Dios. Alabado sea por siempre

Sometidos por amor. Comentario para Matrimonios: Lucas 7, 11-17

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EVANGELIO

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántale!
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:

«No llores».

Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo:

«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo.»

Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

Palabra del Señor.

 

Sometidos por amor.

Descubrimos en este Evangelio una “dependencia” del Señor hacia nosotros. Es el amor el que le lleva a someterse a nosotros ¡Increíble! Pero ¿qué clase de amor hace que todo un Dios se someta a Sus criaturas? Un amor inexplicable para el ser humano, un amor que sólo se comprende por la acción del Espíritu Santo. El mismo amor que provoca el sometimiento mutuo de los esposos. ¿Cómo entender si no, ese “someteos los unos a los otros en el temor de Cristo”? Es el amor más grande el que hace posible que uno quede “sujeto” al otro. No te puedes desentender de los sufrimientos de tu esposo, como hace Jesús. No puedes dejar de agradarle, como hace Jesús en Su sometimiento al Padre. Esposos, someteos los unos a los otros como al Señor.

 

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Manolo: Estaba intentando descubrir hasta qué punto somos uno, y me he dado cuenta de que, cuando el amor de Dios está entre nosotros, no hay nada tuyo que no me influya, no hay cruz que no comparta contigo, no hay deseo tuyo que no me interpele, no hay queja tuya que no me llegue hasta lo más hondo de mi alma.

Nuria: ¡Ay cariño! Qué cosas más bonitas y profundas me dices. Quién te ha visto y quién te ve.

Manolo: Sí, es que, cada día te amo más. Al principio vivía contigo, después empecé a vivir para ti y ahora, cada vez más, con la ayuda de Dios, estoy en ti. Sé que meto muchas veces la pata, pero soy completamente tuyo.

Nuria: Lo sé. Noto muchos cambios en ti, y me siento orgullosa de tu camino de santidad. Doy muchas gracias a Dios por ello. Sé que todo esto es obra Suya, porque un cambio así, no puede ser humano.

 

Madre,

Cuánto impacta un sometimiento por amor. El Señor nos lo enseñó en Su vida terrenal y nos lo enseña cada día en su presencia real en la Eucaristía y en cada uno de nosotros. Alabado sea nuestro Señor.

No lo merecemos. Comentario para Matrimonios: Lucas 7, 1-10

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EVANGELIO

Ni en Israel he encontrado tanta fe.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.

Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:

«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».

Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:

«Señor, no te molestes; porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace».

Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:

«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».

Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor.

 

No lo merecemos.

Un hombre al que todos consideraban digno de que el Señor atendiera su petición debido a su generosidad y entrega al pueblo de Dios, no se considera digno de tales favores del Señor. Esa humildad le lleva a tener una fe fuera de lo normal. Algunos andan exigiéndole a Dios que atienda sus peticiones, pero andar en verdad es no considerarse digno ni merecedor de los favores del Señor por muchas cosas buenas que nos creamos que hacemos.

 

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Jaime: Sigo con mi amor propio, porque en cuanto me siento despreciado por ti, reacciono contra ti.

Lucía: No entiendo. Con todo lo que nos entregamos al servicio del Señor ¿por qué seguimos cayendo? ¿Por qué parece que no avanzamos?

Jaime: Bueno, creo que nuestro problema es de falta de humildad, y ganaremos en humildad si aceptamos que no merecemos que Dios nos saque de nuestros vicios, así que, seguir cayendo es una cura de humildad para nosotros.

Lucía: Puede que tengas razón. A lo mejor, el Señor lo que espera de nosotros es que aceptemos nuestra fragilidad.

Jaime: Así es. Damos gracias porque no se ha olvidado de nosotros.

 

Madre,

Demasiado nos ha entregado el Señor para pedirle más. Nos sacará de nuestras faltas cuando quiera y como quiera. En Él y en Su misericordia confiamos. Alabado sea por siempre.

Identidad en juego. Comentario para Matrimonios: Marcos 8, 27-35

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EVANGELIO

Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Y llamando a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma».

Palabra del Señor.

Identidad en juego.

Jesús se identifica claramente con su misión: Él es el mesías, y así se presenta. Yo soy esposo. ¿Me identifico con mi misión? Cuando me ven ¿tienen claro que yo soy ante todo esposo? ¿Y mi esposo? ¿Me reconoce ante todo por ser su cónyuge? O destaco más por otras cosas… Porque igual, estoy perdiendo mi identidad.
Un esposo cristiano se caracteriza porque ama en la cruz, como Cristo. Pensar en otro modo de amar, es acoger la mentira de Satanás. Esposos, huyamos del mal y no pensemos como los hombres, pensemos a lo grande, como Dios.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Laura: Veo que Jesús tiene muy claro que tiene que redimir al mundo mediante el sufrimiento. Sabe a qué va. A veces se me olvida que mi misión contigo, es colaborar con Cristo en redimirte ofreciendo también mi sufrimiento.
Paco: Sí, el Señor nos da una misión muy grande, que es compartir la Suya, y yo muchas veces pienso como los hombres, no como Dios. Él se carga mi pecado sobre sus espaldas. Nadie me ha mirado así ante mi miseria. De mi debilidad, se ha enamorado. Él arrancó mi alma de la muerte. Me siento tan amado. Eso es lo que más me duele, que no le estoy respondiendo, amándote a ti.
Laura: Pero queremos responderle. Mañana lo haremos mejor con Su ayuda. ¿Estás dispuesto a entregar tu vida?
Paco: Estoy dispuesto. ¿Y tú?
Laura: Estoy dispuesta.
Paco: Alabado sea el Señor.

María,

Me encanta vuestra locura de amor. Incomprensible para los hombres, pero arrebatadora para los que eliges. Gracias, Madre!!

Cuesta un riñón. Comentario para Matrimonios: Juan 3, 13-17

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EVANGELIO

Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

Palabra del Señor.

 

Cuesta un riñón.

Celebramos hoy la Exaltación de la Cruz. Cuando el hombre fue creado, según el lenguaje simbólico del Génesis, el árbol de la vida estaba en el centro del jardín. Es decir, que el hombre tenía acceso a la vida eterna. Pero el hombre da la espalda a Dios y por tanto pierde el acceso a la vida, porque Dios, ante todo, nos da la vida.

Dios restituye el acceso a la vida para el hombre a través de la Cruz de Cristo. Es decir, que nuestro acceso a la vida eterna pasa ahora por la cruz de Cristo.

¿No quiero unirme a la Cristo en la cruz? No tendré vida. ¿Decido hacerlo? Generaré vida y la vida será abundante.

 

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Juanjo: Cuánto me costaba aceptar las cruces que me venían, hasta que entendí que eran el camino por el que recibía y podía dar vida.

Teresa: A mí me pasaba igual. El siguiente paso fue pedir al Señor poder permanecer con Él en la cruz. Y el último es desear la cruz para mayor gloria de Dios.

Juanjo: Es verdad que cuando la deseamos, la cruz se vuelve mucho más liviana, porque ya no la llevamos arrastras, sino que es el Señor quien la lleva en nosotros.

Teresa: Y la vida que se genera a través de la cruz…

Juanjo: ¡Es brutal! Cuántos milagros hemos visto. El otro día nos decía uno ¿cómo se puede desear la cruz? Y yo le dije: ¿Te gustaría perder un riñón? Me contestó que obviamente no. Entonces le dije: ¿Y si fuera tu hijo quien necesitara ese riñón? ¿se lo darías? Entonces lo entendió. Cuando hay amor, cuando sabes que a través de la cruz das vida porque colaboras con Cristo en la salvación de muchos, y Él está ávido de entregar Su amor a través de nosotros, entonces, por amor, deseas la cruz.

Teresa: Me encanta. Me parece un ejemplo muy visual. Gracias. Me ha ayudado a aterrizarlo en mi vida.

 

Madre,

Alabado sea Dios por entregarnos a Tu Hijo en la Cruz. Gracias por ofrecerlo Tú también.