Esposos, no tambaleéis
Nosotros damos testimonio de Cristo porque el Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, ha cambiado nuestro matrimonio y lo ha hecho nuevo.
El Espíritu Santo no es una fuerza o una influencia, sino una persona con la que podemos tener una relación. Él habita en nuestro interior y en la intimidad de nuestro matrimonio. Nos enseña a vencer al mundo como Cristo lo venció.
Jesucristo habló en muchas ocasiones de persecuciones. Dirigió nuestra atención al sufrimiento que íbamos a vivir por ellas y nos advierte para que estemos preparados. Vivimos en un mundo hostil a Cristo, a nuestra fe. Sufrimos constantes ataques que pueden hacer tambalear nuestra fidelidad a Dios.
También, cuando nuestros criterios empiezan a ser los del Espíritu, chocamos con los criterios del mundo. Puede que se burle de nosotros nuestra suegra, nuestro cuñado, nuestro padre o nuestra hermana, nuestro compañero de trabajo… puede que perdamos la posibilidad de acceder a un puesto mejor, puede que nos den la espalda como los “raritos” o los “iluminados”. Puede que no nos dejen anunciar el Evangelio porque molesta. Porque de eso sólo se puede hablar en la intimidad… El Señor nos advierte, que no tambaleemos. ¿Por qué nos hace esta advertencia Jesús? Velad y orad para no caer en tentación.
Aunque hay cruz, también hay mucha felicidad: La dicha espiritual. La presencia del Espíritu Santo no evita el odio y la persecución, pero nos da la fortaleza para que la superemos. No tengamos miedo, el Espíritu de la verdad está con nosotros. También estas dificultades sirven para unir el matrimonio. Apoyarnos el uno al otro en el dolor, consolida un amor que es más fuerte que la muerte.
No hemos visto cara a cara a Cristo, pero sí hemos visto sus obras en nuestro matrimonio.
Oramos con el salmo: Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas, con vítores a Dios en la boca; es un honor para todos sus fieles.