EVANGELIO
Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.
Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.
Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
«Deja que coman primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella replicó:
«Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Palabra del Señor.
Nota: Ya está disponible el vídeo del testimonio grabado en Asalto al Cielo:
https://www.youtube.com/watch?v=ZEHTWZY0hyM
Sin sentir vergüenza.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
¿Será casualidad, que justo hoy que sale publicado el vídeo del testimonio en Asalto al Cielo, la primera lectura sea sobre la creación de la relación hombre-mujer a la que nos referíamos en él? Perdonad, pero es sobrecogedor. Nosotros, que intentamos ver a Dios en todo lo que acontece, estas cosas las vivimos como señales claras de Ntra. Madre. Trabajar en Su Proyecto Amor Conyugal, nos hace vivir estas experiencias. Ella nos va dejando señales por el camino, de vez en cuando, para que no nos despistemos mucho.
Así que no podemos evitar poner aquí el texto del Génesis que desgrana San Juan Pablo II, para explicar el núcleo central de lo que comentamos en el testimonio:
PRIMERA LECTURA
Se la presentó a Adán. Y serán los dos una sola carne
Lectura del libro del Génesis 2, 18-25
El Señor Dios se dijo:
«No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».
Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó a Adán, para ver que nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.
Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él que lo ayudase.
Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne.
Y el Señor Dios formó, de la costilla que le había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.
Adán dijo:
«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón».
Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
Los dos estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.
Palabra de Dios.
El Señor Dios, crea una hermosísima relación entre el hombre y la mujer, en la que ambos eran carne de su carne el uno para el otro. Una unión tan pura que no les era posible sentir vergüenza el uno del otro, porque no había ninguna mirada ofensiva entre ellos, no había juicios mutuos ni críticas. No reemplazaban el significado del cuerpo ni de la verdad del otro y sólo veían en el esposo lo que Dios veía, participaban de la mirada del Creador, como dice el Papa. Y el Creador no se escandaliza de nuestras limitaciones. Nos ama infinitamente a pesar de ellas.
Pero el pecado ha entrado en nosotros, y ya, nuestra mirada no es así. No es pura. Y sentimos la necesidad de escondernos, de protegernos el uno del otro. Se activa la vergüenza y el pudor, que es la autodefensa del valor que Dios ha puesto en ti y en mí. Es el resultado de la tentación del Demonio. El mismo que había poseído a la hija de la mujer del Evangelio.
Pero aquella mujer va a “mendigar” la ayuda del Señor. Se conforma con las migajas de lo que Él pretendía darle al pueblo elegido. Tiene tal seguridad en Él, sabe que una Palabra Suya bastara para sanar la niña. Nosotros hoy, también vamos a “mendigar” esa Palabra sanadora de Jesucristo. Nos vamos a arrodillar ante Él, con la humildad de aquella mujer y con la confianza que ella mostró, para pedirle que saque todos los demonios de nuestro matrimonio y de los matrimonios que están luchando y formándose en Proyecto Amor Conyugal.
Esposos, cojámonos de la mano y digámosle estas palabras: “Señor, sabemos que no merecemos algo tan grande como Tu amor, te hemos fallado muchas veces y no somos dignos, pero nos conformamos con las migajas. Derrama sobre nosotros unas gotitas de Tu gracia y pon en nuestro corazón la ilusión de luchar por nuestro matrimonio y el de los esposos que pongas en nuestro camino. Tú creaste nuestra relación de comunión, y Tú puedes recrearla de nuevo. Alabado seas por tanta generosidad y grandeza. Bendito seas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.