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EVANGELIO
El niño iba creciendo, lleno de sabiduría.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Obra maestra.
Dios quiso formar parte de una familia, y con ello, además de dignificarla, nos enseña que ese es el medio de adentrarse en la vida humana, de crecer y robustecerse como personas. En la familia se vive una autoridad de los padres que pretende liberar a sus hijos de la esclavitud del pecado, una obediencia de los hijos que les realiza y les construye, una igualdad de distintos en la que siendo todos de igual dignidad convivimos con nuestras grandes diferencias, una comunión en la que se vive como en ningún otro sitio el amor recíproco, un amor que es el que nos une y hace posible la familia a pesar de nuestras imperfecciones, y la Paz de Cristo que redime una y otra vez nuestras relación. Esta es la riqueza de la familia.
Qué gran milagro de Dios es la familia, qué belleza de la creación, que es capaz de reflejar a la Familia que es Dios.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Esposo: Mi esposa es clave en el cuidado de los pequeños detalles. Ha sido clave para el crecimiento en la fe de nuestra familia. Es la que siempre se empeña en intentar comprender al otro, la que representa el cariño cercano hacia nuestros hijos. Es la delicadeza, es la ternura de la familia.
Esposa: Mi esposo es el cabeza de familia. Es como el pilar al que nos agarramos todos los demás. Es el que da fortaleza, seguridad, el que cuando dice sí es un sí contundente. Él ayuda mucho a la firmeza de nuestros hijos, les enseña a madurar en la vida y les ama desde esa aparente distancia del que por encima de todo sentimentalismo quiere su bien.
Ambos padres: Nuestros hijos son un don de Dios. Cuesta la vida misma sacarlos adelante, pero eso precisamente es lo que nos llena: Entregar nuestra vida para verles crecer sanos (espiritualmente hablando sobre todo). Es un honor que Dios ponga bajo nuestra autoridad a estos hijos Suyos que serán nuestros hermanos en Cristo para toda la eternidad, si Él quiere.
Hijos: Nuestros Padres son una muestra de la sobreabundancia de Dios. Al ver cómo se han entregado nuestros padres a nosotros, entendemos un poco más cuánto nos quiere Dios. Tenemos una deuda con ellos que nunca podremos pagarles. Tantas horas sin dormir, tantos desvelos, tantas preocupaciones, tantas horas para educarnos, para enseñarnos… El honor de haber asistido en primera fila a un testimonio de amor, viéndoles amarse, esforzarse, pedirse perdón…
Padre,
Gracias por la familia que nos has dado. Gracias porque para todos ha sido y es fundamental el amor y la comunión familiar. Gracias porque en ella te hemos conocido y hemos aprendido a rezar. Gracias porque se ve claramente que la familia es tu obra maestra nacida de tu mano creadora. Alabado seas Señor.