Archivo por meses: noviembre 2025

Escucha y persevera. Comentario para matrimonios: Lucas 21,12-19

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Escucha y persevera.

Mi querido Señor, muchas gracias por quererme tanto y por darme tanta luz.
Jesús, nos avisas de que habrá sufrimiento. Y mucho. Pero que no temamos, que nos darás la sabiduría para afrontarlo y para dar testimonio de tu amor en toda situación. Nada tengo que temer estando contigo. No he de temer a quienes pueden matar mi cuerpo, sino a quienes pueden matar mi alma. Yo sólo tengo que perseverar en tu seguimiento y confiar en Ti, aunque no entienda. El resto lo harás Tú.
Jesús, que te escuche de verdad. En cada ocasión. Que no haga nunca mi voluntad, sólo la Tuya. Ahí está la salvación. Contigo, que eres el Amor, el Camino, la Verdad y la Vida. Muchas gracias, mi buen Jesús.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Miriam: Estoy sufriendo mucho con mi hermana. No entiende lo que hago, me critica delante del resto,… No sé qué hacer.
José: Miriam, lo estás haciendo muy bien. El Señor te está guiando. ¡Cómo se nota lo cerca que estás de Él! Acuérdate cómo reaccionabas antes, enfadándote un montón, enzarzándote con ella,… Me admira el testimonio de paz que estás dando ante tu familia.
Miriam: Muchas gracias por tu apoyo. La verdad es que, aunque me duela, estoy con paz. Debe ser la paz de Jesús, porque humanamente no tiene mucho sentido. Pero estoy tratando de hacer lo que Él haría. Algunas cosas no las tengo muy claras, pero lo que no dudo es que no debo entrar en su juego de enfadarme, de atacarla, … y cuando no sé qué decir, sé que es mejor callarme, ofrecérselo al Señor y que Él se encargue.
José: Y se encargará, no lo dudes. ¡Qué maravilla este camino de oración, sacramentos y sacrificios! ¡Hay que decir sí cada día, perseverar, pero no hay nada como ir dejando que sea el Señor el que lleve nuestras vidas!
Miriam: Sin estar pegados a Él es imposible. Estando pegaditos a Él, Él lo hará.

Madre,

Sé Tú quien me guíe. Que yo desaparezca y así Tú me llevas a tu Hijo. ¡Alabado sea Dios!

 

Fidelidad y confianza. Comentario para Matrimonios: Lucas 21,5-11

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-11

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

Fidelidad y confianza.

A través de este Evangelio, Jesús nos exhorta a poner la mirada en lo realmente importante, en depositar en Él toda nuestra confianza y nos advierte de las tentaciones y los engaños de los falsos profetas.
Hoy en día, queremos que nuestros hijos aprendan varios idiomas, que tengan muchas competencias profesionales, que vayan a estudiar al extranjero… y todo eso está muy bien, pero deberíamos preguntarnos ¿les estamos educando para entrar en el Reino de Dios que es lo único y verdaderamente importante?
¿Y nosotros esposos? ¿Nuestra vida está adornada con muchas “piedras de calidad y exvotos”? Quizás ponemos principalmente nuestra atención y confianza en nuestros grupos de amigos, en hacer muchos planes, en los bienes materiales o incluso podemos llegar a ser los “referentes” en muchas cosas, pero realmente todo esto, ¿nos acerca o nos aleja de Dios? ¿nos une al Señor o nos llena de vanagloria y cosas terrenales?
Debemos ser fieles a nuestra vocación: la santidad en el matrimonio y luchar cada día por ella, ayudando también a que otros matrimonios puedan descubrir esa belleza y no se queden solo en cosas superficiales. Cuando tengamos clara nuestra meta, todo lo demás no tendrá la importancia que quizás hoy le damos. ¡¡Nuestra meta es ir al Cielo!!

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Marta: Cariño, ¿te has fijado qué mona va siempre nuestra amiga Lola?
Alberto: La verdad es que prefiero ver lo guapa que eres tú, por dentro y también por fuera. Tienes una belleza que ningún tratamiento ni maquillaje pueden dar. Todas esas horas que dedicas al Señor y ese cariño que pones en todo lo que haces pensando en Él, se ven reflejadas en ti; irradias una luz que nadie puede conseguir pensando en sí mismo.
Marta: Es verdad que, desde que intento hacer las cosas pensando cómo las haría nuestra Madre: trabajar, cocinar, cuidar a los niños, estar contigo… tengo una felicidad que sé que no es mía, sino que me la da el Señor.
Alberto: Si te soy sincero, alguna vez he pensado que te podrías arreglar un poquito más, pero el Señor me está ayudando a despojarme de lo material y a verlo todo con Sus ojos, con una mirada más sobrenatural. Al final está resultando un verdadero regalo, ya que también me ayuda a centrarme en mi vida interior.
Marta: Te lo he dicho más de una vez, cómo se nota el cambio que estás dando desde que procuras más por tu oración. El otro día, nuestro hijo Santi, me comentó que te veía cambiado, más feliz y con más paz. Pidámosle al Señor permanecer fieles a lo verdaderamente importante.

Madre,

Queremos seguir tus pasos, saber qué es lo que realmente importa y no separarnos de nuestro camino de santidad. ¡Gloria al Señor que lo hace posible!

Dar todo. Comentario para matrimonios: San Lucas 21, 1‐4

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas, 21, 1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas y dijo: «En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Dar todo

El Señor nunca se fija en la cantidad entregada, sino en la calidad del corazón con que se da. La viuda pobre ofrece muy poco a los ojos del mundo, pero para Dios es un don inmenso porque entrega lo que tiene, no lo que le sobra. Y esto precisamente es lo que nos pide Dios para nuestro matrimonio: el amor verdadero no se mide por grandes gestos ocasionales, sino por la entrega cotidiana, humilde y sincera.
En la vida matrimonial, muchas veces uno de los dos puede sentirse como la viuda: con poco tiempo, poca energía, cansancio, preocupaciones… Y, sin embargo, cuando aun así se ofrece al otro—una escucha auténtica, un gesto de ternura, una palabra de ánimo, un acto de servicio—ese pequeño “donativo” tiene un valor inmenso. Es dar desde la pobreza, no desde la abundancia.
A veces también ocurre que cada uno guarda “reservas”: tiempo que no comparto, emociones que no abro, tareas de casa que dejo al otro, espacios interiores donde no lo dejo entrar… Jesús nos recuerda que el amor conyugal madura cuando aprendemos a dar no sólo lo que podemos prescindir sin esfuerzo, sino también lo que valoramos y lo que nos cuesta realmente. Esa entrega se vuelve fecunda.
En el matrimonio, como en este Evangelio, los gestos pequeños diarios de amor fiel valen más que cien demostraciones esporádicas.Porque lo grande en la vida conyugal no está en la cantidad, sino en la totalidad del corazón.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

María: Estaba leyendo lo de la viuda que dio sus dos moneditas… y pensé: “¡Ah, igualito que yo cuando llego a casa, con dos gotitas de energía!”
Javier: Pues mira, ¡yo recibo esas dos gotitas como si fueran oro líquido! Mejor que un café doble.
María: No te creas, a veces llego tan cansada que lo único que puedo darte es media sonrisa y un “ahora hablamos», que es mi versión de las dos moneditas.
Javier: ¡Y yo tan feliz! Porque sé que esa media sonrisa ya es inversión a fondo perdido.
María: ¿Y tú? Porque hay días en que tu aporte al matrimonio es… digamos… “simbólico”.
Javier: Oye, oye. Mis dos moneditas incluyen lavar un plato, decirte que estás guapísima y no quejarme cuando veo la factura de la tarjeta de crédito…Eso es amor heroico.
María: Entonces somos como la viuda del Evangelio… pero en versión matrimonio moderno: dando lo poquito que tenemos.
Javier: Exacto. Y con nuestras dos moneditas diarias, al final vamos a terminar ricos… ¡aunque sólo sea en paciencia!

Madre,

María, enséñanos a ofrecer en el matrimonio nuestras “dos moneditas” de cada día.Haz de nuestra pequeña entrega un amor grande y fiel.. Bendito sea Nuestro Señor y Nuestra Madre.

 

Reino de veras. Comentario para Matrimonios: Lucas 23,35-43

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según San Lucas 23,35-43

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Reino de veras.

La conversión de San Dimas comienza al tomar conciencia de su pecado. Desde la cruz contempla a Cristo crucificado reinando, y al mirarlo, su corazón se desnuda. Reconoce su pobreza y, desde esa verdad, entra en la intimidad de Cristo. Podría haberlo llamado “Mesías” o “Rey”… pero elige llamarlo “Jesús”. Y es ahí, al conocerlo, donde empieza a vivir la promesa del Reino.
Esposos, dejemos de mirarnos a nosotros mismos y volvamos la mirada hacia Él. Que sea Él quien nos muestre nuestra pobreza, para que, en cada situación de cruz con nuestro esposo, viviendo en intimidad con el Esposo (con mayúscula), podamos decirle: “Jesús, acuérdate de mí…”. Y que, ante mi incapacidad, mi miedo o mi pecado, sea Él quien ame a nuestro esposo en mi, manteniendo viva la esperanza de que, juntos, estaremos en Su Reino

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Juan lleva dos años sin trabajo, y hoy tenía una entrevista muy importante.
Al llegar a casa tras la entrevista, encuentra a María, su esposa, en el sofá del salón, hablando por teléfono. Más tarde, Juan esperaba que María le preguntara cómo le había ido, pero ella estaba tan ocupada en sus cosas que ni siquiera lo recordó.
La lucha interior de Juan fue grande, pero recordó aquella lectura donde San Dimas le dijo a Jesús en la cruz: “Jesús, acuérdate de mí…”. Fue en ese mismo instante, al rezar esa jaculatoria, cuando Juan recordó que María había pasado una mala noche, y que él no se había preocupado por ella en todo el día. Entonces, se acercó a María y se interesó por cómo se encontraba.
Más tarde, en la oración conyugal, Juan pidió perdón a Dios por no haber estado más pendiente de Su hija. A su vez, María fue consciente de su despiste, y, pidiendo perdón a Juan, y dio gracias a Dios por el precioso esposo que le había concedido, y que tanto la ayudaba.

Madre,

Ayúdanos a vivir en la verdad, contemplando a Tu Hijo reinando desde la cruz. Sea por siempre bendito y alabado, que con Su Sangre nos redimió.

Esposos resucitados. Comentario para matrimonios: Lc 20,27-40

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20,27-40

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Esposos resucitados.

Jesús nos invita hoy a elevar la mirada y ver quién somos y a qué estamos llamados. Hijos de Dios, engendrados en el corazón del Padre para volver a Él y vivir eternamente. Lo que pasa es que nos enredamos en razonamientos mundanos, con los que el demonio hace que dudemos de la bondad de la ley de Dios y así nos alejemos de Él.
Los saduceos no creían en la resurrección, y Jesús les dijo que el Señor es un Dios de vivos, no de muertos. Hoy, gran parte del mundo no cree en la indisolubilidad del matrimonio, pero como a los fariseos, Jesús nos dice que varón y mujer están hechos para ser una sola carne, y que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Cuando por amor a mi esposo, le acojo tal y como es, y me entrego plenamente tal y como soy, podemos alcanzar ya en esta vida un pedacito de la felicidad que Jesús nos promete para cuando resucitemos. Somos testigos de tantos y tantos matrimonios que, al conocer la belleza y la grandeza del matrimonio como Dios lo pensó, han sido resucitados por el Señor, que ya no podemos dudar de su Palabra.
Esposos, vivamos el matrimonio como Dios lo pensó, y comprobaremos que la alegría inunda nuestras vidas.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Jorge: Elena, ¿quieres compartir conmigo lo que te pasa? Hace días que, aunque te diga que no estoy de acuerdo con lo que me comentas, no discutes por nada, y te veo siempre contenta. Me gusta, pero estoy sorprendido, no acabo de entender qué pasa.
Elena: ¿recuerdas que en el retiro de Proyecto Amor Conyugal nos dijeron que el cambio en nuestro matrimonio empezaría por cambiar cada uno? Pues estoy tratando de concretarlo en mi vida.
Jorge: ¿Y qué estás haciendo, exactamente?
Elena: Intento ir a Misa todos los días, y confesarme a menudo. Trato de hacer las cosas como a ti te gustan, para agradarte. E intento ver en todo lo que me dices la voluntad de Dios para nosotros. Por eso no discuto cuando no piensas como yo, entiendo que debe ser otra forma de ver las cosas. Lo llevo a la oración, y luego trato de hacerlo como tú me dices.
Jorge: ¿Aunque no sea como lo ves tú?
Elena: Hombre, Jorge, supongo que cuando tú lo dices no es para fastidiar, sino porque realmente crees que es lo mejor para la familia. Y no es cosa de imponer mis razones, sino de acoger las tuyas, y hacerlas mías. Así, serán nuestras.
Jorge: ¿Y estás así de contenta?
Elena: La verdad es que tengo una alegría que no recuerdo haber tenido nunca. Creo que debe ser la alegría del Señor.
Jorge: Pues yo quiero tener también esa alegría. ¿Me ayudas a conseguirla?
Elena: Claro que sí, tesoro. ¿Empezamos por ir juntos a Misa todos los días que podamos? Y tenemos que perseverar en la oración conyugal.
Jorge: Por supuesto, Elena. Quiero hacer lo que haga falta para tener esa alegría. Y para hacerte a ti tan feliz como me estás haciendo tú a mí. Te quiero.

Madre,

enséñanos a vivir nuestro matrimonio como Dios lo pensó y así empezar a vivir la alegría de la resurrección. ¡Bendita y gloriosa seas, Madre! ¡Alabado sea por siempre el Señor!