Archivo por meses: noviembre 2025

Estad en vela. Comentario para matrimonios: Mt 24, 37-44

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Evangelio del día.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Estad en vela.

Hoy el Señor nos señala la importancia de estar en vela, preparados para cuando Él venga a buscarnos.
Debemos tener el corazón siempre dispuesto al Amor, a la Misericordia, al servicio, a acoger Su voluntad, abiertos a Su Gracia: con la oración, los Sacramentos, la Eucaristía, la confesión; porque no sabemos cuándo será cuando nos llame, y sobre todo acudir a la Gracia de nuestro Sacramento, nuestro matrimonio.
No nos despistemos y nos dejemos llevar por nuestras debilidades y nos auto engañemos, diciendo que todavía queda mucho.
Estemos atentos en nuestro día a día, en nuestra vocación, olvidándonos de nosotros mismos y siempre pendientes el uno del otro como esa ayuda adecuada que somos, ese don tan precioso que es mi esposo, que me ha dado Dios para ayudarnos en Nuestra salvación. Y si a uno le cuesta, el otro anima, si uno se deja llevar por sus debilidades, pues rezamos por él o ella, siempre unidos en oración. Si uno humilla, el otro perdona, si uno se aparta, el otro lo ayuda a volver, si uno llora, el otro le consuela, si uno se alegra, el otro le acompaña compartiendo esa alegría, y así, si pasa el Señor, que nos encuentre en vela.
Ayudémonos a crecer en la Fe y en la Caridad, que la Esperanza en la salvación vaya creciendo y juntos podamos llegar así al cielo.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Javier: Lourdes, deberíamos ir más a la Eucaristía.
Lourdes: bueno, Javier, no empecemos. Ya sabes que no tenemos tiempo: el trabajo, los niños, la casa…
Javier: pues yo creo que podríamos sacar algo de tiempo, porque como nos dicen siempre en Proyecto, acudir a la Gracia es lo más importante, que tenemos que priorizar.
Lourdes: pues eso, yo priorizo comer y todas las tareas que hay por hacer. Tú, como no te importa, pues no lo priorizas. Claro, ¡ya te lo encuentras hecho!
Javier: bueno, puede que lleves razón, prometo ayudarte más con los niños y con las cosas de casa, pero prométeme que lo vamos a rezar.
Lourdes: si ya lo tengo rezado…
(Esa noche, en la oración conyugal)
Lourdes: Javier, perdona por todo lo que te dije esta tarde. Dios me muestra hoy, que lo importante es la vida de Gracia, estar con Él, la Eucaristía, la confesión. Me pide que esté en vela, preparada siempre, porque no sabemos ni el día, ni la hora. Perdona, de verdad. Me he dejado enredar por el maligno y he caído en su enredo.
Javier: esposa, perdonada; y perdona tú porque es verdad que no le doy la misma importancia que tú a las cosas de casa que tan bien cuidas y no te ayudo y no te lo agradezco.
Lourdes: perdonado, esposo. Vamos a intentar sacar tiempo para poder ir a la Eucaristía más a menudo, incluso con los niños, que no les vendrá mal; aprenderán lo importante que es Cristo para sus padres.
Javier: de acuerdo; y yo haré más cosas en casa, y cuando se me pase, tú me lo recuerdas, que ya ves que soy muy dejado.

Madre,

Ayúdanos a estar siempre en espera, siempre preparados para la llegada de Tu hijo
¡Alabado sea por siempre!

Estad despiertos. Comentario para matrimonios: Lucas 21,34-36

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Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 21, 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneos en pie ante el Hijo del hombre».

Estad despiertos.

El Evangelio nos exhorta a “tener cuidado de nosotros mismos”, a estar atentos al mayor enemigo que muchas veces se esconde en nuestro propio corazón. Para nosotros, los esposos, esta vigilancia significa cuidarnos con delicadeza y amarnos con el Amor de Cristo.
San Juan Pablo II nos enseña que el corazón es el lugar donde se decide si el cónyuge será acogido como un don o reducido a un objeto. Por eso, se trata de custodiar el corazón para que la rutina, el estrés o el cansancio no apaguen la mirada de amor hacia nuestro esposo. Jesús también menciona el libertinaje y la embriaguez como signos de un deseo desordenado. Algo similar ocurre en la vida matrimonial cuando la relación se ve dañada por actitudes que impiden la comunión: usar al otro, o refugiarse en escapes como pantallas, adicciones o exceso de trabajo. Estos apegos terminan ocupando el centro del corazón y hacen perder la gratuidad del amor. La vigilancia, entonces, consiste en recordar que, antes que administradores del hogar, somos esposos llamados a donarnos.
Finalmente, Jesús nos invita a velar y orar. En el matrimonio, orar juntos es custodiar la mirada interior: dejar que Dios purifique los afectos y renovar cada día la capacidad de ver al esposo como un regalo. Solo así podremos “mantenernos en pie” en medio de las pruebas y vivir nuestro amor con una entrega alegre.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Carlos: ¿Otra vez todo así? ¡No puedo con este caos! Llego después de todo el día trabajando y ver la casa así… sinceramente, dan ganas de darse la vuelta.
Bea: Carlos, he estado sola con los niños: los deberes, baños, cenas… ¿Y eso es lo primero que se te ocurre decirme? Además, tú llegas cuando ya están acostados.
Carlos: Bea… perdóname. He llegado a casa lleno de preocupaciones, tensiones y miedos. Y en lugar de alegrarme por verte, he dejado que todo eso se descargara sobre ti. Me he dejado llevar por mi “yo”, por ese egoísmo que a veces se esconde en mi corazón y tanto daño nos hace.
Bea: Yo también quiero pedirte perdón, Carlos. El cansancio y la presión del día han hecho que me pusiera a la defensiva en lugar de acogerte con cariño después del duro día de trabajo que has tenido.
Carlos: Bea es tan fácil dejarnos llevar… ¿verdad? A veces no es el desorden de la casa, ni los niños, ni el trabajo. Es lo que llevamos dentro de nuestro corazón que termina siendo nuestro peor enemigo.
Bea: Carlos, me viene al pensamiento las palabras que Jesús nos dijo: “Velad y orad”, creo que es justo lo que necesitamos: velar sobre nuestro corazón antes de que hable o hiera y rezar juntos.
Carlos: ¿Bea, te parece si hacemos ahora la oración conyugal?
Bea: ¡¡Claro que sí Carlos!!

Madre,

guíanos para cuidar nuestro corazón, para ordenar nuestros deseos, para que nada apague nuestro amor y para sostenernos siempre en oración. Gloria y alabanza a Ti, Señor, por siempre.

Fructífero. Comentario para matrimonios: Lucas 21,29-33

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Fructífero.

Hoy el Señor nos muestra cómo a través de los frutos veremos que está Su reino entre nosotros. Y el Señor quiere que vivamos Su reino aquí, en nuestro matrimonio y en nuestra familia. Por eso es muy importante ver qué está pasando a mi alrededor: ¿Hay frutos del buen espíritu? Como dice en Gálatas 5, esos frutos son: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad…
Por tanto debo pararme y hacer un examen a la luz de Dios y ver si estoy en comunión con mi esposo, si con mi esposo tengo palabras de caridad, si vivo la humildad y no el orgullo. Y también si cada ocasión en la que mi esposo peca, veo que es una oportunidad para yo poder crecer en una virtud contraria al pecado. En definitiva, si veo en mi esposo a quien Dios escogió para llegar al Cielo, y vivir el Cielo aquí en la tierra, entonces habrá frutos de vida eterna en nuestro matrimonio y familia.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Inma: Pablo, creo que debemos ir a misa juntos
Pablo: Yo también lo creo, pero se hace muy difícil Inma.
Inma (al llegar por la tarde): Pablo, yo me voy a misa, tú haz lo que quieras, pero yo me voy.
Pablo: Pues yo no puedo, así que vete tú sola.
Inma: Pues tú verás, pero si no vienes pues ahí te quedas.
(Y a la vuelta de Misa)
Inma: Hola cariño, la verdad es que en Misa reflexionaba lo que rezábamos en la catequesis pasada con el grupo de matrimonios de Proyecto Amor Conyugal, que el Señor murió en la Cruz, derramó hasta la última gota de Su sangre, y que se ha quedado en la Eucaristía para instaurar nuestro sacramento, y yo al hablarte así de mal lo estoy despreciando y pisoteando… perdóname Pablo.
Pablo: No, al revés, gracias Inma, por recordarme lo importante que es la Eucaristía, y que ir juntos siempre nos ayuda a vivirla mejor, y a que haya más comunión entre nosotros.
Inma: Bueno, pues podemos organizarnos e intentar ir juntos los lunes, miércoles y viernes que trabajas en casa.
Pablo: Me parece estupendo cariño. Doy muchas gracias a Dios porque siempre me ayudas a centrarme.

Madre,

Muéstranos a tu Hijo, Jesús: fruto bendito de tu vientre, que se haga Su voluntad aquí en la tierra, y así vivamos aquí Su reino. ¡Bendito y Alabado sea por siempre el Señor!

RETIRO MATRIMONIOS MADRID 23 – 25 ENERO 2026

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Nuestra liberación. Comentario para matrimonios: Lucas 21, 20-28

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

Nuestra liberación.

Nos dice hoy el evangelio que los hombres desfallecerán por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo. En la segunda venida de Jesús, el hombre viejo, aferrado al mundo tendrá miedo porque sus «seguridades «mundanas caerán; pero el hombre nuevo que vive del Espíritu levantará la cabeza porque será liberado de la esclavitud del pecado. Entonces podremos ver a Dios cara a cara.
El reino De Dios ya está aquí, en nuestro corazón en gracia, y en nuestro matrimonio si le dejamos habitar en nosotros. Para ello nuestro corazón debe ser purificado, morir al amor propio y acoger y darnos a nuestro esposo.
Podemos elegir vivir en la alegría del reino de los cielos, de los hijos de Dios, o en el temor de los hijos del mundo. ¿Nos apuntamos al vencedor?

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Carla: Jaime, estoy muy preocupada, nuestro hijo Andrés no está bien, ha empezado a hacerse pruebas médicas
Jaime: Te comprendo, yo también lo estoy, pero ¿sabes? Andrés es hijo amado de Dios. Él nos dice que hasta los cabellos tenemos contados. Nada le es ajeno; todo, incluso los sufrimientos, con Él, son para un bien mayor. Acogiendo la Cruz con Él nos unimos a Él.
Carla: Claro, sé que El Señor no nos abandona, y que para llevar la cruz necesito confiar en Él, abandonarme, pero me cuesta.
Jaime: Pues vamos a pedirle al Señor que te de la gracia del santo abandono. Que Él nos sostenga y también que, si es su voluntad, la salud de Andrés sea restablecida. Le decimos desde lo más profundo: Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío. Así Él nos libera del temor.

Madre,

Gracias a tu Fiat, en medio de las dificultades, Jesús vino a salvarnos. Enséñanos a confiar como tú, a esperarle siempre con alegría, libres de todo temor, con un gran deseo de verle un día en plenitud. Bendito sea nuestro Salvador.