Archivo por meses: abril 2024

Metido en un saco.. Comentario para Matrimonios: Lucas 1:26-38

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EVANGELIO

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38.

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:

«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».

El ángel le contestó:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».

María contestó:

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor.

 

Metido en un saco.

Celebramos hoy la solemnidad de la Anunciación, 9 meses y 6 días antes de la Navidad. Es un día solemne porque es un día especialmente grande y merece la pena que nos paremos a reflexionar sobre él. El ángel del Señor le anuncia a Ntra. Madre que se iba a encarnar en Ella el Hijo de Dios. Era algo que se venía anunciando desde hacía tiempo, y hoy, ahora, llega ese momento tan esperado.

Pero ¿qué implicaciones tiene la Encarnación? Para Dios, que se hace hombre y se queda para ser hombre el resto de la eternidad: “acampó entre nosotros”. Dios se implica con nosotros hasta ese punto de hacerse uno de nosotros para siempre.

Y para nosotros ¿qué implicación tiene? Fundamentalmente que Dios se desposa con nosotros: Acoge nuestra carne y por tanto, nuestra naturaleza, para hacernos hijos de Dios, elevarla e introducirla en la Suya divina. Casi nada.

Hoy el Señor me dice: Me entrego a ti y te acojo, de manera que, todo lo tuyo es Mío y todo lo Mío es tuyo y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas para toda la eternidad. Eso sí que es casarse.

 

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Iván: Si el Señor se hizo hombre para la eternidad y de esa manera se compromete con nosotros, y si mi matrimonio contigo es imagen de Su amor a nosotros, entonces, mi compromiso contigo debería de ser tan radical como el Suyo.

Marian: Totalmente. Pero eso ¿en qué se traduce en nuestro día a día conyugal?

Iván: Pues mira, hacía repaso de las cosas me cuesta aún entregarte o en las que me cuesta entregarme. Momentos en que no te escucho adecuadamente ni te digo lo que necesitas escuchar. Momentos en los que me pides cosas que me pesan; situaciones en las que me cuesta darte la razón… No sé. Creo que tengo que esforzarme más para que mi amor a ti se parezca al del Señor.

Marian: Y eso que no has mencionado lo que te cuesta darme de tu postre favorito cuando te pido. Jajaja

Iván: Cómo me conoces. Jajaja.

Marian: Te conozco metido en un saco.

 

Madre,

Cuánto se implica el Señor conmigo. Pone los bellos de punta. Alabado sea el Señor para toda la eternidad.

Acepta las condiciones. Comentario para Matrimonios: Juan 20, 19-31

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EVANGELIO

A los ocho días, llegó Jesús.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
– «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
– «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
– «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
– «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
– «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
– «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
– «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

Acepta las condiciones.

La misericordia del Señor es tan grande, que no sólo no reprocha, sino que acepta las condiciones de Tomás para que crea. Algo tan íntimo e incluso humillante como que meta la mano en Sus heridas.
El resultado que obtiene el Señor de Tomás es una preciosa confesión de fe: Señor mío y Dios mío.
El resultado que obtenemos todos los demás es una nueva bienaventuranza: Bienaventurados los que crean sin haber visto.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Ramón: Una cosa que estoy aprendiendo de las actitudes de Jesús como Esposo es que, ante los agravios, dudas y desplantes de Su Esposa, responde amándola más para sacar de cada situación una posibilidad de que se convierta y crezca en el amor mutuo.
Ana: Supongo que lo dices por la respuesta ante la incredulidad de Tomás en el Evangelio de hoy.
Ramón: Sí, yo estaría molesto porque no hubiera confiado en lo que tantas veces le había dicho de que iba a resucitar y más todavía cuando los demás discipulos ya daban fe de que había sido así. Me encanta aprender del Señor a ser mejor esposo.
Ana: Y a mí, pero tenemos tareíta por delante. En fin, para no repetir lo de Santo Tomás, no desconfiaremos del poder del Espíritu Santo sobre nosotros.

Madre,

Contigo le decimos al Señor: Señor mío y Dios mío. Alabado sea por siempre.

¿Testigos? ¿A quién creer? Comentario para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

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EVANGELIO

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15.

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.

Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.

También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Y les dijo:

– «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

 

¿Testigos? ¿A quién creer?

Jesús “les echó en cara su incredulidad”. No es habitual que Jesús eche en cara algo. Sin embargo, la incredulidad respecto al testimonio de otros, debe tener una importancia especial ¿No os parece?

El testimonio de otros, tiene tanta importancia para Dios y para la Iglesia, que se eleva al honor de los altares a muchos santos. Muchos que se consideran modelos de identificación cristiana. Porque claro, también existe la mentira. ¿Cuándo creer y cuando no? Por un lado, tiene que haber una conexión entre el testimonio y la revelación, para que éste sea fiable. Por otro tiene que haber una coherencia de vida, de manera que la persona se vea que intenta practicar todo aquello que transmite. Y por otro, cuando alguien da testimonio, se compromete personalmente con la causa, en algunos casos llegando incluso a dar la vida.

Cristo habló de que resucitaría al tercer día (revelación) y vienen unos discípulos diciendo que lo han visto resucitado (se comprometen personalmente viniendo y dando la cara ante todos), y no les creen. Jesús, después de echarles en cara su incredulidad, les envía a proclamar el Evangelio, y ¡Ay! de los que no les crean.

 

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Paco se convierte después de una vida de egoísmos y de utilizar a los demás en su propio beneficio, y decide vivir el Evangelio. Obviamente, Paco había dejado muchas heridas en su esposa, en sus seres queridos y no tan queridos. Así que, Paco no empezó a ser un testimonio para nadie durante mucho tiempo. Todo empezó con buenas intenciones y con recaídas más o menos frecuentes, así que, sus buenos actos eran interpretados como “seguro que espera algo a cambio”. Pero poco a poco, por la gracia del Señor, el Evangelio se iba instalando en sus actitudes, en sus conversaciones y en sus prioridades. Paco estaba cambiando de verdad. Paco estaba entregando su vida, abandonando sus intereses y poniendo los intereses de su esposa en primer lugar.

Paco ya no era tan admirado en su trabajo, pero seguía entregándose en él por amor a Dios. No era tan “líder” en su casa, pero intentaba dar gloria a Dios; ni quedaba tan bien con sus amigos por saber tanto de todo. Y es que, la Buena Noticia no es eficaz si no la proclama un “hombre nuevo”. Y eso, nadie lo negaba, ni su esposa, ni sus hijos. Paco era definitivamente un “hombre nuevo”.

Ahora Paco es, ante todo, testigo de la resurrección de Jesús, y su esposa está locamente enamorada del “nuevo” Paco.

 

Madre,

Te doy gracias porque he creído. Tú has estado pendiente de mí, hasta que he creído. Cristo ha resucitado, y está aquí, a mi lado, en mí. Y me ama tan intensamente, que no me abandonará nunca. Y de eso, soy testigo, Madre. Alabado sea el Señor que nos ha salvado. ¡Aleluya!

RETIRO MATRIMONIOS FLORIDA (URUGUAY) 17-19 MAYO 2024

RETIRO MATRIMONIOS FLORIDA – URUGUAY 17-19 MAYO 2024

Cómo conquistar al esposo. Comentario para Matrimonios: Juan 21, 1-14

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EVANGELIO

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Cómo conquistar al esposo.

Solemos escuchar eso de que sólo Dios sacia. Y es cierto, porque hemos nacido para volver a Él. Pero ¿Eso significa que no podemos vivir una plenitud en la tierra a través de nuestra vocación? ¿Está nuestro matrimonio condenado a no darnos la felicidad? Porque en el cielo, no existirá ya el matrimonio. ¿Nos ha llamado Dios a una vocación frustrada por nuestras limitaciones?

Creemos que no. Un Padre no hace eso. ¡Podemos conseguirlo! Podemos alcanzar la plenitud en nuestro matrimonio. ¿Sin la ayuda de Dios? No. Pero es nuestra unión como esposos la que nos dará esa plenitud. Una plenitud que se irá ensanchando y siempre podrá ser más plena, hasta que estemos preparados para abarcar la infinitud de Dios.

Para ello, todo lo que tengo que hacer es conquistar a mi esposo, siguiendo las instrucciones de Cristo: El Evangelio diario. Él nos dirá hacia dónde tenemos que echar las redes cada día, para conquistarle.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ellos se casaron convencidos de que iban a quererse siempre. Pero pasaban los años y su amor se iba deteriorando, hasta que el peso acumulado de afectos negativos era tal, que dejaron de creer en su matrimonio. Entonces decidieron ponerse a trabajar, luchar por cambiar las cosas. Intentaban conocerse mejor, intentaban ser más agradables el uno con el otro, aprender a escucharse… pero no conseguían muchos frutos. El dolor de las heridas mutuas, el abismo que les separaba era tal, que no había manera de franquearlo. Los puentes que intentaban tender eran demasiado débiles y se venían abajo a la primera de cambio. A veces se cansaban de esforzarse, porque parecía que era inútil. Pero siguieron luchando…
Entonces, el Señor, al que invocaban juntos, les abrió un camino nuevo que ellos desconocían. Era el camino del matrimonio verdadero: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Eso es Proyecto Amor Conyugal, hacia donde el Señor nos ha indicado que echemos las redes. Son redes muy resistentes, porque son coherentes y soportan cualquier embate. Son las catequesis de san Juan Pablo II sobre el amor humano. En ellas hemos encontrado nuestra verdad, la verdad de nuestro matrimonio.
Después viene la respuesta de cada uno. En el Evangelio vemos tres tipos de respuestas: La de Juan, el enamorado del Señor, que lo reconoce enseguida. La de Pedro, que salta sin pensárselo dos veces para encontrarse con Jesús, y la del resto de apóstoles que van hacia Él, poco a poco, remando, sin olvidar el pescado que ya habían conseguido. Pero todos llegan a Él.
Ahora el Señor nos espera cada día, en la orilla de nuestro “Mar de Galilea”, con la mesa puesta para que llevemos nuestra ofrenda y comamos con Él. Tú puedes firmar esta historia.

Madre,

Danos la esperanza de saber que nuestro matrimonio nos va a llenar, que es real, que podemos construir una comunión plena con la ayuda de Dios, que podemos hacernos uno. Es la promesa del Señor por nuestro Sacramento. Es muy importante para nosotros, Madre, mantener viva la esperanza. Confiamos en ti. Confiamos en Él. Alabado sea el Señor, que lo va a hacer. Nos lo has prometido.