EVANGELIO
Sígueme. Él se levantó y lo siguió.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «Misericordia quiero y no sacrificio»: que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor.
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Pecador, pero…
¿Qué gano por no querer reconocer mis debilidades y pecados? ¿Soy más grande por ello? Contemplo hoy la actitud de los Fariseos que se creían perfectos porque observaban la ley, y la de Mateo, que se reconoce pecador y sigue a Jesús. Sea más o menos pecador, lo que importa es si sigo a Jesús o no. Y qué bendición que haya venido Él a llamarme para seguirle.
Aterrizado a la vida matrimonial:
María: Pedro, creo que estás tomando las decisiones equivocadas. Además, estás irascible y a los niños no les estás educando con cariño, sino de malas formas.
Pedro: Pero bueno, tú quién te crees que eres ¿Doña perfecta? ¿Te crees que tú estás haciendo las cosas con mucha paciencia? Estás demasiado pendiente de mí. Anda, haz examen de conciencia y mírate tú, en lugar de tanto observarme a mí. En lugar de eso, ya podías estar más cariñosa conmigo, que estoy pasando un momento difícil.
María: Eres un soberbio. No se te puede decir nada…
(Después de una buena confesión)
Pedro: María, Tenías razón. Con esa actitud no estaba siguiendo al Señor, pero ya me he confesado y te pido perdón a ti también. No tengo derecho a trataros así. ¿Me perdonas?
María: ¡Este es mi Pedro! Perdóname tú a mí también. Puede que tuviera razón, pero no he tenido caridad contigo y no he actuado tal como nos enseña el Señor en el Evangelio. Dime por favor qué necesitas para que te ayude en estos momentos de dificultad ¿Vale? Intentaré ser tu ayuda la próxima vez.
Madre,
Alabado sea el Señor que nos da la posibilidad de estar entre nosotros cuando le acogemos con humildad. ¡Gloria! No a mí, sino ¡a Dios!