EVANGELIO
He vistoal Señor y ha dicho esto.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro»».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor.
1er anuncio en Ceuta: José Luis y Magüi HOY 19 de abril a las 20h en la parroquia de Ntra. Sra. del Valle (Calle Brull 20)
Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES pincha aquí: http://wp.me/P6AdRz-D1
No se avergüenza.
Ve a mis hermanos, subo al Padre mío y Padre vuestro. Esa es la novedad que tiene Jesús que anunciarnos. Para eso se aparece a María Magdalena. Somos hermanos de Jesús, soy hermano de Jesús. Mi hermano es el Hijo único de Dios. Esa es la categoría que me corresponde desde Su resurrección, la dignidad que Él ha ganado para mí. Me quedo con una idea que se me repite una y otra vez: Jesús no se avergüenza de llamarme “hermano”. Me lo imagino presentándome a alguien y diciendo: Te presento a mi hermano <mi nombre>. Quizás me avergonzaría yo de mí mismo…
A ver si no me olvido de responder a tanta dignidad actuando como aquel en el que el Señor me ha convertido, aquel del que no se avergüenza al llamarle hermano.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Antonio: A veces me da la sensación de que te avergüenzas de mí. Con tus bromas me ridiculizas en público y me haces sentir fatal. Después yo, reacciono cabreándome contigo, cosa que desde luego no es correcta en absoluto. Yo sólo te hago una pregunta. ¿El Señor se avergüenza de llamarme hermano?
Rosa: No, Antonio. Eres muy digno hermano del Señor. Es verdad que hay veces que me avergüenzo con tus intervenciones en público, pero es por mi vanidad y mi soberbia. También valoro más a otras personas porque las veo más inteligentes que tú, pero es verdad que la inteligencia no da la dignidad. Eso son criterios del mundo, vanidad de vanidades. Por eso, te pido perdón, Antonio. Y ante Dios te digo que, como esposo mío que te ha hecho, no hay otro hombre con más dignidad para mí de la que tienes tú.
Antonio: Gracias, Rosa. Perdóname tú por defenderme en esas situaciones. En esos momentos sí que pierdo mi dignidad porque dejo de comportarme como hermano del Señor. Dejo de comportarme como miembro de la familia de Dios: Los que escuchan Su palabra y la cumplen.
Madre,
La generosidad de Cristo es tal, que viene al mundo a ser humillado para hacernos Sus hermanos. Impresionante. ¿Quién como Dios? Alabado sea.