EVANGELIO
Él había de resucitar de entre los muertos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
– «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
1er anuncio en Ceuta: José Luis y Magüi el 19 de abril a las 20h en la parroquia de Ntra. Sra. del Valle (Calle Brull 20)
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Sólo en un instante.
El poder de Dios no se quiso manifestar contra sus verdugos, pues estos eran víctimas del verdadero mal. El mayor arma del mal es la muerte, y contra ella se hace notar el inmenso poder de Dios. Fue cuestión de un instante, un solo acto redentor, y la muerte queda vencida para la eternidad. Sólo en un instante es vencido el diablo, sólo en un instante cambia nuestra desesperación por esperanza, la oscuridad se vuelve luz, la muerte se transforma en vida eterna. El hombre vuelve a tener acceso al “árbol de la Vida”. Es ahí donde se manifiesta el poder de Dios que supera toda la fuerza destructora con la que quedó marcada la creación, el universo entero, avocado a un final dramático.
Pero solo si formamos parte del Él, de Cristo, resucitaremos con Él en el único acto redentor. Un acto de una potencia descomunal, en el que se manifiesta el poder de Dios en el que cabe todo el universo.
Por fin el Esposo, se hará completamente uno con Su Esposa. Cabeza y Cuerpo harán uno solo. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés: Cristina, no merece la pena que sigamos compitiendo entre nosotros. Ni que nos defendamos el uno del otro. Así le damos al mal el poder que ha perdido. Yo propongo vivir como esposos que se saben salvados del mal, vivir aquí el Reino de Dios del que nos separa un pequeñito paso. Exhalar el último aliento, ¡Y ya! ¿Para qué esperar a ese momento si ya estamos salvados?
Cristina: Pues tienes razón, Andrés. Es perder el tiempo y amargarnos la vida a nosotros mismos. Tenemos el poder de Dios de nuestro lado, y ya hemos visto de lo que es capaz. Así que me apunto contigo al bando ganador.
Andrés: Dios quiere, así que, ya solo depende de nosotros. Él ya ha vencido a la muerte ¡Aleluya!
Cristina: ¡Aleluya!
Andrés: ¿Lo sellamos con un beso?
Madre,
Alégrate porque nosotros haremos lo que Él nos diga. Alabado sea el Señor que ha vencido a la muerte. Gloria a Él por siempre ¡Aleluya!