Archivo por meses: mayo 2020

¿Piedras de tropiezo? Comentario para Matrimonios: Juan 6, 60-69

EVANGELIO

¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

Palabra del Señor.

¿Piedras de tropiezo?

Señor, a veces mi miseria, mis caídas o mi carencia en virtudes me pueden parecer un problema en el camino hacia ti y las vivo como piedras de tropiezo. Son piedras que me podrían desanimar. Pero hoy he descubierto que no, que son una ayuda. Cuanto más caigo en el valle de la propia humillación, más listo estoy para amar. Más abierto estoy para abrazar a otros, a cualquiera por muy despreciable que parezca, porque yo también lo soy. Y además, descubro que sólo Tú, sólo Tú puedes hacerlo. Sólo te tengo a Ti. No me queda nada más… y nada menos. Señor, Tú tienes palabras de vida eterna y sé que Tú eres el Santo y sólo Tú puedes llevarme a la santidad.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ramón: Teresa, yo creo que ya no voy a ir más a la reunión de matrimonios. Aprendemos cosas, pero luego no nos sirve de nada. Seguimos discutiendo en muchas ocasiones, tú pierdes los nervios, como ayer, y te pones hecha una furia.
Teresa: Ya, Ramón pero es que seguimos en camino. Vamos avanzando poco a poco. Estamos aprendiendo sobre la verdad del matrimonio, y nos estamos esforzando, aunque deberíamos poner más interés. Ya vamos sabiendo identificar nuestros errores, y por temporadas vamos mejorando. Pero una cosa sí te digo, si no seguimos aprendiendo sobre la verdad del matrimonio, si no nos sentamos a hablarlo juntos al menos una vez al mes, si no tenemos un grupo de referencia, si no nos ponemos un compromiso para reunirnos una vez al mes ¿Dónde vamos a ir?. El Espíritu está en la Iglesia, y nosotros participamos en ella. Ese es el camino, Ramón.
Ramón: Comprendo, estoy siendo objeto de una tentación. Es cierto que dejar este camino no sería una alternativa mejor, más bien al contrario, me lleva a la perdición. Sólo nos salvará perseverar en el camino que nos señala el Señor.

Madre,

Tú nos guías, tú eres Madre de la Iglesia. Todo lo que aprendemos viene del Espíritu Santo, y no vamos a rendirnos. Te seguiremos, porque Tú nos llevas hacia el Señor y Él es el Santo, el Consagrado de Dios. Alabado sea por siempre. ¡Aleluya!

6º aniversario. Comentario para Matrimonios: Juan 6, 52-59

EVANGELIO

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

6º aniversario.

Señor, tengo hambre de ti. Leo una y otra vez la frase “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” Señor, sin ti me falta la vida. Si no me alimentas ¿de qué me vivo? Si no vivo por ti ¿por quién vivo? Ven a mí, Señor. Sin ti soy un río seco, un lago convertido en ciénaga, soy aire contaminado que se hace irrespirable. Si no vienes ¿En qué pienso? ¿De qué hablo? ¿Qué hay que me motive? Mírame, Señor, soy un pez fuera del agua que se está ahogando con cada bocanada, y cuanto más hace por respirar, más se ahoga. Y sigo repitiendo una y otra vez: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Es la esperanza que me mantiene vivo. Ven a mí, Señor. Ven ya.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marina está cansada de que su esposo no quiere compartir la fe con ella. ¿Qué puede hacer para que la comparta? Marina está angustiada por este motivo. Su esposo le dice: Marina, no me ayuda que me insistas y tampoco me ayuda ver tu comportamiento conmigo. No me dejas libertad y me ahogas con tu insistencia. Tú haz lo que quieras, yo no me meto ¿no? Pues haz tú lo mismo. Pero Marina no acaba de aceptar que su esposo no se convierta. De repente un día cae en la cuenta de que no es feliz. Y se pregunta: ¿Si tengo al Señor, por qué me empeño tanto en que las cosas sean como yo quiero? A partir de ese día, Marina empezó a disfrutar de tener al Señor y disfrutaba del Señor, y se alimentaba del Señor. Gracias Señor -decía constantemente- en esta situación me quieres, en esta situación me quiero yo. Bastante tengo con tenerte. Al cabo del tiempo, su esposo descubrió que había una esposa nueva en Marina y esto empezó a llamarle la atención.

Madre,

Hoy hace 6 años que empezamos con estos comentarios, gracias al alimento que el Señor nos proporciona, gracias al Espíritu que nos ilumina y que nos da el don para perseverar y gracias a Ti que iniciaste este camino y que nos guías y nos impulsas día a día. Hoy nos arrodillamos a tus pies y desde ahí te enviamos un beso enorme y un enorme ¡Gracias bendita Madre!