Archivo por meses: abril 2020

¿Gobierna el Espíritu? Comentario para Matrimonios: Juan 3, 1-8

EVANGELIO

El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 1-8

Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? ».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo»; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor.

¿Gobierna el Espíritu?

Jesús me dice hoy que tengo que nacer de nuevo, nacer del Espíritu. Arrepentirme no es suficiente. Si no nazco del Espíritu y vivo según las pasiones de la carne, no sirve. Entiendo perfectamente aquellas actitudes de san Francisco, san Ignacio, Santa Teresa… Ellos hicieron un cambio drástico en sus vidas, un cambio en el que dejaban ya de gobernar sus propias almas para dejar que fuese el Espíritu quien las llevase hacia Dios por Su propio camino. Yo ni siquiera sé llevarme a mí mismo hacia Dios y todas mis estrategias y propósitos no funcionan. Tengo que nacer de nuevo, tengo que renunciar a toda la “nada” para recibir al “Todo”, como San Juan de la Cruz. Basta ya de defenderme, basta ya de dar mis razones. Humildad y obediencia… Señor, hazlo Tú, que yo no puedo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Él lleva varios días agobiado porque, por las circunstancias urgentes del día a día, no consigue avanzar en un trabajo importante que tiene pendiente. Hoy ya había tomado la determinación de centrarse y avanzar. Pero su esposa le interrumpe con otras cosas y, en un momento dado, hace incluso un comentario sobre lo que lleva ya trabajado, que tira por tierra las ilusiones que él había conseguido reunir para ponerse a ello. Además, quiere que él haga el trabajo de otra manera diferente a como lo está haciendo… Él pierde la paciencia y responde diciéndole a ella algunas cosas que tampoco hace correctamente en sus trabajos… Sin gritar, pero ¿con qué intención? Se crea entre ambos un clima de oposición. Por al noche, cuando él le pide perdón a ella, su esposa en lugar de perdonarle y ya, comienza a darle un discurso aleccionador… y él vuelve a responder presentándole a ella sus desatinos. Vanidad de vanidades… ¿Acaso está dejando él que gobierne el Espíritu su corazón? Puede que tenga razones para aducir en su defensa, pero esto no es ser un esposo cristiano, porque no es el Espíritu de Dios quien gobierna este proyecto de amor.

Madre,

Ayúdame a renunciar, naciendo de la voluntad de mi esposo, para que el Espíritu pueda apartar de mí todo lo que me separa del amor de Dios. Te doy gracias porque a través de mi esposo, puedo nacer del Espíritu, puesto que el Espíritu está en nuestra unidad conyugal. “La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular”. Cristo ha resucitado en mi matrimonio. ¡Aleluya!

Fe y eficacia. Comentario para matrimonios: Juan 20, 19-31

EVANGELIO

A los ocho días, llegó Jesús.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

Fe y eficacia.

Señor, como respuesta a los inmensos dones que me has dado al crearme, al redimirme y al santificarme, me pides que tenga fe y me envías a proclamarla al mundo entero. Mi respuesta de fe es importante para mí y es por eso que te importa. Tu gracia, la que nos has dejado sobre todo a través de los sacramentos, será eficaz en mí si mi disposición para recibirla es la adecuada. Sólo con Tu gracia llegaré a la vida eterna y es por eso que mi fe te importa.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: Yo pensé que la que se unía a mi esposo era yo y claro, confiaba en mis fuerzas.
Ana: ¿Y qué pasó?
Marta: Que acabé perdiendo la esperanza, porque era incapaz de amarlo en todas las circunstancias.
Ana: Lógico. ¿Y quién sí?
Marta: Cristo. Ese es mi secreto. Cuando comprendí que Él era realmente quien me unía a mi esposo, entendí la dinámica del amor. Dios me da la Gracia y yo la acojo con mi fe y mi esfuerzo. Pero ni mi fe ni mi esfuerzo no me hacen crecer en el amor, sino Su Gracia. Vamos, el Espíritu Santo. Sin embargo, si me atribuía los méritos como si fuesen consecuencia de mi esfuerzo, me envanecía y veía a mi esposo peor que yo. En consecuencia, perdía la Gracia y el Espíritu no podía seguir actuando ¿entiendes?
Ana: Sí. Ahora sí. Debo tener la disposición necesaria para que el Espíritu actúe por la gracia que he recibido en mi sacramento. Sin embargo, el amor crece por acción del Espíritu y no como resultado de mis esfuerzos.
Marta: Correcto, pero recuerda la importancia de tu fe, tienes que tener la seguridad de que tu sacramento es eficaz. Cuando empecé a vivirlo de esta manera, empezó a crecer el amor de Dios en nuestro matrimonio, y es algo mucho más grande que nosotros mismos.

Madre,

Cuánta grandeza nos perdemos por la dureza de nuestro corazón. Dios nos ama tanto… Tú supiste absorber toda Su Gracia. Envíanos Su Espíritu, Madre, para que nos quite el corazón de piedra y nos dé un corazón de carne. Amén.

Testigos para creer. Comentario para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

Testigos para creer.

Jesús me empuja a creer en los que han sido testigos de la verdad. Él quiere que crea, que me fíe, que me deje influir por aquellos que han tenido una experiencia de la presencia de Dios, y esta presencia ha dado frutos en su vida.
¿Cuántas veces vemos a Cristo echarle en cara algo a los apóstoles a lo largo de todo el Evangelio? Sin embargo, en esta ocasión, es muy contundente: “les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.”
Después, los envía a que den testimonio por el mundo entero, de la buena noticia, del Evangelio.

Si somos un matrimonio que hemos recibido la luz del Evangelio en nuestra vida de esposos ¿damos testimonio de ello a otros muchos matrimonios? Hoy tenemos que sentirnos enviados por Él. Si somos un matrimonio que aun no estamos saboreando el Evangelio en nuestro matrimonio, creamos en los que sí lo están viviendo. Señor, ¡Creo!

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jorge: Estamos viendo a otros matrimonios como vosotros, que están viviendo un cambio impresionante en su matrimonio. A nosotros nos gustaría y, no os voy a engañar, nos da cierta envidia. Pero creo que en nuestro caso es imposible.
Matrimonio Tutor: Jorge, ¿tú crees que el Señor os iba a mostrar lo que hace con nuestros matrimonios para poneros los dientes largos? Os podemos asegurar que si Él ha resucitado nuestro matrimonio, también puede resucitar el vuestro.
Jorge: Ya pero vosotros es distinto.
Matrimonio Tutor: No siempre fue así. Estuvimos en la misma situación que vosotros. Os lo podemos asegurar. Hoy nos pone a nosotros en vuestro camino para algo. Creed en Él, creed en Su poder. Él os ha llamado a través de nosotros para hacer Su obra. ¿No lo veis claro?
Lola (Esposa de Jorge): Jorge, tienen razón. El Señor nos está poniendo mediadores para llegar a nosotros. Tenemos que creer.
Jorge: Vale, pues nos ponemos en vuestras manos.
Matrimonio Tutor: En Sus manos. Agarraos y preparaos para vivir grandes cosas!!

Madre,

Es tan grande el don de Dios, que a veces nos puede parecer increíble. Parece increíble que se pueda construir realmente una comunión entre esposos, pero nosotros sí lo creemos, sí le creemos. En ti confiamos.

Dones sin amor. Comentario para Matrimonios: Juan 21, 1-14

EVANGELIO

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Dones sin amor.

Señor, puedo estar trabajando y esforzándome toda la vida y hacer muchas cosas, pero si no trabajo en la dirección que Tú me dices, no recogeré ningún fruto. Y viceversa, si me pongo en Tus manos, si trabajo para ti, los frutos serán sorprendentemente abundantes y me esperarás con la mesa puesta cuando esté junto a ti en la otra orilla de la vida.

Sin el Señor, no hay amor y sin amor:
La inteligencia sin amor, te hace perverso.
La justicia sin amor, te hace inmisericorde.
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La docilidad sin amor, te hace servil.
La pobreza sin amor, te lleva a perder la dignidad.
La belleza sin amor, te hace vanidoso.
La verdad sin amor, te hace hiriente.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, esclaviza.
La oración sin amor, te hace soberbio espiritual.
La ley sin amor, esclaviza.
La fe sin amor, te hace fanático.
La cruz sin amor, te convierte en estoico.
La vida sin amor, pierde todo sentido.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Matrimonio Tutor: El último día os pedimos que escribierais todos vuestros dones. Os dimos una lista para ayudaros. ¿Qué tal ha ido?
Jaime: Regular, porque le enseñé mi lista y me dijo que no estaba de acuerdo. Que yo no tenía muchos de los dones que había puesto.
Teresa: Me pone algunas cosas que yo no percibo, desde luego.
Matrimonio Tutor: No era el momento de compartirlos, pero bueno… Ahora os proponemos una nueva tarea: Al lado de cada don, escribir si los estáis destinando a realizar con ellos obras de amor.
(A la semana siguiente)
Matrimonio Tutor: ¿Qué tal ha ido?
Teresa: Ahora lo he entendido, tengo muchos dones, pero no los utilizo para amar. Por eso no dan fruto.
Jaime: También yo lo he entendido, por eso mi esposa no reconoce muchos de esos dones en mí, porque no la amo con ellos.

Madre,

Intentamos estar atentos a la voz del Señor para seguir el camino que nos quiera trazar. Señor, sin ti ¿a dónde iríamos? Estamos deseando sentarnos a la mesa contigo. Alabado seas por siempre.

Difícil de conciliar. Comentario para Matrimonios: Lucas 24, 35-48

EVANGELIO

Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y le dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor

Difícil de conciliar.

Señor, me cuesta conciliar tu naturaleza divina con tu parte humana, comes y bebes, como yo. Me cuesta también conciliar los padecimientos por los que tengo que pasar para seguirte, con la resurrección a la que me llevarás si te sigo. No parece que los padecimientos lleven a la libertad y a la plenitud, aunque algunos grandes santos sí han llegado a experimentarlo e incluso a desear sufrir más por ti. Sólo te puedo decir que estoy aquí y me ofrezco para hacer tu voluntad y lo demás que necesite ya me lo darás cuando quieras abrir mi entendimiento. En mi corazón te acojo, Jesús resucitado.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: A mí me parece muy bien que me digan que el amor no tiene nada que ver con estar de acuerdo. Es más bien cuestión de conocernos, comprendernos y así poner nuestros dones al servicio del otro para poder ayudarnos y apoyarnos. Pero insisto ¿Qué hacemos cuando no estamos de acuerdo?
Juan: Te entiendo, porque en esos casos tampoco podemos quedarnos paralizados ni tomar las decisiones echándolas a suertes. Yo creo que en esos casos lo que tenemos que hacer es buscar la voluntad de Dios. El Señor está en todos los detalles de nuestro día a día. Seguro que nos ayuda.

Madre,

Estamos deseando volver a celebrar la gran venida del Espíritu Santo a nuestros corazones. Necesitamos recibirlo con mucha humildad para que nos empape bien. Lo esperamos con ansias, Alabado sea Dios que viene a nuestros corazones. Amén.