EVANGELIO
No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, en gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Pan del cielo les dio a comer»».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».
Palabra del Señor.
No trazo yo el camino.
Señor, hoy me pides que tenga fe. Veo las consecuencias que la fe tienen en mi vida. Si tengo fe, la fe me lleva a la esperanza y a la caridad. Pero además, la fe me ayudará a vivir el momento presente y dejar el pasado en manos de tu misericordia y el futuro en manos de tu providencia. Esto me dará una paz especial. La fe me lleva a tener momentos de silencio contigo y el silencio me permite escuchar las mociones del Espíritu Santo que me indican el camino. La fe me ayuda a ser fiel a ti, a obedecer, a tener confianza en tus designios. Me ayuda a vivir cada momento con la tranquilidad de que Tú estás detrás. Y podría seguir hablando de los frutos sobre la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Realmente Tú, Señor, eres mi alimento para la vida eterna.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ana, no soportaba que su marido siguiese viendo ese tipo de películas de violencia con los niños. Tampoco le parecía bien que se pusiese a bromear con ellos justo a la hora de acostarse, ni que les diese chucherías a la hora de comer… ¿Si no se lo digo nada, quién se lo va a decir? No puedo dejar que siga maleducando a los niños de esa manera. Hacía falta poner orden en casa, y siempre le tocaba a ella tirar de todo y de todos. Estaba harta y no podía seguir así. Sin embargo, Ana descubrió que no servían de nada todos sus esfuerzos, porque todo seguía yendo igual. Lo único que conseguía era un berrinche y crear mal ambiente en su hogar. No era ella quien debía trazar el camino hacia la santidad. Así que miró al Señor y le dijo: Señor, confío en ti. Y se dedicó a sonreír, a disfrutar con su esposo y sus hijos, mirando para otro lado cuando su esposo hacía algo que a ella no le gustaba. De vez en cuando, hablaban juntos de sus proyectos educativos para sus hijos y se planteaban qué querría el Señor para ellos. Les ilusionaba encontrar juntos los planes de Dios para su familia y lo hacían constantemente. Mucha más vida interior, mucho más silencio en sus corazones, sin bullicio de quejas, disconformidades y exigencias. Y el Espíritu Santo fue haciendo su trabajo como sólo Él sabe hacerlo. Y su trabajo es construir santos.
Madre,
Conocemos gente que se ofrece a ayudar, gente que se implica mucho, pero sólo conozco a uno que se hace Pan para ser comido por nosotros. Es de una sobreabundancia enorme. Dios, siendo Dios, siendo infinitamente superior a mí, es el que más se entrega a mí, el que reside en mí y me transforma y me eleva y me llena. Alabado sea el Señor Eucaristía. Amén.