EVANGELIO
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús, diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor.
Avisos:
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- RETIRO en Navarra: 13-15 de diciembre. Información e inscripciones aquí: http://wp.me/p6AdRz-1Xg. COMPLETO.
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Su Cruz, mi cruz.
Como cristianos, compartimos la Cruz de Cristo diariamente, o deberíamos. Hoy nos situamos con Jesús en el Gólgota, para compartir el momento de la cruz. Allí encontramos 3 cruces. Una de ellas es la de Cristo, una Cruz que sólo Él puede ocupar, porque sólo Él puede vivir la cruz de esa manera, como el único Inocente que se ofrece a sí mismo como Cordero en expiación por los pecados del mundo entero.
A nosotros nos quedan dos posibles cruces. La del mal ladrón, que es ese que anda quejándose de su cruz, que además considera que no se la merece y le exige a Dios que le baje de ella. Esta es la cruz de los esposos que no paran de quejarse y que no quieren sufrir. La otra que podemos elegir es la del buen ladrón, ese que reconoce que merece estar en la cruz, porque es un miserable, ese que reconoce que Jesús es Dios, que es el único inocente. Desde su sencillez y humildad, se limita a pedirle a Jesús que se acuerde de él cuando esté en el paraíso. El resultado es que es el primer santo de la historia de la Iglesia y el único proclamado directamente por Jesús. Merece la pena reconocer nuestra debilidad, acoger nuestras cruces y reconocer la Divinidad de Cristo. ¿No os parece?
Aterrizado a la vida matrimonial:
Laura: Señor, mi esposo no avanza a la velocidad que me gustaría. No tiene tanta necesidad de comprensión, de compartir nuestras cosas, de oración juntos. Para mí es un sacrificio enorme, Tú lo sabes, pero yo te ofrezco esta cruz que me merezco, unida a Tu Sacrificio, por su salvación. Confío en ti, Señor, haz posible nuestra comunión cuanto Tú quieras.
Jesús: Laura, Tú estarás conmigo y con tu esposo en el Reino de los Cielos.
Madre,
Aceptamos nuestra cruz con humildad. La aceptamos como el camino de Cristo nos muestra para llegar a alcanzar Su gloria. Él es el camino, la Verdad y la Vida. Señor, acuérdate de nosotros desde tu Reino. Alabado sea Dios.