
Tengo que luchar cada día contra la seducción del mal y no inducir al mal a mi esposo/a. El Señor me purifica y, aunque escuece, me hace feliz.

Tengo que luchar cada día contra la seducción del mal y no inducir al mal a mi esposo/a. El Señor me purifica y, aunque escuece, me hace feliz.

Nuestro amor no es perfecto pero es verdadero. Los esposos hemos recibido el don de alcanzar la Caridad Conyugal, un amor más exigente y hermoso que podemos vivir.

Jesús me invita a ser el último y el servidor de mi esposo/a. Una tarea digna de la Madre de Dios que así lo hizo.

Hay resentimientos, heridas, miedos… entre los esposos, en lo más profundo. Haced presente a Cristo ofreciendo sacrificios de acogida y entrega mutua. Él sabrá qué hacer.

Tengo que amar a mi esposo como respuesta al amor infinito que Él me ha dado y me da cada día. ¿Qué más da si mi esposo me ama más o menos?