El perdón es la respuesta, incomprensible para nosotros, del Amor infinito de Dios ante mi pecado y el de mi esposo/a. Tengo obligación de abrirme a la misericordia de Dios y perdonar a mi esposo/a. Sigue leyendo
Archivo por meses: agosto 2018
Porque convenía. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 39-56
EVANGELIO
El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” – como lo había prometido a “nuestros padres” – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Palabra del Señor.
Porque convenía.
Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de María.
«Convenía que aquella que había sido conservada intacta en su virginidad conservara intacto su cuerpo de la muerte. Convenía que aquella que había llevado en su seno al creador del universo como un niño tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que aquella que vio morir a su Hijo en la cruz lo viera ahora sentado en su gloria. Convenía que la madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por todas las criaturas como Madre de Dios»
Admiramos hoy la belleza de Ntra. Madre, que es subida al cielo en cuerpo y alma, precediendo a todos Sus hijos. Hoy es un día de esperanza y de gloria.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Alicia: Y ahora ¿qué hacemos?
Raúl: Confiar en Ntra. Madre. Ella tiene todo el poder. Es Medianera de todas las gracias. ¿No va a poder resolver nuestros problemas?
Alicia: Pues sí, claro que puede. Lo mejor que hemos hecho ha sido consagrarnos a Ella. Todo por Ella y para Ella. Así que, seguimos entregados y confiando en Ella. Recemos juntos, como cada día, el Santo Rosario.
Raúl: Qué paz da tener una Madre así.
Ambos: Por la Señal de la Santa Cruz…
Oración a la Virgen (de San Juan Pablo II)
¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de la salvación para todo el mundo!, vuelve benigna tu mirada maternal hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias.
¡Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro preciado transmitido por nuestros padres.
¡Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora!, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las que hemos renunciado a Satanás, a sus obras y seducciones, y sepamos dar al mundo un gozoso testimonio de esperanza cristiana.
¡Oh Virgen clemente, que siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el desamor y hasta, desgraciadamente, por el odio y la guerra! enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial. Amén.
Inocencia conyugal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
EVANGELIO
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
Palabra del Señor.
Inocencia conyugal.
Me llama la atención que Jesús no pone como modelo del reino de los cielos a un religioso, ni a un maestro, a un sabio, ni a un sacerdote, ni a un padre o una madre, ni siquiera a un santo.
Porque todos podemos llegar al reino de los cielos, y todos llevamos un niño dentro. En lo más profundo de mí, sigue estando aquel niño que he ido enterrando con los años. Con los desengaños he ido poniéndole capas al corazón, por las críticas he ido eliminando la espontaneidad, por la dureza de la vida he ido apartando la ternura, por la competitividad he despreciado la sencillez… en definitiva, he acabado con la felicidad de que gozaba aquel inocente niño.
Pero el Señor quiere que lo recupere, que ahonde en mi interior y rescate a ese niño que Dios ha puesto en mí: Tierno, sencillo, espontáneo, dócil, manso, confiado. Señor, quítame este corazón artificial de piedra y dame de nuevo un corazón de carne, sano, alegre.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ana: ¿Qué nos ha pasado? Ya no bromeamos, ni reímos como antes. En lugar de unirnos y disfrutar juntos, nos criticamos mutuamente. Han desaparecido casi totalmente los gestos de cariño…
Manolo: Nos ha pasado que nos hemos hecho duros. Exigentes, intolerantes a las debilidades del otro, vengativos…
Ana: Esta vida así es un asco. Estamos todo el día amargados. De vez en cuando miro tu cara e imagino la mía, y me dan ganas de llorar. ¿Dónde han quedado nuestras ilusiones? ¿Y nuestra chispa? Ya no jugueteamos…
Manolo: Tenemos que pedirle al Señor que nos devuelva la alegría, la espontaneidad, todas esas cosas hermosas que había creado en nuestro corazón. Apartemos todo lo oscuro, todas las heridas y rencores, que nos llevan a permanecer así, y empecemos de nuevo a construir un matrimonio como Dios lo pensó.
Ana: Sí, un matrimonio en el que el más grande es el más pequeño, en el que los dos nos consideramos hijos de un gran Padre.
Manolo: Gracias a Dios!!
(Manolo y Ana vuelven a bromear, a juguetear, a no darle importancia a los errores que comete el otro… Manolo y Ana son ahora un matrimonio a la medida del Reino de Dios)
Madre,
A veces vamos de adultos y Tú nos debes mirar con mucha tristeza, porque nos olvidamos de que somos hijos, tus hijos, pequeños, incapaces de nada sin el Padre. Ayúdanos a alcanzar la “inocencia conyugal”, ayúdanos a recuperar la inocencia que Dios quiso poner desde el principio en nuestro corazón. Por Jesucristo tu Hijo Nuestro Señor. Amén.
Derechos de hijos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 22-27
EVANGELIO
Lo matarán, pero resucitará. Los hijos están exentos de impuestos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27
En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo:
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día».
Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron:
«¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?».
Contestó:
«Si».
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:
«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?».
Contestó:
«A los extraños».
Jesús le dijo:
«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».
Palabra del Señor.
Derechos de hijos.
Este Evangelio siempre me ha resultado extraño. ¿Qué tiene que ver la pasión de Cristo con el pago de impuestos? Y es que, Jesús nos está hablando de sus “deberes” como Hijo primero y sus “derechos” después. Jesús viene a dar su vida por salvar al mundo ¿No aporta ya más que suficiente como para no tener que pagar impuestos?
Pero hoy nos vamos a fijar en esa escena en la que Jesús demuestra que recibe la moneda del Rey Padre a través de un pez, y la comparte con Pedro. Es una manera de decirle a Pedro (y a través de él, a todos nosotros): Ey! Que vosotros sois también hijos de mi Padre, y que tenéis los mismos deberes y por tanto, podéis participar de los mismos derechos que Yo.
Pues sí, ser hijos, nos obliga a seguir a Cristo y entregar nuestra vida en manos de los hombres, pero por ser hijos, Dios nos da también la oportunidad de participar de los derechos del Hijo. Sobre nuestras deudas terrenales, no nos preocupemos, Dios proveerá. Esposos hijos de Dios, acceded al deber que Dios nos concede de amar como el Hijo primero, para resucitar en nuestro matrimonio primero y en nuestra vida después. Una pasada!!
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ramón: Mi esposa no me ama tal como soy. Critica lo que hago, y ni siquiera ve algo bueno en mis dones.
Paco: Es que, no te merece. Nunca ha sabido valorarte. ¿Por qué no te vienes con nosotros unos días y descansas de ella?
Ramón: Perdona, estoy criticando a mi esposa y no debería hacerlo. Al fin y al cabo, es mi visión y debo sospechar de mis criterios. En cualquier caso, quiero seguir a su lado y entregarme lo más que pueda, como hizo mi Maestro, al que no le valoraban tampoco Su entrega.
Paco: Me parece que deberías darle un escarmiento, a ver si reacciona.
Ramón: No, Paco. Gracias por tu ofrecimiento, sé que lo haces sinceramente, pero mi sitio está con ella. Estoy contento de que Dios me dé la oportunidad de amar como Él, para ser hijo suyo. Él sabrá acogerme, ya lo verás.
(Y en aquella mala racha, Dios hizo a Ramón un poco más santo)
Madre,
En estas situaciones, confío en que te tendré también como Madre y no me fallarás. Enséñame a ser hijo en el Hijo. Amén.
¿Atractivo para quién? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 41-51
EVANGELIO
Yo soy el pan vivo que ha bajado del ciclo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.»
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Palabra del Señor.
¿Atractivo para quién?
Somos una unión indivisible de cuerpo y alma. Hoy hay mucho culto al cuerpo pero ¿qué tal luce nuestra alma? A mí personalmente me atrae mucho más el estado del alma de una persona que el estado de su cuerpo. Un cuerpo bien cuidado pretende atraer hacia sí mismo, un alma bien alimentada pretende atraer hacia Dios. Y yo ¿pretendo ser atractivo para quién?
En la dieta del cuerpo hay multitud de opciones. Unas más sabrosas, otras más energéticas, otras más sanas… en el alimento del alma el menú es único, y se llama Cristo. No hay nada más que llene el alma, sólo Él. De alimentar el cuerpo depende la vida terrenal, y de alimentar el alma, depende la vida eterna.
Como decía San Juan Pablo: Descubrimos que lo invisible nos determina más que lo visible. El matrimonio es una relación de amor, y como tal, es una relación más condicionada por el estado del alma que por el cuerpo, aunque sea habitual fijarse más en el cuerpo a la hora de elegir pareja. Pero al matrimonio está mucho más condicionado por el alma que por el cuerpo, y el mejor alimento del matrimonio es la Eucaristía.
Esposos, fortaleced vuestra alma y veréis cómo mejora vuestra relación conyugal.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés: Muchos me preguntan qué hicimos para arreglar nuestro matrimonio y que ahora lo estemos viviendo como algo nuevo.
Marga: Y ¿Qué les dices?
Andrés: Está claro que tuvimos que esforzarnos, pero lo que cambió nuestro matrimonio fue introducir en él la Gracia de Dios. Cuando empezamos a vivir la Eucaristía a diario, eso fue lo que empezó a transformarnos.
Marga: Nuestro matrimonio pasó de ser algo casi exclusivamente corporal y terrenal, a un plano en el que se incorporaba lo más importante: Lo espiritual. Nuestra mera atracción se convirtió en la fuerza del Espíritu Santo, que es el único que puede hacernos uno. Desde que contamos con el Señor presente en nuestro matrimonio, todo lo humano ha quedado envuelto por un halo Divino, que lo engrandece, lo embellece y lo hace más fuerte que la muerte.
Madre,
Menudo don de Dios, poder recibir a Cristo en la Eucaristía. Él nos transforma y hace nuevas todas las cosas. Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.