2ª Estación
Jesús traicionado por Judas y arrestado
V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Padrenuestro y un Avemaría.
Los cuatro evangelistas nos relatan este acontecimiento que tan vivamente debió quedar grabado en sus mentes: Le entrega uno de los Doce, uno de sus amigos íntimos, que ahora va a la cabeza de los enemigos del Señor.
Del Evangelio según San Lucas 22,47-48.52-54a:
Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al hijo del Hombre? (…) Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes? Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
Entonces le prendieron, se lo llevaron, y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote.
(cf. Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-50; Jn 18, 3-12).
Comentario
Judas había sido elegido personalmente por Jesús. Era de los Doce, del grupo inicial que más cerca estuvo de Él: vio sus milagros, escuchó sus palabras de vida. El Señor había tenido con él gestos de confianza y predilección.
¿Cuál es la respuesta? La traición. Judas vende a Jesús por dinero; cambia su amistad por unas monedas. Y la traición, como ocurre en tantas ocasiones, trata de ocultarse con el disfraz, se viste de apariencia: con un beso, gesto de amor y amistad, Judas entrega a su Maestro, a su amigo. Y sabe cubrirse las espaldas: junto a él vienen soldados armados. Al Príncipe de la paz vienen a arrestarlo con armas.
Ambos nos elegimos. Ambos nos entregamos el uno al otro. Pero cuántas veces es traicionada nuestra entrega, nuestra promesa de ser fieles:
Cuántas veces pienso que no está pendiente de mí. No me quiere. No le importo o le importan más los demás (su trabajo, los hijos, su madre, sus amigos, su hobby…). Y encima, probablemente venga a darme un beso, como si quisiera con un beso callarme. ¿No es esta una oportunidad de vivir pequeñas traiciones a imagen de Jesús?
¿Y cuántas veces soy yo quien traiciona? ¿Cuántas veces antepongo otras cosas a los gustos y necesidades de mi esposo? ¿Cuántas veces no hago lo que le agrada, como Cristo hacía con el Padre?
Traicionamos como Judas y nos sentimos traicionados, como Cristo, pero Cristo, se entrega sin oponer resistencia.
Oración
Señor, cuánto han debido dolerte nuestras traiciones al compromiso de nuestro matrimonio, un compromiso en el que te hicimos partícipe de nuestra comunión. Perdónanos, Señor, por tantos besos de traición. Perdónanos cuando no somos fieles a nuestra alianza matrimonial, y si tenemos la desgracia de alejarnos el uno del otro y dejar de ser uno entre nosotros y contigo, danos la serenidad para reconocer nuestro error y volver a tu lado.
V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia.