«Ciertamente el matrimonio corresponde a la vocación de los cristianos cuando refleja el amor que Cristo-Esposo entrega a la Iglesia, su esposa». (San Juan Pablo II: Audiencia 18 de agosto de 1982)
Esposos, unámonos a la Pasión de Cristo desde nuestra vocación conyugal. Recemos cada día una estación los esposos juntos.
ORACIÓN PREPARATORIA
R/ Espíritu Santo, con tu fuerza, ayúdanos a orar, Jesús, estamos aquí ante Ti, dispuestos a acompañarte en este camino de amor y sufrimiento redentor. Queremos meditar los acontecimientos que viviste tan intensamente y por amor a nosotros: desde la oración del huerto hasta Tu muerte y sepultura. Nuestros pecados han sido la causa de tanto dolor, te pedimos perdón y prometemos no ofenderte más. ¡Muéstranos Tu amor para gloria de Dios! Padre, queremos cumplir Tu voluntad, de amarnos de verdad a imagen de Jesucristo Tu Hijo y nuestro Señor.
María, Tú que siempre estuviste cerca de tu Hijo, ayúdanos a «tener los mismos sentimientos” que tuvo Cristo Jesús. Tú, que permaneciste fiel al pie de la cruz, muéstranos el camino de la fidelidad.
1ª Estación
La oración en el huerto de los olivos
V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Padrenuestro y un Avemaría.
Sigamos a Cristo, que en el Huerto de los Olivos se entrega a la voluntad del Padre y nos pide velar y orar para no caer en tentación.
La Última Cena ha sido la despedida, rebosante de cariño hacia los suyos. Después Jesús va con ellos al Huerto de los Olivos y allí ora al Padre. Es el momento de aceptar con obediencia de hijo la voluntad divina.
Del Evangelio según San Lucas 22, 39-46.
Salió [Jesús] y fue como de costumbre, al monte de los Olivos; le siguieron también los discípulos. Llegado al lugar, les dijo: Orad para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le vino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los
discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
(cf. Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-50; Jn 18, 3-12).
Comentario
En el huerto de los olivos, Jesús se echa sobre sí los pecados de los hombres, se entrega a la oración y a la obediencia.
En momentos importantes de su vida, Jesús reza: Vuelve los ojos al Padre y entabla con Él un diálogo lleno de amor y confianza: “Y entrando en agonía oraba con más intensidad”. Jesús Nos insiste en la importancia vital de orar para no caer en tentación.
Es en la intimidad de la oración donde descubre, donde también nosotros descubrimos, la voluntad del Padre, y de donde sacamos las fuerzas.
La obediencia de someterse a la Palabra, nace de la confianza absoluta en el amor de un Padre que nos amó primero. La palabra obediencia proviene del latín, (ob-audiere): Saber escuchar abierto a la acción.
Jesús entra en diálogo con el Padre, le escuchó atentamente y decidió con libertad.
El poco apoyo de Sus amigos, la visión de los tormentos, la agonía del pecado en los matrimonios, tantas almas que se autodestruyen y destruyen a sus familias… Todo esto, hace que Jesús sienta tristeza y angustia hasta sudar gotas de sangre. Getsemaní fue un
dolor desgarrador. Pide a sus amigos: “quedaos aquí velando conmigo”, pero ellos duermen, no saben ofrecerle el consuelo de estar a su lado.
Quizás hoy o tal vez ayer, yo también me quedé dormido, no supe ver el dolor que estaba atravesando mi esposo, quizás lo percibí, pero no quise acompañarle, apoyarle, consolarle o estaba harto de sus quejas.
Jesús mira al Padre y le dice: No se haga mi voluntad sino la tuya. Sale de sí, de su dolor, para amar. No huye, se entrega por amor al Padre y a nosotros. ¿Cuántas veces hago mi voluntad y no la de mi esposo? ¿Cuántas veces me empeño en llevar razón, hasta enfadarme si es necesario? ¡Maldito orgullo! ¿Por qué me cuesta tanto entender que el amor siempre debe estar por encima de la razón”?.
Miro a Jesús y le sigo: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Dos voluntades se enfrentan por un momento, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: «Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago» (Jn 14,31).
¡Despierta! Jesús te necesita, te espera en el corazón de tu esposo, ¡ve a su lado!
Los momentos difíciles son momentos para intensificar la oración juntos, pues aunque el Espíritu está presto, la carne es débil. Sólo la oración que brota del corazón, y la unión de ambos en esa intimidad, puede transformarnos y ayudarnos a vencer cualquier batalla. Esto hace el amor ¡Más fuerte que la muerte!
Oración
Señor, me emociona Tu entrega sin condiciones. En la dificultad buscas la oración, la unión íntima con el Padre. Yo, que tantas veces hago mi voluntad y me olvido de la Tuya, me olvido de mi esposo y la tristeza me adormila. Quiero pedirte la fuerza para estar despierto, estar unido a mi esposo. Sin mirarme yo, siendo su ayuda adecuada, acudir juntos al Padre en los momentos de alegría o tristeza, de esperanza o desaliento, para conocer su voluntad y aprender juntos a amarla. Para entregarnos con presteza a lo que nos pidas. Jesús, Hermano nuestro, que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua has querido experimentar la tentación y el miedo, enséñanos a refugiarnos en Ti, y a repetir Tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre y de nuestro cónyuge. Haz que conozcamos el poder de Tu amor sin límites (cf. Jn 13,1), del amor que consiste en dar la vida por los amigos (cf. Jn 15,13). Amén.
V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia