EVANGELIO
La lepra se le quitó, y quedó limpio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio»,
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Nota: Próximas misiones
- Anuncio en Pamplona: Domingo 11 de marzo a las 13h en la Parroquia de San Fermín.
- Retiro en Sevilla: 4 a 6 de mayo (No se ha abierto aún la convocatoria. Os mantendremos informados)
Menos etiquetas y más compasión.
La ley de Moisés excluía a los leprosos. Los consideraba “impuros”. El Señor en cambio, no confunde la lepra con la persona que la padece, y se com-padece de ella. Es habitual que etiquetemos a las personas por sus pecados o debilidades, poniéndoles el “es un” antes de mencionarlo: Es un vago, exagerado, egoísta, orgulloso… Jesús en cambio comprende que una persona sufre por padecer de vaguería, egoísmo, orgullo… y desea liberar a la persona de todo eso. Se compadece porque sufre con el que sufre por su pecado o debilidad.
Es importante mirar a mi esposo no por lo que “es” ahora, sino por lo que está llamado a ser. Y todos sus pecados no son parte de él/ella, de todos ellos se liberará algún día con la Gracias de Dios. Esos no forman parte de lo que “es” mi esposo, sino que los padece, y por tanto, es digno de compasión.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Lucía: A mí me cuesta mostrarle mis pecados a mi esposo.
Laura: ¿Por qué? Tus pecados no forman parte de ti. Son añadidos que tú has permitido a lo que Dios puso en ti. Pero estás llamada a liberarte de ellos. Esos pecados te hacen avergonzarte. La gente te los ve y puede que te critiquen por ellos. Lo mejor es que los vayas compartiendo con tu esposo para que te ayude a liberarte de ellos.
Lucía: Pero puede que mi esposo me juzgue mal.
Laura: Ahí está el problema. Que confundimos la persona con sus pecados y debilidades que está llamada a superar. Pero tú no te preocupes. Tú sabes que lo que quieres por encima de todo es liberarte de ellos, y que tu esposo es tu ayuda adecuada. Así que, que no te importe. Tú sabes que esos pecados no forman parte de ti, así que ¿qué más da lo que diga? Lo importante es avanzar hacia Dios. Y a tu esposo, dile que me llame para que lo hable también con él para que lo entienda ¿Vale?
Madre,
Sólo cuando somos capaces de vernos pequeños, necesitados, provocamos en nuestro esposo ese sentimiento de compasión. Que no me presente como más de lo que soy, Madre, que me haga vulnerable, que le muestre a mi esposo mis limitaciones y necesidades para que así se compadezca de mí y me ayude con la Gracia que Dios le transmite para que me la administre. Te lo pido por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.