EVANGELIO
El Poderoso ha hecho obras grandes por mí
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56
En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” – como lo había prometido a “nuestros padres” – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.
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¿Humillado con alegría?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
El Papa Juan Pablo II dice sobre el Magníficat que en él se vislumbra «su experiencia personal (de María), el éxtasis de su corazón. En estas sublimes palabras resplandece un rayo del misterio de Dios, la alegría de su inefable santidad, el eterno amor que, como don irrevocable, entra en la historia del hombre”. Hermosísimas palabras que descubren el precioso interior de nuestra Madre, toda pureza, toda humildad. Me encanta el Corazón de María.
Dios siempre me está mirando, pero se fija especialmente en mí cuando soy humillado, en mi pobreza o en mi necesidad. Es normal ¿No presto especial atención a mis hijos en esas circunstancias? Pues Él es Padre. Pero cuánto me cuestan las humillaciones, quizás es lo que menos soporto y, sin embargo, es en esos momentos en los que tengo los ojos de Dios puestos en mí. Cuando mi esposo no me tiene en cuenta, cuando se olvida de lo que me gusta, cuando ni me mira, cuando le presta más atención al móvil que a mí… Todos esos momentos en los que me siento ninguneado y otros en los que además soy despreciado, hacen que Dios se fije en mí. Así que, a partir de ahora, se alegrará mi espíritu en Dios, también en esos momentos.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juan: Cariño, ¡Cuánto te quiero!. ¿Vamos a hacer el amor esta noche? Hoy se puede!!
Reme: (Piensa: Le pedí ayer que bajase la basura y no la ha bajado. Ha estado toda la noche con el whatsapp, le he dicho ya tres veces que quiero hablar con él y ni caso, me ve que estoy agotada y no sale de él llevar los niños al cole mañana… Se lo he tenido que pedir… Eso sí, ha llegado la hora de acostarnos y me pide tener relaciones… ¿Pero es que no ve que estoy súper cansada? ¿Es que solo piensa en él? Me siento utilizada, solo se acuerda de mí para lo que le interesa… Pero bueno, Señor. Yo sé que ahora estás Tú conmigo, fijando tus ojos especialmente en mí, y quieres que mi espíritu se alegre en Ti).
Juan: Ey! Te has quedado muy parada. ¿No quieres que nos hagamos uno?
Reme: Claro que sí!! Juan, me encanta acogerte en mí y fundirme contigo.
(Y gracias a estas actitudes, el Poderoso pudo hacer obras grandes por ella)
Madre,
Me encanta cómo transmites tu amor a Dios, me encanta tu alegría, tu fe ciega. Llévame en tu Corazón, Madre, para que aprenda a amar a mi esposo como Tú amas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.