Archivo por meses: noviembre 2017

Aprendiendo a recibir. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 11-19

EVANGELIO

¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y, sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.

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Aprendiendo a recibir.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El agradecimiento es la relación normal que debe haber entre el bienhechor y el beneficiario. ¿Qué otro tipo de relación debería tener con Dios? Me pregunto cuántas veces no soy agradecido, cuando debería estar constantemente en esa actitud. Pero a agradecer, también se aprende. ¿Cómo? Aprendiendo a recibir. Hay gente que no apetece darle nada porque se sabe de antemano que no van a valorar lo que les des, y puede que esta sea mi actitud con Dios. Puede que esté más pendiente de los “peros” que pongo a lo que me ha dado, que de lo que he recibido.

Pero hoy quiero repasar la lista de lo recibido, Señor. Es interminable. ¿Qué hay en mí que no haya recibido? Y estoy tan contento con la vida, con el esposo que me has dado, con mis hijos, con la gente que me quiere, con lo que tengo, con lo que me espera, con Tu promesa… En esto de aprender a recibir, tengo que seguir mejorando. Alabado seas por siempre, Señor.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jorge: Me quedé tan sorprendido de verlos tristes. Los dos jóvenes, sin apuros económicos, es más, bastante holgados. Físicamente bien parecidos, con varios hijos súper majos, su buena casa… Los dos personas profundas, cristianos, etc. Y son unos desgraciados.
Marga: Pues no lo entiendo. Que me dejen a mí en su lugar.
Jorge: ¿Ves? A esto me refiero. Tú estarías dispuesta a cambiarte por ellos ¿Por qué? ¿No valoras lo que tenemos?
Marga: Sí, pero a nosotros no nos sobra el dinero.
Jorge: ¿Y qué? La gente que lo tiene no es feliz tampoco. Te habitúas a lo bueno y dejas de apreciarlo. Y en cambio, a lo malo no hay manera de habituarse. Tenemos que aprender a dar gracias constantemente. No verás triste a nadie que dé las gracias. No verás quejoso a nadie que dé las gracias. No verás prepotente a nadie que dé las gracias. A lo mejor es esa actitud de agradecimiento la que nos hace vivir felices ¿No te parece?
Marga: Qué importante lo que dices. Pues tienes razón. A partir de hoy, voy a dar constantemente las gracias a Dios y a ti, por todo lo que me dais.
Jorge: ¿Sabes a dónde te llevará eso además de a la alegría?
Marga: No.
Jorge: A la humildad.

Madre,
Ahora entiendo por qué empiezas tu oración del Magníficat con esa frase: “Proclama mi alma la grandeza del Señor” Esa es tu actitud de agradecimiento que te llena el alma de alegría. Dame querida Madre el don de la gratitud, para que sepa siempre recibir como corresponde todo lo que Dios me da. ¡Gracias Señor! ¡Gracias! Alabado seas por siempre.

¿A cambio de qué? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 7-10

EVANGELIO

Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo:
«En seguida, ven y ponte a la mesa»?
¿No le diréis:
«Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
«Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer»».

Palabra del Señor.

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¿A cambio de qué?

Hablemos del “merecimiento”. Me cuesta cumplir los mandamientos, pero es que, cuando me acerco a lo que Dios me pide, parece que le exijo un cambio a mejor en mí y en mi situación.

Él es el dador de todo, y mi misión es hacer lo que Él dice, con lo que tengo. Lo malo es no conformarme con lo que tengo y valorarlo como que me ha dado poco. A veces me puede entrar la tentación de dejarlo todo, porque como “no me sirve para nada…”. Me viene bien recordar esta frase de vez en cuando: “Soy un siervo inútil, he hecho lo que tenía que hacer”.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: Cariño, ¡Perdona otra vez!. Ayer la monté. Me puse como hacía tiempo que no me ponía. Parece mentira que me dejara llevar así… No lo entiendo. Rezo a diario, voy a la Eucaristía con frecuencia, me confieso cada 15 días… ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Tendré que rezar más rosarios? El Padre Pío rezaba un número incalculable de rosarios…
Paco: Ana, no te preocupes por lo de ayer. Ya te has arrepentido, te has confesado y me has pedido perdón. Sigue rezando cuanto puedas, pero sin exigirle a Dios que te dé nada a cambio. No merecemos nada. Todo son dones gratuitos, y gratuitos significa dignos de dar gracias. Sé agradecida por lo mucho que Dios te ha dado y no seas vanidosa de pretender ser más de lo que eres.
Ana: Tienes razón. No merezco nada. Bastante me ha dado ya Dios… Me creó, me hizo Su Hija, me redimió… Y además me ha dado un esposo maravilloso que me ayuda en mi camino espiritual ¿Qué más quiero?
Paco: Me enamora mucho de ti que reconozcas las cosas y te dejes guiar. Te quiero.
Ana: Yo sí que te quiero. Has hecho que recupere la alegría.

Madre,

San Juan Pablo nos decía que estamos demasiado atentos a las sensaciones, que nos engañan, y nos olvidamos de los dones, que están en lo más profundo de nosotros y requieren de una interiorización. Que sepamos valorar todo lo que Dios nos ha dado. Alabado sea el Señor, que ha sido grande y generoso con nosotros. Amén.

Su Poder en mis manos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 1-6

EVANGELIO

Si siete veces en un día vuelve a decirte: «Me arrepiento», lo perdonarás.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del que los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «Me arrepiento», lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería».

Palabra del Señor.

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Su Poder en mis manos.

La fe se desarrolla en el área de la voluntad y del corazón. Desde esta perspectiva, son tres los elementos fundamentales: La obediencia, la confianza y la fidelidad. Para saber si soy testigo del amor de Dios, me pregunto si soy obediente a la voluntad de Dios, si confío realmente en Él y si permanezco unido a Él en todas las situaciones.

La ventaja de la fe, es que su poder es infinito: Da vida, salva, hace milagros… Si confío en Jesús, hago propia su fuerza sanadora. ¡Brutal! El poder que nos da Dios, si tenemos fe, es infinito. “Todo lo que pidáis en oración con fe lo recibiréis” (Mt 21,21-22) E “infinito”, aplicado a mi matrimonio, es mucho.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Andrés: Lo nuestro, no tiene remedio.
María: ¿Cómo que no tiene remedio?
Andrés: Lo único que podemos hacer es rezar.
María: Lo dices como si fuera una opción casi absurda. Como si no tuvieras nada de fe en ello.
Andrés: Hemos estado en sicólogos, en COF… y nada. Esto no lo arregla ni la Virgen de Lourdes.
María: Perdona, te estás refiriendo a la Madre de Dios. ¿De verdad crees que Ella no puede arreglarlo? Te propongo un reto. Tú y yo empezamos a hacer oración y sacrificios a partir de ahora por salvar nuestro matrimonio. Empezamos hoy mismo. Te doy un mes de plazo. Después me dices.
Andrés: Acepto el reto.
(Un mes más tarde)
Andrés: ¡Increíble! ¿Pero qué nos ha pasado? ¿Cómo es que me siento otra vez más unido a ti que nunca?
María: Nuestra Madre, Andrés. Eso ha sido, Nuestra Madre. Bendita sea. Gracias!!

Madre,

Estamos en Tus manos. En Ti confiamos, bendita Madre. Te queremos.

Y luego nos sorprendemos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 25, 1-13

EVANGELIO

¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
«¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!»
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
«Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.”
Pero las prudentes contestaron:
«Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis».
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
«Señor, señor, ábrenos.»
Pero él respondió:
«En verdad os digo que no os conozco.»
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

Palabra del Señor.

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Y luego nos sorprendemos.

La liturgia identifica el aceite con la Sabiduría de Dios. Es la que alimenta la fe, luz brillante que nos lleva a la esperanza y de la esperanza a la caridad. Sabiduría es ese conocimiento profundo que viene de Dios y que nos va mostrando cómo hacer para vivir correctamente, el camino correcto hacia nuestra plenitud.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jaime: Por favor, dejadme ya. Tengo 20 años, ya no soy un niño. Es mi novia, y nos queremos. Punto.
Rafael (Padre de Jaime): Jaime hijo. Tienes mucho que aprender todavía. El noviazgo es una etapa muy seria. No es para que estéis todo el día por ahí de juerga. No digo que no sea lícito que lo paséis bien, pero sobre todo, tenéis que prepararos para algo grande, que es el matrimonio. Tenéis que aprender a renunciar, a conteneros, a estar unidos en las dificultades, etc. Y todo eso os lo enseña Cristo y nos lo enseña la Iglesia. Si no aprendéis, llegarán los malos momentos y no sabréis salir adelante.
(15 años más tarde)
Jaime: Marisa y yo estamos mal. Hace tiempo que ni siquiera intimamos. No sé qué nos ha pasado, con todo lo que nos queríamos…
Rafael: Hijo mío, cuánto lo siento. Pero no te preocupes, esto tiene remedio. Es cuestión de que empecéis a construir las bases que no construisteis antes. ¿Quieres aprender?
Jaime: Yo sí. Ya he escarmentado. Le preguntaré a Marisa…
Marisa: Sí, Jaime. Lo estoy pasando realmente mal. No estamos unidos y no sé cómo arreglarlo.
Jaime: Pero hay que poner a Dios en nuestro matrimonio. ¿Estás dispuesta?
Marisa: Ya me agarro a lo que sea.
Rafael: Bendito sea Dios. Aprended sobre el matrimonio, que no sabemos amar. Ya veréis cuántas sorpresas os lleváis.
(Jaime y Marisa empezaron un itinerario de aprendizaje, y poco a poco, se les iba iluminando el camino, y su esperanza en su matrimonio iba creciendo, y su amor, también).

Madre,

Qué poco nos ocupamos de nuestra vocación. Y luego nos sorprendemos de que las cosas vayan mal, y nos quejamos. La culpa es nuestra, que no nos ocupamos de llenarnos de la Sabiduría de Dios, de Su revelación. Alabado sea el Señor que ha compartido su intimidad con nosotros. Amén.

Aprende a generar confianza. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 16, 9-15

EVANGELIO

Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 9-15

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Ganaos amigos con el dinero de la iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo:
«Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».

Palabra del Señor.

 

Nota: 

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Aprende a generar confianza.

Ser de fiar en lo poco, es clave. Primero porque “lo poco” es lo que vivimos en el matrimonio y en la familia todos los días, y es donde nos jugamos la santidad. Ser fieles a Dios en nuestra relación conyugal, nos garantiza de alguna forma que le seremos fieles en el resto de ámbitos de nuestra vida. Segundo porque ser de fiar significa generar confianza. Qué importante es la confianza en el matrimonio. No se trata de que “como ya nos conocemos… no es necesario que nos esforcemos”, ¡no!. Este tipo de confianza “da asco”, como dice el refrán. La verdadera confianza llega cuando nos fiamos el uno del otro y somos de fiar el uno para el otro. Para ayudarnos a conseguirlo, proponemos el siguiente caso:

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pedro: (Pensando: ¿Qué será este libro? “Aprenda a generar confianza”. Puede ser interesante. Voy a leerlo y a practicarlo)
Libro: Observar las buenas cualidades del esposo.
Pedro: A ver, mi esposa tiene fe, es muy trabajadora, muy femenina… etc.
Libro: Contarnos nuestros secretos, nuestras intimidades y nuestros miedos. Para conseguir la confianza que buscamos tenemos que intentar que nos sintamos aceptados tal como somos, comprendidos (apoyados, acogidos con cariño), y sentirnos útiles o tomados en cuenta.
Pedro: “Uf”. ¿Y si me echa en cara lo que le cuento de mí? Bueno, da igual. Hay que arriesgarse. ¡María! ¿Te vienes ya a la cama? Necesito hablar contigo… Mira, resulta que me cuesta últimamente aceptar que tu madre nos diga cómo educar a nuestros hijos… Me da miedo que se meta en nuestras vidas…
Libro: Pedirnos ayuda y confiar en los consejos del otro. Dos prácticas muy buenas para generar confianza.
Pedro: Entonces, María, con respecto a lo que te he contado de tu madre ¿Qué piensas que me podría ayudar a superar ese miedo?
Libro: Que cuando no tengamos dónde acudir, recurramos el uno al otro.
Pedro: Lo he hablado varias veces con mi confesor, pero no me sabe ayudar. Necesito tu ayuda, seguro que tú sabes decirme qué hacer.
María: Es verdad que mi madre siempre ha sido un poco mandoncilla… pero luego, sabe estar en su sitio. Haz una cosa. Prueba a pararle los pies. Dile: “Marga, por favor, el responsable de mis hijos soy yo, y quiero hacer las cosas de otra forma. Te pediría que respetases mis decisiones…”
Libro: En cualquier situación, demostrarnos que nos importamos el uno al otro.
Pedro: Ya, pero ¿No se enfadará? Lo último que quiero es que tus padres se alejen de nosotros por mi culpa. Ante todo, quiero que tú puedas estar a gusto junto a tu madre…
Libro: Decirnos cosas bonitas mirándonos a los ojos.
Pedro: Y…, mírame, María. No quiero ver que esos ojazos preciosos que tienes, se entristecen por nada del mundo…
María: (Se sonríe). No te preocupes, no pasará nada, ya lo verás. Por cierto, ya que estamos hablando. Quería yo hacerte también una consulta. Resulta que…

Madre,

No podemos confiar en Dios si no confiamos el uno en el otro, puesto que fue Él quien nos creó como ayuda adecuada el uno del otro. Cuando somos fieles en lo pequeño, entre nosotros, Dios nos confiará lo grande. Alabado sea el Señor.