EVANGELIO
Dad limosna, y lo tendréis limpio todo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».
Palabra del Señor.
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Resulta que la clave es invisible.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
“Dad limosna de lo que hay dentro” Qué expresión tan sugerente. Vivo un mundo exterior y un mundo interior. A veces me ocupo mucho de “limpiar” mi imagen exterior, parecer bondadoso, agradable, servicial… o quizás moderno, activo, competente… o quizás atractivo, elegante, seductor… u honorable, respetable y como Dios manda. Para cuidar lo de fuera hay asesores de imagen que básicamente te asesoran para que no se “descubra” lo que realmente hay dentro.
Pero lo importante está dentro. Existe un mundo interior en mí. Un mundo más verdadero, más profundo, un mundo inmenso. Es de una extensión ilimitada, en una dimensión más profunda que la sicología. ¿Quién soy? Grito allí dentro, y la pregunta parece dar lugar a un eco interior que me hace tomar conciencia de lo gigantesco de mi espacio interior, porque no vuelve con una respuesta que me acabe de satisfacer del todo. Siempre falta algo. Cuando no he transitado por mi espacio interior, al principo parece estrecho, pero a medida que voy entrando, descubro nuevas zonas inexploradas que no acaban nunca. A base de ejercicios de silencio paciente y perseverante, en algún momento me encuentro con Alguien que reside allí, en lo más profundo. Alguien que es infinito, y vive allí. Obviamente, hay Otro que intenta impedirlo, intenta que no haga silencio, que no me apetezca, que no tenga tiempo… existe Satanás y no quiere que haga silencio vaya a ser que descubra mi verdad y me encuentre con el Señor.
Pero una vez que me encuentro con Él, empieza un viaje apasionante: Descubrir quién es, Su voluntad para mí. Descubrir la grandeza de mi vocación, abrirme a la Esperanza. ¡Gloria a Dios!
Aterrizado a la vida matrimonial:
Vicente: Mi mujer dice que estamos mal, y yo no veo por qué. No tenemos grandes dificultades, bueno, discutimos algunas veces, como todo el mundo. Pero tenemos salud, trabajo, una casa, dos hijos maravillosos… ¿Para qué necesitamos rezar? Y ¿Para qué rezar juntos?
Pedro: Vicente, el hombre está compuesto de cuerpo y alma, ambos inseparables, o moriríamos como personas. El alma es la que nos asemeja a Dios, ¡Imagínate!. Si no exploras tu parte espiritual, si no haces ejercicios espirituales, tu alma se queda raquítica. ¿No entiendes que la parte más importante de ti se queda sin desarrollar?
Vicente: Oye, pues tiene mucho sentido lo que me dices. Y ¿Qué tengo que hacer?
Pedro: Puedes empezar con alguna pregunta como ¿Quién soy? Después de responder a ella en cuanto a cuál es tu dignidad frente al mundo, tu relación con otros, tu relación con tu esposa, tu relación con Dios… Pregúntate ¿Para qué estoy aquí? Piensa en cómo te gustaría que se te recordase cuando faltes, qué herencia crees que debes dejar en el mundo, qué huellas, qué tienes que construir antes de irte de este mundo. Tu contribución es clave para muchos, y si no lo haces tú, nadie lo hará por ti. Y pregúntate después ¿Qué estás llamado a ser? Cuál es tu meta final a la que apuntas, por la que estás poniendo todos tus esfuerzos.
Vicente: ¡Uf! No sé si estoy preparado para eso. Igual no se me ocurre nada.
Pedro: No te preocupes. Tú empieza y ve ejercitando tu mundo interior. Después, si te interesa, te hablo de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que te ayudarán a terminar de aclarar todas esas preguntas. A medida que vayas desarrollando tu parte espiritual, podrás compartirla con tu esposa y ella contigo, y empezaréis a construir la unión de las almas, que supera con mucho a la de los cuerpos. Entonces, verás cómo tu mujer deja de quejarse… y empiezas a vivir con ella un amor nuevo.
Madre,
El Creador nos quiso dar una dignidad enorme, y no la aprovechamos suficientemente. Nos quedamos muchas veces en lo superficial, nos atrae lo superficial, lo caduco. No acabamos de descubrir el tesoro que Dios ha puesto en nuestras almas. Como dice San Juan Pablo II, el hombre descubre que lo invisible le condiciona más que lo visible. Lo más importante que hay en nosotros no se ve: El amor, la misericordia, el perdón, la alegría, la comprensión… Dios. Somos seres eternos por la gracia de Dios. Alabado sea nuestro Creador, alabado sea nuestro Redentor. Amén.