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Aversión al bien. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 8, 28-34

EVANGELIO

¿Has venido aquí a atormentar a los demonios antes de tiempo?
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos.
Desde el sepulcro dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.
Y le dijeron a gritos:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?».
A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron:
«Si nos echas, mándanos a la piara».
Jesús les dijo:
«Id».
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y se murieron en las aguas.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.
Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

Palabra del Señor.

Nota: El 19 de julio a las 20:30, primer encuentro de Proyecto Amor Conyugal en Barcelona. Para más info:

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Aversión al bien.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?” Efectivamente, Dios no tiene nada que ver con el mal. Cuando estamos afectados por el mal, parece que nos “atormentan” las cosas de Dios. Sentimos rechazo por la oración, o por la cruz, o por nuestro esposo en cuyo interior reside el Espíritu Santo. ¿Siento aprehensión por el rosario, la Eucaristía, por las palabras bonitas entre los esposos, por los gestos de cariño?

Las consecuencias del mal, cuando entra en nosotros, ya las vemos representadas en los cerdos. Murieron ahogados. El mal nos ahoga hasta asfixiarnos. Nos ahoga en muchas tareas, en problemas, entre tristezas y melancolías… Tanto mirarnos acabamos por ahogarnos en nosotros mismos.

Por el contrario, contemplamos el poder de Jesús sobre el mal. Cómo los demonios le obedecen. Si queremos librarnos del mal, no tenemos más que acercarnos al Señor y Él nos protege. Nos libra del mal.

Aterrizado a la vida matrimonial:
Ramón: ¿Vamos a ver a mis padres que hace tiempo que no los vemos?
Mercedes: ¿Tiempo? Tú los viste la semana pasada, que fuiste a ayudarles. Yo tengo que ir a ver a los míos, que voy muy poco.
Ramón: Pero si estuvimos con ellos hace 5 días.
Mercedes: Sí, el mismo día que tú estuviste con los tuyos.
Ramón: Pero yo estuve con los tuyos y tú no estuviste con los míos. Y los niños hace tiempo que no los ven.
Mercedes: Como tenemos muchas cosas que hacer, tú vas a ver a los tuyos y yo a los míos.
Ambos: (En misa, llega la hora de la paz, y ella le presenta la mejilla, cuando siempre se besan en los labios)
(Ya por la tarde)
Mercedes: Como estamos a un par de manzanas de mis padres, me voy a acercar a ver a mi madre. ¿Te vienes?
Ramón: (Sin mirarle mientras le habla) No, tengo mucho trabajo. Ve tú. Igual me voy esta noche con los niños a cenar con mis padres.
Mercedes: ¡Ah! Pues haz lo que quieras. Pero tú no me valoras, no tienes ni idea de lo que yo aguanto. Tienes esa actitud porque como tienes mucho que hacer… vas con esa mirada que lo ve todo negro, y antes de que yo hable piensa mal. Estás cabreado conmigo todo el día porque no tienes tiempo y ahora me planteas ver a tus padres. Eso sí, con tus padres nada de orgullo, y a mí que me ondulen. Todo el día humillándome y todo el día despreciándome.
(Y sigue la distancia entre ambos…)
Ramón: (Por la noche) ¿Qué tengo que ver contigo, Señor? (Se ha apartado de su esposa y por tanto de Él. Echa de menos el amor de comunión, la paz interior…) Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador. Esposa, te pido perdón por no haberte hecho sentirte valorada, por mi insensibilidad hacia ti, porque mis nervios te hayan afectado. Me comprometo a ser más cortés y más delicado contigo. Con la ayuda de Dios.

Madre,
Nos empeñamos en ir contra las leyes del amor, por cabezonería, por orgullo, y eso crea un ambiente muy desagradable. Genera tristeza. Nos destruye. Madre, socórrenos, ayúdanos a ser fieles a nuestra vocación, a entender que somos hijos del mismo Padre y que es Él quien lo gobierna todo, quien lo juzga todo. Señor, no nos dejes caer en la tentación. Alabado seas por tu infinita misericordia. Amén.