Archivo por meses: agosto 2016

La puerta correcta. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 22-30

EVANGELIO
Vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa en el reino de Dios

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús, pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
– «Señor, ¿son pocos los que se salven?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
«Señor, ábrenos»; pero él os dirá:
«No sé quiénes sois».
Entonces comenzaréis a decir.
«Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas».
Pero él os dirá:
«No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad.»
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a lsaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Palabra del Señor.

La puerta correcta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”, nos dice hoy el Señor. ¿Y cuál es esa puerta? Esa puerta es Jesús mismo. Siguiendo Sus mandamientos, siguiendo Sus bienaventuranzas, siguiendo Su vida y Sus actitudes, encuentro el camino, porque Él es el camino, la verdad y la vida.

A veces nos comentan de alguno que se ha divorciado de su esposo, se ha ido con otro, y le va muy bien. Él o ella le cuida mucho mejor, le tiene más mimado, tiene muchas más atenciones… Y la gente dice: Menos mal que dejó al otro, que le hacía la vida imposible…

La pregunta es ¿Se ha esforzado ese esposo por entrar por la puerta estrecha? Puede que la vida de ahora sea mucho más cómoda y más divertida, y más agradable, pero ¿Es esa la puerta estrecha? ¿Es ese tipo de vida la que eligió Jesús?.

Dicen que la alegría del cristiano es la disposición para recibir todos los demás dones. Esposos, esforcémonos por entrar por la puerta correcta, la puerta estrecha que es vivir con alegría la vida que tenemos, con las circunstancias que tenemos, con nuestro esposo, con mis limitaciones, con las suyas… intentando seguir a Jesús. Cumplir sus mandamientos, amando a nuestro esposo como Él nos amó.

Se habla mucho de que los esposos que conviven con otra mujer que no es la suya, puedan comulgar, y de lo que tendríamos que hablar es de que los esposos sean santos en su camino de imitación de Cristo, porque igual hay esposos que están recibiendo a Jesús indebidamente, pero los que Jesús va a recibir es a los que cumplan Su voluntad y Sus leyes.

Madre:
Nosotros queremos seguir a Tu Hijo, y vivir como Él quiera, donde Él quiera y cuando Él quiera. A Su manera, porque le amamos y queremos al esposo que nos ha dado, la vida que nos ha dado, las dificultades que nos ha dado. Alabado sea por siempre el Señor, nuestro Dios, que nos ama.

Un corazón humillado. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 1-12

EVANGELIO
Ellos dicen, pero no hacen

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame «rabbí».
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «rabbí», porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Un corazón humillado.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dicen y no hacen. He aquí la incoherencia que no gusta al Señor. Quizás en nuestra fe pueda ocurrirnos esto, que nos parece que vamos escalando puestos a medida que incrementamos nuestra oración y nuestras prácticas de piedad, pero luego, en casa… Luego llega nuestro esposo y nos lo dice bien clarito: ¿tanto rezar y para qué? Pues bien, ahí tenemos la humillación. ¡Gracias, Señor!.
Adoremos a Dios en espíritu y en verdad amándonos en nuestro matrimonio con un amor de comunión, esto es vivir en el Padre, en santidad conyugal. Desear perderlo todo con tal de ganar a Cristo, escuchando su deseo, deseo de encontrar almas dispuestas a sacrificarse por amor, por la salvación del esposo, un sacrifico unido al Suyo.
Seamos coherentes en nuestro seguimiento al único Maestro, al único Mesías, el Esposo. Él nos deja dos reglas para aplicar al matrimonio, que son dos claves revolucionarias: “El primero entre vosotros será vuestro servidor” y “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Madre:
Decimos que somos esposos cristianos, pero luego nos cuesta ser fieles. Qué hermoso sería que siempre quisiésemos servir en nuestro matrimonio y qué importante humillarnos. Es duro, pero sabemos que un corazón quebrantado y humillado el Señor no lo desprecia. Hoy te ofrecemos el nuestro para que lo pongas en Tu oración y en Tu ofrenda.

Los prójimos más próximos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 34-40

EVANGELIO
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
– «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».
Él le dijo:
_ «»Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente».
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

Palabra del Señor.

Los prójimos más próximos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

No sólo hemos sido creados semejantes a Dios, sino que todo se explica desde Dios: quién es y cuáles son sus dinamismos. Hasta en los mandamientos aparece esta semejanza. «El segundo es semejante a éste». De hecho, es imposible amar a Dios y no amar al prójimo y viceversa: Es imposible amar al prójimo sin haber recibido el amor de Dios.

Y nuestro próximo más cercano evidentemente es nuestro esposo/a. Decía nuestro Obispo dirigiéndose a los matrimonios: Quien dice que ama a Dios y no ama a su esposo, miente. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser, es semejante a amar a mi esposo como a mí mismo.

Para poder amar, tenemos que saber cómo se ama. La Biblia nos enseña que el primer paso es el conocimiento. ¿Conozco su corazón?, sus inquietudes, sus deseos, sus ilusiones. Debemos forjar un nosotros, un destino común.

Los siguientes próximos son nuestros hijos. También debemos conocerlos, y dialogar mucho con ellos. Es muy importante darles nuestro tiempo. También tenemos que aprender a amarlos, pues no se nace sabiendo ni se cursa ninguna asignatura sobre la materia.

La Iglesia, gran valedora de la familia, dice que esos vínculos son muy importantes, creados a imagen de la Santísima Trinidad, pero no son absolutos: Dice el Señor: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí” o “a su hijo y a su hija” LC 14, 26-27. “A la par que los hijos crecen hacia una madurez y autonomía humana, la vocación de Dios se va afirmando en ellos con más claridad” (CEC 2232). Cada vez necesitan más autonomía de los padres, para poder descubrir el plan que Dios quiere para ellos. Nuestra filiación con nuestros padres, va de más a menos: Parte de una dependencia total y va hacia una autonomía mayor. En cambio los vínculos de paternidad con Dios son totalmente al contrario, se experimenta con la madurez una dependencia cada vez mayor de Dios, que es quien dirige nuestra vida.

San Juan Bautista (Jn 3,30) dice “es preciso que Él crezca y yo disminuya”. Los padres tenemos que aplicar este pensamiento en la relación con nuestros hijos. Que crezca su dependencia de Dios y que la nuestra disminuya. A veces pretendemos casi hacer a los hijos a nuestra imagen y semejanza, cuando es a Dios a quien deben asemejarse.“ Por eso la educación a nuestros hijos debe estar basada en el Evangelio: “Y vosotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6, 4)

Señor, que acogiendo a mi esposo/a y a mi familia, te acoja a Ti, que entregándome a ellos, me entregue a Ti. Que amándoles, te ame a Ti.

Mi respuesta. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 1-14

EVANGELIO
A todos los que encontréis, llamadlos a la boda

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
-«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que dijeran a los convidados:
«Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda».
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
«La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda».
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
«Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de boda?».
El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los servidores:
«Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».

Palabra del Señor.

Mi respuesta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Padre, Tú nos viste perdidos. Traicionamos tu confianza y elegimos ser autosuficientes contra tu voluntad, después de habernos dado una vida, un proyecto de amor y un final hermoso unidos entre nosotros y a ti.

Entonces, a pesar de nuestra traición, enviaste Tu Hijo, y se hizo nuestro esposo, en un acto de amor extremo. Y nos invitas a esa boda una y otra vez. Esa boda que se celebra en la Eucaristía. Ese enlace por el que hemos sido salvados, esa alianza que hace posible que nos amemos, que nos perdonemos, que otra vez podamos participar de Tu amor y de Tu reino. Ese amor que convierte el nuestro en un amor verdadero.

Señor, nosotros aceptamos gustosos Tu invitación diaria a la celebración de las bodas de Tu Hijo con nosotros. Has preparado para tus invitados el mejor manjar. El Cuerpo sagrado de Tu Hijo.

No podemos asistir de cualquier manera. Tenemos que ser conscientes del don tan enorme. Tenemos que preparar nuestra alma para tan importante acontecimiento, limpiándola con la confesión, para no llevar nuestra indignidad ante tu mesa. Así, poco a poco, voy hilando mi traje para la gran boda final, con hilos de fidelidad a mi esposo, de entrega generosa, de perdón, de misericordia mutua, etc.

En última instancia Dios Padre nos invita al banquete en el Reino de los Cielos. A un espíritu que está muy acostumbrado a escuchar las cosas del mundo, le cuesta mucho escuchar la llamada de Dios. No la reconoce y se resiste, porque tiene otras prioridades. Así, unos se centran en sus hijos, otros en su trabajo, otros en su diversión y otros critican a los criados que les envía Dios. ¿Soy de los que dice no? ¿Qué hago con los criados que me envía? ¿Soy yo uno de sus criados? ¿Qué criado Suyo fue el que me llamó? ¡Gracias!.

Bendito y alabado seas Padre por tanta generosidad y una gracia tan inmensa que pones a nuestra disposición. Gracias eternamente por Tu invitación.

La justicia del que es Bueno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 20, 1-16

EVANGELIO
¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
«Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.»
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
«¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?»
Le respondieron:
«Nadie nos ha contratado».
Él les dijo:
«Id también vosotros a mi viña».
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:
«Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros».
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
«Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.
Él replicó a uno de ellos:
«Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»
Así, los últimos serán los primeros y los primeros, últimos».

Palabra del Señor.

La justicia del que es Bueno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Puede haber muchos matrimonios ociosos?. ¿Quizás porque hacen muchas cosas, pero no están trabajando para el Reino de los Cielos, y por tanto, están perdiendo su vida?. Quizás trabajan para poder disfrutar en otros momentos, para poder comprarse cosas, o para que sus hijos sean muy competitivos en este mundo… pero no trabajan para Dios.

También puede que en algún momento, alguno de esos posibles matrimonios pase por la plaza porque se siente vacío, y ahí tiene que estar un siervo del Señor, que en Su nombre, les invite a trabajar a Su viña. Dios necesita obreros para Su viña, y nosotros trabajamos en ella mediante nuestro sacramento del matrimonio, con el que contribuimos a la construcción del Reino. Muchísimos esposos no saben que esta es su misión y andan perdiendo su vida trabajando en otras cosas. ¿Cuándo recibirán esa llamada de Dios? No lo sabemos, ni nos toca saberlo, ni podemos ni debemos criticarlos porque aún no hayan sido llamados. Sólo Dios sabe a quién llama y cuándo es el momento. ¿Qué pasa por ejemplo con aquellos hijos que no han aprendido a amar viendo a sus padres? ¿No es lógico que les cueste más encontrar el camino que a otros? Alguno podemos caer en el orgullo espiritual, que consiste en pensar que, porque otros no rezan o no asisten a los sacramentos, o no trabajan su matrimonio, o no enseñan a amar a sus hijos, o se separan incluso, etc. son peores que nosotros.

Sorprende en esta parábola la “justicia” del dueño de la viña, porque no es el típico modelo de justicia humano, porque nosotros no somos “buenos”. Puede que nos sorprenda y veamos entrar en el Reino antes que nosotros, a alguno que considerábamos peor que nosotros. Es el “trato” de Dios con cada uno, y no nos toca a nosotros juzgarlo, o nos equivocaremos.

Madre:
Estamos al servicio del Señor para invitar en Su nombre, no para juzgar. Aleja de nosotros ese orgullo espiritual, esa tentación de creernos mejores o creernos merecedores de más, para que dejemos a Dios ser Dios. Él nos llamó a trabajar en Su viña y nos está dando ya grandes e inmerecidos regalos. ¿Cómo le podremos pagar?. Bendito y alabado sea por siempre.