Archivo por meses: abril 2015

Para creer. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo:
– «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Palabra del Señor.

Para creer.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios no quiso redimirnos y ya está. Quiso que participásemos de su misión redentora, y que contemos unos con los otros para alcanzar esa redención. De ahí ese “Id y proclamad el Evangelio”, en lugar de proclamarlo Él mismo a todos.

Incrédulo o creyente. Jesús echa en cara la incredulidad y dureza de corazón por no creer a los que había anunciado que está vivo. En nuestro matrimonio, también nos ha enviado el uno al otro para que no perezca el esposo, para que se salve. Dios no me ha mandado para juzgar a mi esposo, sino para salvarlo. No hace falta añadir, que no con nuestras fuerzas respectivas, sino con la gracia del Espíritu. Pero ambos somos una mediación, el uno para el otro. Si nuestro esposo nos habla de Cristo, en su nombre, o no escuchamos mutuamente la experiencia que cada uno tiene en su encuentro con Dios, el Señor podría echarnos en cara nuestra incredulidad y nuestra dureza de corazón por no haber escuchado los testimonios de nuestro esposo o de otros matrimonios cristianos o sacerdotes de nuestro alrededor. Es muy fuerte, la importancia que le da Cristo a esto. Es tan serio como para que Jesús lo eche en cara.

Vamos juntos en el mismo barco, porque estamos llamados a ser una sola alma. Por tanto, tus problemas son los míos, son los nuestros. Tus debilidades, son las mías, son las nuestras. Y tus fuerzas no son las tuyas, son las nuestras. Y tus dones no son sólo tuyos, son nuestros… Y tus oraciones no son las tuyas, son las nuestras.

Tanto me amó Dios, que me entregó a Su Hijo para salvarme, pero también quiso entregarme a mi esposo, ese precioso don, para que me ayude en ese camino de salvación.

Y Dios Padre nos entrega también juntos al mundo para que el mundo se salve por Él. “Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos» (DCG 47).

Ayúdame a ser fiel a Dios y te ayudaré en tu santidad.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Y encontraréis. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 1-14

EVANGELIO
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: – «No.»
Él les dice:- «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
– «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: – «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: – «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Y encontraréis.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Junto al lago de Tiberiades donde todo empezó, donde les llamó desde su vida corriente. Es en la vida corriente de cada día, donde vamos Cristificándonos, donde nos llamas Señor.
Desde la experiencia a la luz del Evangelio aprendemos a ser hijos del Padre a su imagen, es necesario caer, para levantarse, perder, para ganar…
Pedro, después de las experiencias vividas con Jesús en su traición y arrepentimiento, ¡cuánto desearía volver a verle para abrazarle, pedirle perdón, amarle como ha aprendido que Jesús le ha amado en la cruz!

Ha comprendido en qué consiste ser pecador y dejarse amar por el Señor que lo ama por sí mismo. Pedro sigue siendo Pedro, impulsivo y visceral. Se tira al agua al saber que es Jesús, Jesús nos ama tal y como somos, no espera nada de nosotros, pues sin Jesús no tenemos nada, eres Tú Señor quien nos busca y nos das todo bien, si permanecemos en tu amor.

A propósito de cómo Jesús ama a Pedro tal como es, por sí mismo, mencionamos una frase de San Juan Pablo (Cat. 10-02-80): ‘Esa dignidad (del esposo) corresponde profundamente al hecho de que el Creador ha querido (y continuamente quiere) al hombre, varón y mujer, «por sí mismo». La inocencia «del corazón» y, por consiguiente, la inocencia de la experiencia significa participación moral en el eterno y permanente acto de la voluntad de Dios’.

Aprendemos de este párrafo cómo debemos acoger a nuestro esposo amándole por sí mismo, que es como Dios lo ama, para así ser fieles a la voluntad de Dios. Esto nos permitirá reconstruir poco a poco el estado de inocencia originaria y por lo tanto, de felicidad originaria. Amarnos así, como Jesús a Pedro.

Señor tú nos enseñas cómo amarnos: “Echad la red a vuestra derecha y encontraréis”. Ni siquiera tenemos fuerzas para tanto bien como nos cuando permanecemos en Ti. Nuestro espíritu se alegra en Ti que eres nuestro Salvador. Esto nos hace reconocer lo bello y lo bueno de mi esposo, porque viene de Ti. ¡Cuánto agradecimiento!

Tú quieres nuestro bien. Pedro quería peces y saca las redes llenas. Has sido Tú quien le has dado los frutos, pero ellos han secundado Tus indicaciones. Después Pedro Te trae esos frutos, pues bien sabe que no le pertenecen.

Hoy nosotros, nos dejamos pescar por Jesucristo que comparte su divinidad con nosotros. Vamos a conquistar a nuestro esposo, a echarle las “redes” tal como Dios nos enseña, y no tendremos fuerzas para sacar todos los frutos que Él nos va a dar.

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¿Cara o cruz? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 35-48

EVANGELIO
Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
– «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
– «¿Por qué os alarmáis;» ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
– «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
– «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
– «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Palabra del Señor.

¿Cara o cruz?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Siempre nos ha parecido muy significativo en relación al matrimonio, que Jesús dijese que donde haya dos o más reunidos en su nombre, ahí estará Él en medio de ellos. El matiz de la intencionalidad es importante. “En Su nombre”.

Hoy nos repartes tu Paz. No es una paz como al da el mundo, una paz impuesta haciendo la guerra. Tampoco es esa otra paz del mundo que en realidad quiere decir “déjame en paz”. Una paz que consiste en que me dejen tranquilo. Es una paz que se refiere a construir la unión.

El corazón del hombre está herido. La pureza con que se miraban Adán y Eva antes del pecado se ha corrompido. Esto lo experimentan los novios, después de un tiempo. Su visión del otro como alguien perfecto se desvanece y ambos descubren la fragilidad del amado. Es el momento de hacer la paz, la madurez del amor, que consiste en amarle tal como es y hacerse uno con él.

“El amor crea siempre espacio para el amado, llamando al amante a aceptar con alegría la novedad que el amado le trae. Y así el amor es capaz de hacerse pequeño, de humillarse para dejar sitio al amado, para hacerlo crecer.” (Llamados al amor). Dios se revela como amor, precisamente en la humildad del cuerpo. Carne que se puede palpar.

Mi esposo merece la pena. Su dignidad, merece la pena. ¿Le vas a hacer sufrir? (cara) o ¿Te vas a entregar? (Cruz).
Sigamos intentándolo, unámonos en Su nombre para que Cristo esté en medio de nosotros. Él eligió cruz.

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Los esposos de Emaús. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 13-35

EVANGELIO
Lo reconocieron al partir el pan

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
– «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
– «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: – «¿Qué?»
Ellos le contestaron:
– «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo:
– «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
– «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
– «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

Los esposos de Emaús.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Cuando estén congregados en mi nombre dos o tres, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20) Qué hermoso si los esposos viviésemos el día a día juntos en Su nombre. Ahí estaría Él, continuamente en medio de nosotros.

En nuestra familia ocurren muchas situaciones que nos generan desánimo, pero Cristo camina junto a nosotros. Lo cierto es que, como Cristo tuvo que padecer para entrar en su gloria, así también nosotros, porque no es más el siervo que su señor.

Qué cerca lo tenemos y como los discípulos de Emaús, no le vemos. Santo Tomás le llamaba “El Dios escondido”.

Si no creéis en mí, al menos creed en mis obras, les decía Jesús a los Fariseos. Y las obras que la Eucaristía hace en nosotros, son palpables. Cómo va restaurando nuestro matrimonio cuando se lo presentamos día tras día en el ofertorio… Le reconocemos al partir el pan. Y cómo nos habla de nuestra realidad matrimonial en el Evangelio: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?” Qué importante es que arda nuestro corazón con su Palabra viva, que nos habla hoy a nosotros como esposos. Leer el Evangelio en familia, es fuente de vida y une, une, une.

Digámosle como los discípulos: Señor, «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»

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Cuando no sientes al lado a tu esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 11-18

EVANGELIO
He visto al Señor y ha dicho esto

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: – «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: – «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: – «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: – «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: – «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: – «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: – «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: – «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor.

Cuando no sientes al lado a tu esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy en día hay muchos esposos, especialmente mujeres, que lloran más o menos en silencio la muerte de su relación matrimonial. Probablemente su esposo sigue vivo, pero para ellos está como enterrado en un sepulcro que se mantiene medio abierto con la esperanza, ya casi perdida, de que algún día resucite su amor.

Si estás en esta situación, vive este Evangelio. Hoy se oye una voz, de un ángel enviado por Dios, que me dice: ¿Por qué lloras?. Y respondo: Se han llevado a aquella persona de la que me enamoré: Que me seducía, tenía detalles conmigo, yo era el centro de su vida, me contaba sus cosas… se lo han llevado: sus negocios, sus egoísmos, la rutina, sus tentaciones… o la muerte, y no sé dónde lo han puesto.

Entonces oigo otra voz: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?. Me doy la vuelta y no veo a nadie, pero ahí, de pie, junto a mí, está el mismísimo Señor. No lo reconozco, pero está. Nunca se ha apartado de mi lado.

Quizás tu esposo no ha sabido ser fiel a su matrimonio, y se ha alejado de aquella promesa de “me entrego a ti en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida”. Pero tú sí te has mantenido fiel a esa promesa y has mantenido tu alianza matrimonial con tu esposo y … con CRISTO. Porque no olvidemos, que esa promesa se la hicimos los esposos también a Cristo. Y Él no se ha apartado de nosotros, Él tampoco ha fallado a su promesa de permanecer para siempre junto a ti, en tu relación conyugal.

A ti, que vives una de estas situaciones, seas hombre esposo o mujer esposa, Jesús te dice hoy: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro” para interceder por ti. Él puede hacer el milagro de hacerte feliz en tu situación, la que sea, porque le has sido fiel y nunca romperás aquella promesa que hiciste ante el altar. Seguirás unido a tu esposo, hasta que la muerte te separe.

Ofrécele tu entrega en la Eucaristía, como María Magdalena día tras día, y el milagro se producirá. Díselo a todos: “Hoy (a través de su Palabra), el Señor me ha dicho esto”. Y aunque como Santo Tomás no te crean, Jesús te cambiará la vida.
¡Jesús está vivo! Es real. No lo dudes.

Pero tienes que entregarte como María Magdalena: Ella estuvo presente a los pies de la cruz, en el descendimiento, en el entierro. Era una mujer enamorada buscando el amor desesperadamente, a pesar de su agotamiento. A ella Jesús le llama por su nombre: “María”. Es el consuelo del amado ¿por qué lloras y sufres? Esto tenía que pasar para que venciera el amor. No hay alma que se resista ante el verdadero amor. Santa Rita, Santa Mónica o Santa Madre Carmen son un testimonio de esto. Algunas hicieron santos a sus esposos. Ante una entrega como la de María Magdalena Dios no se puede resistir, y tu esposo… tampoco.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/