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La corrección entre Esposos. Comentario Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 15-20

La corrección entre Esposos.

Los esposos tenemos normalmente el terrible “vicio” de corregirnos constantemente el uno al otro. A veces en voz alta, a veces lo pensamos en nuestro interior. Es una fea costumbre que no ayuda al bien común, ni a ver lo bello y lo bueno del esposo/a, ni siquiera a mejorar nuestra relación o cualquier tipo de bien común. Varios problemas con este tipo de actitudes:

– Juzgamos la manera de actuar del otro desde nuestro criterio. ¿Estamos seguros al 100% de que coincide con el criterio de Dios?
– Normalmente buscamos en la corrección nuestro propio beneficio, aunque sólo sea salirnos con la nuestra.
– Las formas no suelen ser las adecuadas. Digamos que la delicadeza no abunda en estas circunstancias.
– A veces nosotros mismos hacemos cosas peores y probablemente no somos conscientes de ello. O puede ocurrir que nuestra exigencia con el esposo (genérico) sea muy alta y en cambio en nuestras acciones haya cierta relajación.
– No hacemos como Cristo, ofrecer: Si quieres… Dejamos poco margen a la libertad personal.
– Guardamos el histórico de veces que hemos realizado esa misma corrección.
– El orgullo suele estar bastante presente: Ej. Si algún día se da cuenta de su falta, nos puede incluso dar cierto coraje de que lo haya descubierto a través de otro “después de la cantidad de veces que se lo he dicho”…

Es decir, nuestro modelo de corrección deja bastante que desear. San Agustín nos dice a este respecto: «Debemos pues, corregir por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda… ¿Por qué le corriges? ¿Por qué te ha molestado ser ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces» (Sermón 82)

Sin embargo, el cristiano está obligado a realizar la corrección fraterna. Dice también San Agustín: «Si le dejas estar, peor eres tú; él ha cometido un pecado y con el pecado se ha herido a sí mismo; ¿no te importan las heridas de tu hermano? Le ves perecer o que ha perecido, ¿y te encoges de hombros? Peor eres tú callando que él faltando» (Sermón 82).

La primera pauta a seguir, es que la Corrección Fraterna es inseparable de la Caridad, y ya lo decía San Pablo: «Aunque hablara la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe… Por tanto, sin Caridad, no es posible la corrección. Simplemente, no sirve.

¿Qué idea nos debe mover a corregir al esposo?

En primer lugar, porque somos co-redentores el uno del otro. A imitación de Cristo Esposo, tenemos la obligación de entregarnos por nuestro esposo (genérico) para su salvación, para su santificación. Si mi esposo (genérico) se está desviando del camino hacia Dios ¿No voy a hacer nada?. Por otra parte, por designio divino, soy su “ayuda semejante a él/ella” y eso me compromete, me obliga.

En segundo lugar, porque nos une más: ‘He aquí por qué el Señor, después de haber sancionado como obligatoria la corrección fraterna, añade: «Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.» Pues, en efecto, es muy cierto que del escuchar en estas circunstancias surge siempre una viva y cristiana amistad, o se consolida y se hace todavía más profunda y auténtica la amistad ya existente. Las advertencias escuchadas, aceptadas y agradecidas son siempre vínculos de unión para toda amistad que se levante al nivel de la amistad cristiana. Ganar y ser ganados de este modo por los demás significa hacer sentir el soplo del espíritu evangélico en nuestras relaciones y en nuestras amistades.’ (Catholic.net)

La tentación puede ser la de “no desagradar”. ‘Pensemos que el deber de la corrección fraterna nos recuerda que no siempre el miedo de desagradar a los demás es cosa buena. … es elevado el número de los que ven a sus amigos en el error o en el pecado, o a punto de caer en uno o en otro, …y no mueven un dedo para evitarles estos males. ¿Concederíamos a quienes de tal modo se portasen con nosotros, el título de amigos? Ciertamente, no. Y, sin embargo, suelen hacerlo para no desagradarnos. «Por no desagradar» se pueden ocasionar así a los amigos -a nuestro prójimo- auténticos males…’

Por un lado puede que no le digamos a la cara sus faltas por no desagradarle y por otro, puede ser que con mucha facilidad le critiquemos en nuestro interior o delante de otros, o incluso que se lo digamos con saña en una discusión, signos evidentes de que lo de «no desagradar» al interesado es una tentación que nos impide hacerle un bien.

Algunas recomendaciones para realizar la corrección adecuadamente, pueden ser:
– El que realiza la corrección debe considerar, con humildad su propia indignidad, reconociéndose pecador en la presencia de Dios y hacer examen sobre sus propias faltas. Recordar que actuamos no en nuestro propio nombre, sino en nombre de Dios: Representando el Auxilio que Dios Padre es para el esposo.
– Antes de realizar una corrección, por tanto, conviene pedirle luces al Espíritu de Dios para encontrar el mejor modo de llevarla a cabo.
– Que la falta revista la gravedad suficiente como para que deba realizarse la corrección. Una corrección constante pierde su efectividad y además no es a lo que estamos llamados.

¿Y si el/la corregido/a soy yo?
Si nos han corregido y nos ha parecido «intolerable» lo que nos han dicho, quizá sea conveniente meditar en las palabras anteriores de San Cirilo: «La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios» (Catena Aurea, vol. VI)

Recibiendo la corrección recibimos un tesoro: Si escuchamos a los demás cuando vengan a nosotros movidos por ese espíritu evangélico, por esa caridad cristiana, ejercitaremos, sobre todo, la virtud de la humildad, pues ninguna otra virtud dispone la mente como ésta para conocer la verdad y el corazón para recibir la paz. Y con la verdad y con la paz nos será más fácil enderezar, con la ayuda de Dios, nuestros senderos, y allanar el camino de nuestra vida moral. De tales disposiciones interiores aflorará muy pronto un sentimiento de viva gratitud hacia aquel hermano nuestro que toma tan a pecho nuestros problemas y la rectitud de nuestra vida; con lo que surgirán nuevos vínculos para una nueva amistad, hecha de leal sinceridad y de gratitud cordial.

Por último, una reflexión: ‘Si nos fuese dado ver el alma de aquel que, siguiendo la palabra de Cristo, cumple el deber de la corrección fraterna, quedaríamos conquistados por la grandeza y por la armonía de los sentimientos que en aquel momento ocupan su corazón, cuando se dispone a satisfacer el dulce mandato de la caridad fraterna. En aquel alma podríamos leer la firme delicadeza de la caridad, la limpia profundidad de una amistad que no retrocede ante un deber que ha de cumplirse, y la fortaleza cristiana, que es sólida virtud cardinal.’ (evangeli.net)

Si queréis leer algo más sobre el tema, os dejamos este link de evangeli.net, de donde hemos seleccionado varias ideas y copiado algunos párrafos:
http://www.es.catholic.net/temacontrovertido/331/1607/articulo.php?id=6675

Oramos con el salmo: Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Un día de descanso. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 33-39

Un día de descanso.

La ley del sábado, era uno de los 2 mandamientos principales de la Ley de Dios. (del Catecismo: CEC 2169) La Escritura hace a este propósito memoria de la creación: “Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado” Por tanto es un día dedicado a Dios en memoria de su creación.

A éste, se unen otros motivos que aparecen en los siguientes números del CEC:
2172 La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios “tomó respiro” el día séptimo (Ex 31, 17), también el hombre debe “descansar” y hacer que los demás, sobre
todo los pobres, “recobren aliento” (Ex 23, 12). El sábado interrumpe los trabajos cotidianos y concede un respiro. Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y
el culto al dinero (Cf. Ne 13, 15-22; 2 Cro 36, 21).

Por tanto, se unen los dos motivos principales: La alabanza a Dios por la creación y el descanso, pues en la época del cautiverio en Egipto, la gente trabajaba los 7 días de la semana y no tenía tiempo para meditar ni celebrar juntos su fe. Era necesario que tuviesen un día de descanso y lo dedicasen a Dios, para no perder la fe.

Hoy sigue siendo así. Necesitamos salir un día del mundanal ruido, de la rutina, de “las cosas de este mundo”, para reflexionar sobre la Palabra de Dios, sobre nuestra vida, para hablar con nuestro esposo/a, mirarnos a los ojos. Es triste que las cosas mundanas se coman hoy día también nuestro día de descanso, nuestro día del Señor.

No obstante, Cristo vino a dar plenitud a este concepto, y con su resurrección se instituye un nuevo día de descanso, el día primero, el domingo. Cristo nos enseña que la ley del descanso no es una norma que esté por encima del amor, sino que el día del Señor, es el día del amor. El amor debe reinar y estar por encima de todo, las circunstancias que requieran de nuestra compasión y la misericordia, están por encima de cualquier norma.

El domingo, plenitud del sábado
2175 … Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte. (S. Ignacio de Antioquía, Magn. 9, 1).

Necesitamos tener un tiempo para Dios (sobre todo en la Eucaristía dominical imprescindible) y un tiempo para alimentar nuestro matrimonio, en definitiva, dedicarlo a Dios a través también de nuestro amor que nos lleva a Él. De lo contrario, perderemos nuestra fe y se perderá nuestro amor de esposos.

Oramos con el Salmo: Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.

Los misterios del ayuno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 33-39

Los misterios del ayuno.

La venida del Salvador era una auténtica y permanente fiesta. Ayer vimos una película (“Agosto” de John Wells), sobre una familia en la que se hacían continuos reproches unos a otros. Entrábamos en un estado de angustia a medida que se iban sumando las quejas y sembrando el dolor. Primaba la ley del más fuerte. Como decía uno de los invitados que contemplaba tales escenas: “Vuestro problema es que no respetáis a las personas”.
Al terminar de ver la película, nos dimos las gracias el uno al otro por haber acogido a Cristo, porque nuestra vida podría asemejarse bastante a esa que acabábamos de “sufrir”.

Por tanto, la venida de Cristo, la experimentamos en nuestra vida como una ¡¡fiesta!!. Gracias a Él, nuestra vida ha cambiado drásticamente. En nuestro hogar reina la voluntad de Dios, en nuestro interior reina la paz y nuestra mirada del uno al otro es (normalmente) de admiración y casi reverencia del uno al otro como hijos en el Hijo. Entendemos perfectamente que los apóstoles no pudiesen hacer ayuno mientras convivían con el Señor.

Sin embargo, el ayuno es muy importante para los matrimonios cristianos. Tanto el ayuno como cualquier tipo de ascesis o penitencia, se corresponde con el esfuerzo humano que responde a la gracia de Dios, y es el medio por el cual el hombre se dispone y purifica su vida para que en ella se desarrolle en plenitud la vida Divina. Penitencia es, como nos dice el Papa San Juan Pablo II en Reconciliación y Penitencia, “todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al corazón y del corazón a la vida”.

Añadimos aquí un comentario de Mons Munilla en relación al Ayuno:
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Libres para abrazar la voluntad de Dios

A diferencia de algunas filosofías orientales, el ideal cristiano no es el mero “autodominio”. El ayuno cristiano persigue la libertad interior, necesaria para poder descubrir y abrazar la voluntad de Dios –en definitiva, para la conversión-, verdadera fuente de felicidad para cada uno de nosotros. Así lo expresa el Papa (Benedicto XVI) en su carta: “El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el «alimento verdadero», que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4, 34)”.

Me permito ilustrarlo con un ejemplo: Supongamos que un individuo fuese trasladado a la mitad de una pendiente muy inclinada. Una vez allí, se plantea si el camino correcto es el de subida o el de bajada. Es verdad que el libre albedrío del que está dotado, le permite tomar cualquiera de las dos opciones. Pero, sin embargo, no es menos cierto que la dificultad de la subida, especialmente si no está ejercitado en el esfuerzo de la ascensión, puede llegar a condicionar en gran medida su discernimiento. ¡La probabilidad de hacer coincidir su elección con la opción más fácil, es muy grande!

Pues bien, el ayuno cristiano es un ejercicio voluntario de renuncia, que persigue el crecimiento en la libertad interior, necesaria para la búsqueda de la verdad y del bien en nuestra vida. Sólo así podremos “conducirnos” hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios, sin ser arrastrados por la ley de la… “gravedad”.
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El ayuno es, por un lado cómo al voluntad se entrena con la renuncia a cosas buenas para en su momento poder rechazar las malas (como ya hemos visto) y por otro lado, ejerce una acción misteriosa, que permite al alma abrirse de una manera particular a la Gracia y a la presencia de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre de Dios.

Ahora bien, para que esto se realice, el ayuno debe estar unido a la oración. Sin oración, el ayuno se convierte en dieta o en autodominio (como decía Mons. Munilla) que poco o nada ayuda a la vida espiritual.

Recuerda también que es una obra del Espíritu Santo, por lo que no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde una inmensa gracia de Dios y viceversa. De lo que sí podéis estar seguros, es que al iniciaros en el ayuno os abriréis a la santidad y vuestra vida cambiará radicalmente. El ayuno es el camino a la perfección.

Y cuánto unirá a un matrimonio practicar juntos el ayuno, unidos por una causa común. De la misma manera que ayunaron los discípulos cuando enviaron a Bernabé o a Saulo, o cuando eligieron al apóstol que sustituyó a Judas… porque donde dos o más están reunidos en nombre de Jesús… El ayuno con oración intercesora es oración con autoridad a su más alto nivel. Dice San Pablo (1ª Corintios) “Los casados de mutuo acuerdo pueden abstenerse de tener relaciones con el fin de dedicarse a buscar al Señor durante estas jornadas de oración y ayuno, con mayor razón si la intención del mismo es la paz en el hogar, necesidad de bendiciones espirituales y salud para alguno de ellos.”

Oramos con el Salmo: Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.

El asombro no convierte. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 1-11

El asombro no convierte.

“El asombro se apoderó de ellos.” A través de la historia del pueblo de Israel, observamos que el asombro no es lo que hace que la humanidad se convierta. ¿Cuántas veces asombró el Padre al pueblo de Israel? Tantas como después acabaron negándole.

Qué importante es vivir nuestra fe con la sencillez de santos “de clase media”, como decía el Papa. Los esposos no tenemos que fundar congregaciones, ni probablemente derramar nuestra sangre por el Señor. Es en nuestra tarea cotidiana, en nuestra cortesía con nuestra esposa, poniéndola ante nuestros ojos como una reina: Santa el inmaculada, sin mancha… que es como la tenemos que mirar, porque viene de un acto creador perfecto de Dios y tiende por tanto a la perfección, para volver a Él.

Nuestra santidad está también en la educación de nuestros hijos en la fe y el amor. Que como nos decían en el máster del Instituto Juan Pablo II: Educar no es difícil, es cansado! (porque requiere mucha dedicación)…

A nosotros nos toca «pescar con caña». Y, aunque a veces nos parezca que no sirve de mucho lo que hacemos, diremos como Pedro: Por Tu palabra, echaré las redes (o la caña).

Oramos con la primera lectura: «la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia. » Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues …Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.”

El poder de la carne. Comentario de Evangelio para Matrimonios: Lucas 4, 38-44

El poder de la carne.

San Cirilo, ut sup. Aunque como Dios hubiese podido curarlos a todos con una sola palabra, sin embargo, los toca, dando a entender que su carne tenía virtud bastante para remediar todos los males; porque era carne de un Dios. Así como el fuego colocado en un vaso de bronce le comunica su propio calor, así el Omnipotente Verbo de Dios, cuando se unió realmente al templo, animado e inteligente, tomado de la Virgen, le hizo participante de los efectos de su poder. Que nos toque también a nosotros; mejor aún, toquémosle nosotros a Él, para que nos libre de las enfermedades del alma, de los ataques del demonio y de la soberbia.

Comentamos: Cristo se hace Carne y cura tocando con su Carne. El Demonio conocía el poder de la Carne de Cristo.
Nuestra carne ha sido elevada por Cristo. Nuestra capacidad de amar se hace posible a través de nuestro cuerpo y esta capacidad, supera nuestras fuerzas. Nuestra carne adquiere una capacidad sobrehumana para amar. De ahí la importancia de nuestro cuerpo, templo de Espíritu Santo. No es solo una parte cualquiera de nosotros. Está integrada en la persona y lo que hagamos con él, se queda muy pegado a lo que somos. Por tanto, tenemos que respetar nuestro cuerpo. No es un escaparate, no es un medio para presumir. Es la parte de la persona que nos permite relacionarnos, amarnos y entregarnos.
De esta manera tenemos que mirar el cuerpo de nuestro/a esposo/a. Como el medio que Dios nos ha dado para poder hacernos uno en la carne, expresar nuestro amor, decirnos “te quiero”, conocernos, mirarnos… El cuerpo expresa a la persona.

San Beda: Los demonios confiesan al Hijo de Dios; por eso después se dice: «Sabían que Él era el Mesías»… No persuadió a los judíos a que lo crucificasen porque creyera que no era el Hijo de Dios, sino porque no previó que él mismo sería condenado por su muerte.
Acerca de este misterio, oculto desde la eternidad, dice el Apóstol (1Co 2,8), «que ningún príncipe de este mundo le ha conocido, porque si le hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Dios de la gloria».

Comentamos: Los demonios conocían el poder de Cristo en la Carne. Lo que no sabían, pues era parte del misterio de Dios desde toda la eternidad, es que con la muerte de Cristo, su Carne iba a adquirir un poder infinito. A partir de su muerte, el cuerpo de Jesús es entregado a todos para que nos toque, increpe nuestro mal y nos salve día a día. Desde que Cristo se hace Eucaristía, el Demonio está perdido.

Lo que menos quiere Satanás es que oremos juntos, el matrimonio y la familia, porque sabe el poder de la oración. Por eso pone tanta dificultades. Lo que menos quiere Satanás es que vayamos juntos a la Eucaristía, que unamos al ofertorio nuestra entrega conyugal. Satanás sabe que como hagamos eso, está perdido. Cristo nos toca y ordena a los demonios que se callen, que no proclamen al Mesías, porque nos presentarán un dios falso.

La supremacía y el poder de Dios sobre el Demonio es indiscutible. ¿Por qué no nos apoyamos en Él?.

Oramos con el Salmo: El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. Desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.