Archivo por meses: septiembre 2014

Esposos guía. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 39-42

Esposos guía.

Cuando los esposos no miran juntos hacia Dios, se fijan demasiado en los defectos del otro. La mirada entre ellos está desvirtuada. Si no nos miramos con los ojos del Creador, si no reconocemos en nuestro esposo la bondad que Dios ve en él/ella (“y vio Dios que era muy bueno”) entonces es que estamos ciegos para reconocer la Verdad.

Un ciego no puede conducir a otro, pues los dos caerán en el hoyo. ¿A dónde vamos a llevar a nuestro esposo si no sabemos ver el plan de Dios para él (o ella)? ¿Cómo vamos a decirle lo que tiene que hacer o que corregir?. ¡Hipócritas! Nos llama nuestro Señor Jesucristo. Para poder ayudar a mi esposo, primero es necesario verle como creatura de Dios, verle como algo muy bueno. Después, servirle.

Decía san Pablo que existe una minoría de edad en la fe. Pero eres Tú, Señor, el que nos dice que el discípulo será como el maestro, ¡Sorprendente!. Siendo tus discípulos, nos descubres poco a poco Tu camino. Es necesario quitarnos las tinieblas de los ojos, purificar nuestros pecados con la confesión y el sacrificio de las dificultades de la vida, para poder ver con nitidez. En la perseverancia por lograr unirnos cada vez más a la voluntad de Dios, encontramos el camino hacia la perfección.

Hoy experimentamos que nuestra mejor mediación en la tierra es nuestro/a esposo/a, cuando no se ha creído en la razón, sino que ha buscado la Verdad: con la oración, con el confesor, leyendo, en el Evangelio, con su esfuerzo… Tú, Madre nos acompañas dentro de la Iglesia, nos ves sedientos y nos das de beber de aquí y de allá, y Cristo, nos va convirtiendo juntos.

Oramos con el salmo: Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación.

Un amor irresistible. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 27-38

Un amor irresistible.

Este planteamiento de Jesús sobre amar a los enemigos es una auténtica revolución para la fe y para la civilización. Tiene una fuerza inmedible. Un amor irresistible. Fue el que inspiró a Mahatma Gandhi en la campaña de la no violencia activa con la que se liberó la India.

Jesús hoy nos habla de una alegría que sólo conoce el que lo ha probado. Para el que no lo ha probado, le parece algo imposible. Es una alegría a la que Jesús os invita cada día: Amad a los enemigos, a quien se lleve lo tuyo no se lo reclames, a quien te quite la capa dale también la túnica…. Hablamos de una cuestión que proviene de la Sabiduría Divina, y es contraria a las tendencias de este mundo. Parece una locura.

Cuando amamos a nuestro esposo (genérico) en lo bueno, no nos distinguimos de las parejas que conviven sin sacramento ni de aquellos que viven su fe de forma inmadura o superficial, de aquellos que no han acogido el don del Espíritu en su matrimonio. A los esposos cristianos se nos exige un plus. Se nos exige parecernos al Padre, amarnos cuando hemos sido rechazados, hacer el bien y prestar sin buscar recompensa… porque eso es lo que hace Dios con nosotros. Se nos pide que respondamos a nuestro compromiso matrimonial amándonos no con nuestro amor, sino con el amor de Cristo. Mientras no nos amemos en las penas, en las dificultades, en la humillación, en la enfermedad… no nos estamos amando con el amor de Cristo, eso es seguro. Por tanto, ante esto, tenemos que plantarnos y hacernos una pregunta: ¿Esto es ser cristiano? ¿Esto es seguir a Jesús? Y después tomar una decisión: ¿Nos hacemos ateos? o ¿Queremos seguirle de verdad?.

Si queremos un matrimonio reconciliado, tenemos que pedir perdón. ¿Quién tiene que pedir perdón primero? El que inició la violencia. ¿Quién fue? El otro me hace daño, probablemente porque no ha tenido un encuentro profundo con Jesús, o porque ha tenido heridas en su infancia, o porque le han educado en la dureza de corazón… En definitiva porque no sabe lo que hace. ¿Esperamos que sea el otro quien pida perdón primero en estas condiciones?. San Juan Pablo II pidió perdón por los errores de la Iglesia, ¿Cuándo van a pedir perdón por la II guerra mundial? ¿Por las bombas atómicas?, ¿por los crímenes de la revolución francesa…? ¿Por los mártires de nuestra guerra civil?. ¿Nos preguntamos si de verdad era la Iglesia la primera que tenía que pedir perdón?. ¿Era Jesús quien tenía que pedir perdón por sus verdugos? O debería haber esperado a que los verdugos pidiesen perdón primero…

¿Qué esperamos para pedir perdón en nuestro matrimonio? Si perdonamos a los que nos ofenden, como decimos el Padrenuestro, estaremos rompiendo una cadena de dolor y destrucción que nos consume. Deseando el bien del esposo, lo convertimos en el amado, aunque nos ame poco. Tú haz lo que puedas y debas por darle todo aquello que sea un bien para él/ella.

Jesús, que no miente, y nos dice: “Amad a vuestros enemigos… tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo” Por fin nos pareceremos a Él.
“El que ama en los buenos momentos, ama por interés, y nunca experimentará la alegría del amor de Dios. El amor de Dios es un amor incondicional. Tendremos un gran premio, que no podremos ni sospecharlo pero sí sabemos que en esta vida tendremos el corazón lleno de paz, amor y alegría. Cuando amamos con medida, nuestro corazón no está lleno de amor sino que amamos con interés, y eso hace que estemos enfadados, (reprochemos)… Cuando amamos incondicionalmente, el primer premio que tenemos es la paz y la alegría ya en esta vida.” (Comentario del Evangelio reinadelapaz.tv)

No pienses en tus grandes enemigos que están lejos. Ponte hoy a amar a tu esposo en los malos momentos y ya verás la alegría que experimentas en tu corazón, si le haces favores sin esperar nada ni sin medir esfuerzos, ayúdale, sé generoso con él/ella… Ámale como Cristo ama. No hay esposo que se resista a un amor así, un día y otro día, y otro…

¿Vamos a ser Esposos cristianos o no?

Oramos con el salmo: Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras.

Los secretos de la felicidad conyugal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 20-26

Los secretos de la felicidad conyugal.

Las Bienaventuranzas es el rostro de Cristo, es el programa de vida para parecernos a Él, una forma de vivir, de ser, de pensar, es movernos en la cima del Amor.
Amar es vivir las Bienaventuranzas ¿quienes son los felices y dichosos? Los que aman y se dejan amar por Dios a través de su cónyuge, pues es como Dios nos llamó al camino del amor.

Cada bienaventuranza tiene dos partes: opción o estado y la segunda es la consecuencia o promesa. Mateo, anuncia ocho bienaventuranzas y Lucas cuatro bienaventuranzas o estados de felicidad y cuatro maldiciones o desdichas, por ser contrario a Cristo.

Veamos si nuestro matrimonio es feliz o infeliz:

Dichosos los pobres porque vuestro es el reino de Dios:

La pobreza que nos hace merecedores de la bendición del Señor es la humildad, reconocimiento de nuestra verdad: ser sus creaturas, sus hijos en Jesucristo, sostenidos por su Amor que nos inspira a vivir y a alcanzar su Reino. Es desnudar nuestro corazón ante el esposo y ante Cristo presentándonos tal cual somos: lo bueno y lo malo para apoyarte en él/ella y que te ayude. Un solo corazón, un solo espíritu caminando de la mano de Cristo.

Es indispensable ser un matrimonio pobre para que Jesús se haga visible en nosotros, siendo luz para nuestros hijos y para el mundo, por lo que detrás de tu humildad, veras la luz de Cristo, verás a Cristo en tu cónyuge y verán a Cristo en vosotros.
Un matrimonio pobre es aquel que no tiene y lo reconoce. Necesita desarrollarse, hacer crecer su amor limitado. ¿Acaso algún matrimonio tiene el amor ilimitado al que aspiramos? No, por eso tenemos que reconocer que somos agua que necesita ser convertida en el buen vino que emana de la sangre de Cristo. Es un matrimonio que se sabe necesitado de la Palabra de Dios para aprender y caminar en la vida juntos, que reconoce que necesita del amor de su esposo y juntos del Amor de Dios. El que se libera del yugo de creerse más que el otro o querer que el esposo me vea fantástico. Pobre es el que reconociendo su debilidad o carencia ante su cónyuge, se apoya en él/ella y juntos en Dios. No por que crea en la persona-esposo, sino porque cree en su sacramento y que es Cristo el que se hace presente atraves del esposo actuando de ministro, siendo portador de Su gracia, lo sana y esto los hace invencibles: En mi debilidad me haces fuerte (S. Pablo).
No hay mayor necesidad para un matrimonio que la unión de corazón que solo puede unir Dios y no depende de sentir lo mismo o coincidir en…. Depende de haber contruido sobre roca (Cristo) cuando hay verdadera unión, es un matrimonio mas fuerte que la muerte, ninguna tempestad lo derribará.
Por eso dichosos, felices los matrimonios que trabajan por esta unión, poniendo sus corazones vacíos, pobres, en las manos de Dios, dichosos por llenarse y llenar a su cónyuge de amor en lugar de llenarse de sí mismos.

Dichosos los matrimonios que ahora tenéis hambre, porque quedareis saciados:

El hombre llega a ser feliz amando y siendo amado, acoge el don de Dios, se lo entrega a su cónyuge y acoge el don de Dios a través de su cónyuge (la hermenéutica del don S. Juan Pablo II)
El esposo justo es aquel que respeta a su cónyuge (más allá de no faltarle o mirarle mal) es ver en él el don de Dios, por esto nos descalzamos porque estamos ante terreno sagrado, viendo la justicia-amor divino en él y colaborando con Dios a que sea lo que Dios ha pensado para él desde su trabajo, familia, amigos…
Por lo tanto dichosos los matrimonios que ahora descubren que sin unión con Dios juntos no hay paz, amor, justicia… Y la buscan, trabajan juntos por ello, tienen hambre de su vocación de esposos. Quedan saciados en parte, viviendo un anticipo del cielo aquí en la tierra.

Dichosos los que ahora lloráis porque reireis:

Dichosas las lágrimas que mueven el corazón al bien por sanar lo que las ha producido.
Dichoso es el que descubre el bien sanando las heridas de su esposo roto por la vida, las circunstancias… en lugar de mirar a su propio dolor (estas son lágrimas infecundas, nacidas del amor propio).
Sólo el amor, sana el corazón herido. El amor es lo único que da fuerza para soportar el sufrimiento, y cuando se acepta con y por amor se une el alma estrechamente con Dios y con el esposo.
El matrimonio que padece cualquier dolor a causa de su esposo y está dispuesto por amor a entregarse a él/ella, como Cristo, haciendo suyo el dolor del otro y ayudándole, este matrimonio reirá porque habrán resucitado juntos.

Dichosos seréis cuando los hombres os odien, os expulsen, proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del Hombre. ¡Alegraos ese día porque grande será vuestra recompensa, porque así fueron tratados los profetas!» Con estas palabras de Jesús, nos anima a los matrimonios que rezamos juntos, que acudimos juntos a la Eucaristía fuente de nuestro amor, que luchamos por ser fieles a Dios a través de nuestra vocación cada día, defendemos lo que Jesús nos enseña y con la forma de actuar caminamos contracorriente, hablamos de lo que no está de moda y tenemos a Cristo constantemente en nuestras conversaciones.
La defensa por la Verdad, puede causarnos críticas, dificultades… pero no es estertor de muerte, sino dolor de parto, señal de que somos un matrimonio Vivo y feliz en Cristo!!
También es dichoso el esposo que por su fidelidad a Dios, aunque sea perseguido por su propio esposo, no rompe la comunión, es fiel a la indisolubilidad.
¡Alegrémonos y saltemos de gozo entonces!! El matrimonio que ha encontrado el tesoro, no se desanima por lo que estima basura.

Pero, ¡ay de vosotros, los matrimonios ricos!
Que pensáis que no necesitáis del esposo, que no veis la verdad para la que ha sido creado, que ponéis vuestra confianza en vosotros mismos, que honráis a Dios con la boca y vuestro corazón está lejos del esposo. Cuando no hay unión en la debilidad se producen todas las consecuencias destructivas y la persona se hace aún más débil cayendo con mucha más facilidad en su propia debilidad y ante cualquier dificultad, el matrimonio tambalea…
Ay de los matrimonios que confían en otros dioses: como el dinero, el éxito, comodidades, planes, en uno mismo…nada de esto edifica, ni hace posible la unión y por eso ya tenéis vuestro consuelo: limitado, a rachas, frágil, falso.

¡Ay de vosotros, los matrimonios que ahora estáis saciados! Con vuestro trabajo, hijos, familias, amistades, comodidades, diversiones…. Y no buscáis la justicia-amor de Dios para vuestro matrimonio por «falta de tiempo». Un tiempo teóricamente lleno, saciado, pero realmente vacío, hueco. Porque tendréis hambre.

¡Ay de los matrimonios que ahora reís!
Porqué has endurecido tu corazón y has huido de tu Cruz, has dado la espalda a tu esposo por mirarte el ombligo, has dicho no a la oportunidad de construir, has renunciado al camino estrecho de la misión de Dios… Porque haréis duelo y lloraréis.

¡Ay matrimonio si todo el mundo habla bien de vosotros!
Porque seguís lo de todo el mundo y no lo de Cristo, porque hacéis lo que sabéis que es aplaudido… Seréis unos mentirosos y unos falsos profetas, porque no reflejaréis la verdad de Cristo.

Oramos por el alma de los esposos con el salmo: Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu Señor.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 12-19

Como cuando éramos novios.

Hoy vemos a Jesús que pasa toda la noche hablando con el Padre.
¡Cuánto amor! Eso parece que sólo lo harían unos recién ennoviados. ¡Cuánto tenemos que hablar los esposos entre nosotros y juntos con el Padre!.
¿Alguna vez os habéis quedado sin dormir por aprovechar para hablar y estar juntos? ¿Cuánto hace de eso?

Hoy Cristo es un ejemplo para nuestro amor de comunión: el diálogo, la escucha, la obediencia, entrega… Todo esto nos lo enseña hoy.

Cristo y el Padre hablaban de nosotros de ti y de mí… De los que le seguían entonces… Y de entre todos ellos eligieron una representación del hombre: el traidor, el amigo fiel, el vanidoso, celoso y apasionado…

Ya sabía que uno le traicionaría y otro le negaría… conocía muy bien la debilidad del hombre por eso vino, para salvarnos. Dios nos dio vida en Él, perdonándonos todos los pecados. ¿Por qué no aceptar nuestras culpas? ¿por qué no aceptar las debilidades de mi esposo/a? ¡Bendita humildad!

Así que ya que hemos aceptado a Cristo Jesús, el Señor, procedamos según Él: dialogando con nuestro esposo (genérico), escuchándole, obedeciéndole, entregándonos… dejándonos construir. Te lo pedimos Señor.

Muéstranos la importancia que tiene hablar contigo, tocarte, porque hay han fuerza que sale de Ti y lo cura todo.
Gracias, Señor, por estar en la Eucaristía, donde podemos tocarte.

Donde lo divino se casa con lo humano. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 1, 18-23

Donde lo divino se casa con lo humano.

Jesús significa en Hebreo “Dios Salva”.

(Texto extraído en gran parte del comentario de Mons. Munilla sobre el Catecismo el día de la Inmaculada)

Los caminos de la inocencia y de la penitencia:

Dios nos salva por dos caminos, el camino de la inocencia y el de la penitencia. El camino de María es el perfecto camino de la inocencia, desde el que ha sido dócil a la gracia de Dios. Hay otras personas que también se han salvado por este camino, una vez limpiados del pecado original: Es el caso de Santa Teresita de Lisieux que decía no tener conciencia de haber actuado nunca en contra de la voluntad de Dios.

A nosotros nos toca claramente el camino de la penitencia. Aun así, Dios también nos salva por preservarnos de los pecados. Por eso no podemos jactarnos ni vanagloriarnos de aquellos pecados que no cometemos, porque ha sido la gracia de Dios la que nos ha preservado de ellos. Hay un refrán que dice: A veces Dios puede “castigar” la soberbia encubierta con pecados torpes patentes. A veces Dios permite (más que castigar) que caigamos en pecados más ostensibles y escandalosos para que seamos más humildes, que no miremos a nadie por encima del hombro.

Nosotros también somos preservados de muchos pecados, y tenemos que dar gracias a Dios por ello.

María es modelo de pureza y castidad:

La concepción de Jesucristo no fue virginal porque la sexualidad sea mala o impura. La sexualidad es santa como todo lo que ha salido de las manos de Dios y forma parte de su plan. Jesús fue concebido virginalmente porque convenía a su naturaleza divina. Es verdadero hombre y por eso nació de las entrañas de María, pero también es verdadero Dios y por eso fue concebido por concurso del Espíritu Santo.

CIC 2337 “La castidad (y la pureza) significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual.”
Es decir, la castidad es la integración de la sexualidad en la vocación de cada uno.

Dios creó al hombre de forma que el cuerpo fuese expresión de su interioridad. El cuerpo es el espejo del alma. El pecado, separa el amor de lo corporal por la distorsión que introduce n el corazón del hombre. El cuerpo llega a ser algo que nos aparta del interior del ser humano para ser algo que suscita nuestras pasiones. La dignidad de la sexualidad consiste en volver a darle al cuerpo el sentido que tiene de expresión del alma de la persona.

María es por tanto símbolo de la pureza y de la castidad, Maria es canal de las gracias derramadas por Dios para con nosotros: ¡alegraos os ha nacido el Salvador! El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Dios está con nosotros gracias a Maria.
¿Y tú? ¿Al igual que María dejas que Dios esté con vosotros en vuestro matrimonio, siendo símbolo de pureza y castidad conyugal, canal de la gracia de Dios?
Proclamemos con Maria las grandezas del Señor, que se alegre nuestro espíritu en Dios nuestro Salvador, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por nosotros.

En Cristo encarnado se unen dos cosas, lo divino y lo humano, en nuestro matrimonio debe ser así, si no, no le dejaremos a Dios construir nuestro amor, no le dejaremos estar vivo entre nosotros y hacer obras grandes. En los santos y especialmente en la Virgen María, tenemos una religiosidad equilibrada, que glorifica a Dios a la misma vez que dignifica al hombre. Dios hace al hombre santo, Dios hace el matrimonio santo, por tanto, cuanto más creemos en Dios, mas es Él el centro de nuestro corazón y nuestro hogar, más dignifica y santifica nuestro matrimonio. En María vemos el lugar en que lo humano y lo divino se desposaron. En Jesús se ha casado la humanidad con la divinidad.

Una anécdota: Sobre la bandera azul con esas 12 estrellas doradas que representa a Europa. Cuando en 1949 se instituyó en Estrasburgo el primer consejo de Europa se convocó un concurso artístico para elegir el modelo de la bandera común. De los 101 proyectos que se presentaron, en 1955 se eligió el elaborado por un ferviente artista católico. La inspiración fue la de plasmar el pasaje bíblico del apocalipsis: Una corona de 12 estrellas sobre su cabeza sobre fondo azul. Él no reveló la auténtica inspiración. Precisamente un 8 de diciembre, día de la Inmaculada, en una votación del Consejo de Europa la votaron por unanimidad sin saber su verdadero sentido.

Por mucho que queramos negar a Dios o apartar a nuestra Madre, ella será siempre nuestra bandera, siempre será Madre de una manera gratuita. Así es Cristo, la raíz de nuestra cultura, así es María, Madre de nuestras raíces y nuestra cultura aunque no se le quiera reconocer.

Oramos con el Salmo: Desbordo de gozo con el Señor. Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio. Y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.