Archivo por meses: septiembre 2014

Un mundo light y sin cafeína. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 31-35

Un mundo light y sin cafeína.

Es habitual refugiarse en una actitud crítica, para justificar la tibieza de la fe y la dureza de corazón en nuestro matrimonio.
La falta de coherencia es un signo de que no se vive en la verdad. Si no hago lo que pienso, acabo pensando según lo que hago. Entre matrimonios es habitual el “ni contigo, ni sin ti”. La incoherencia lleva a una queja constante, porque no alcanza ninguna solución estable.

No podemos conformarnos con una fe de estantería ni con un matrimonio de “vivir bajo el mismo techo y compartir unos hijos”. La fe es para vivirla en nuestro matrimonio y en nuestras familias.

Cuando miramos a los matrimonios de alrededor, nos asombramos de lo mal que están las cosas. Pero cuando leemos lo que el magisterio de la Iglesia dice sobre el matrimonio, buscamos una explicación light y descafeinada que justifique nuestra realidad. Parece que no va con nosotros. Eso es muy complicado… eso será para los santos…

El resultado, es un matrimonio mediocre, al que le falta «azúcar» que lo endulce (el cariño nunca sobra) y «cafeína» para que le dé vigor (la ilusión y el deseo son el motor). San Juan Pablo II nos pone metas como la que veíamos este fin de semana con un grupo de matrimonios: “se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas” (Catequesis 02/01/80). Queremos conocernos en la verdad de lo que somos y alcanzar la plenitud de esa intimidad. Ahí encontraremos la paz, la estabilidad. Queremos de eso! Y queremos muchas otras cosas más.

¡Esposos! San Juan Pablo II toca y no bailamos. Nuestra Madre Iglesia nos avisa de los peligros de la situación que viven las familias de hoy, y no lloramos.

Señor, envíanos tu Espíritu. Que tu carne nos dé la fuerza y tu sangre nos purifique. ¡Prende fuego en nuestros corazones! No queremos vivir un sucedáneo. Queremos ser “discípulos de la sabiduría” y darle la razón. San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

Oramos con el salmo: Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra.

Hora de limpiar el trastero. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 11-17

Hora de limpiar el trastero.

En este Evangelio, nos llama la atención que el Señor le pide a la viuda que deje de llorar. Su situación era dramática: Además de acabar de perder un hijo, una mujer en aquellas circunstancias se quedaba sin sustento. Ya sólo le quedaba esperar su propia muerte. Cristo, sin embargo le dice que no llore.

Si nos quedamos enfrascados en el dolor, derrotados por las penas, la fe “pasa de largo”. La desesperanza es enemiga de la fe: Fe, Esperanza y Caridad, van las tres unidas. Es importante no dejarse llevar por los sentimientos y centrar, desde la voluntad, nuestra confianza en el Señor. Él puede hacer el milagro, como en el caso de la Viuda de Naín. “A ti te lo digo, muchacho, levántate”. Sal de tu dolor, sal de la autocompasión que te mantiene enterrado.

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La oración es un acto de fe, de confianza en Dios y de obediencia. Podría incluso no haber palabras y poder estar dándose una auténtica oración, como hizo Abraham. Tenemos que desconfiar de la oración que no se traduce en obediencia. Recordamos a aquella de religiosa que decía: Mucha mística, mucha mística, pero a la hora de coger la escoba siempre somos las mismas.

La oración es búsqueda de Dios, búsqueda de su voluntad. La oración entendida equivocadamente es antropocéntrica: nace en el hombre y termina en el hombre. No es una técnica de relajación. La oración auténtica es Cristocéntrica: Nace de Dios y termina en Dios, pero integra al hombre para que sea libre. Gráficamente podríamos representar la oración como una barquichuela, que llega al puerto y lanza una soga para el amarre. Lo que se acerca no es el puerto a la barquichuela sino la barquichuela al puerto.
(Mons. Munilla: Explicación del catecismo Nª 2570. Radio María)
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A veces, nuestro esposo está desanimado, preocupado… no nos hundamos con él/ella. Toquemos su “ataúd” como hizo Cristo, sintamos lástima, pero inmediatamente actuemos. “Ven esposo/a mío/a, ven a mi corazón, que quiero resucitar contigo para poder experimentar juntos el amor de Dios. Pongámonos en las manos de nuestra fe y de nuestro Salvador”. Pidámosle a Él que vaya por delante de nosotros en esa cruz y confiemos. La oración es obediencia, es una disposición de la voluntad. A veces tiene lugar de una forma dramática porque es una rendición de la voluntad. En Abraham, la obediencia, hasta que llega a ser filial, le cuesta. La verdadera libertad es un estado de obediencia.

El hijo de la viuda se incorporó y empezó a hablar. El que está vivo, comunica, comparte, se relaciona, no se encierra. Decíamos que, a veces Dios permite que pasemos por situaciones complejas o difíciles, para que salgamos de nosotros mismos y rindamos nuestra voluntad. El matrimonio es una excelente vocación para salir de esa habitación cerrada a la que le falta ventilación; ese trastero en el que convertimos nuestro interior, lleno de manías, autoconvencimientos, prejuicios y malos hábitos. Es bueno que dejemos entrar al esposo/a, que lo remueva todo, coloque las cosas donde jamás las pondríamos, tire lo que le parece que no tiene utilidad y que retire los muebles viejos para limpiar detrás. Obedecer al esposo/a es muy importante para que salgamos de nuestros egoísmos, nuestros miedos, nuestro hermetismo… para salgamos de nuestros “amarres” y hacernos libres.

Hoy Cristo se dirige a nosotros: “Deja de quejarte. ¡Esposo/a, a ti te lo digo, levántate!”.

La imagen de la mujer libre por excelencia es María: La que dijo “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”. Es la sublime obediencia, raíz de la plena libertad. No hay nadie más libre que María.

Oramos con el Salmo: Somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

El Proyecto de María. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 19, 25-27

El Proyecto de María.

Según la hermenéutica del don, para que el don se dé es necesario que alguien lo reciba. Cristo se dona en la cruz y era necesario que alguien estuviese allí para recoger ese don de amor plena y perfectamente. Ella es María, Madre de la Iglesia, que recoge perfectamente la entrega del Esposo y recibe su sacrificio como don de salvación para su Esposa la Iglesia a la que ella representa.

María fue corredentora con Jesús, por su sí a la encarnación y porque estuvo a los pies de la Cruz. Ella participa de la entrega de su Hijo al mundo. Lo recibió como un don y lo entrega ahora como un don. Nosotros lo recibimos y como María, tenemos que entregarlo. Tenemos que convertirnos también en corredentores de Cristo ¿Cómo? Estando a los pies de la cruz de nuestro esposo, participando con él/ella y convirtiendo ese sufrimiento en una entrega por amor a otros, para que así, el don que recibimos de María llegue a nuestro esposo y a muchos más matrimonios. Como dice en el Catecismo (Nº 1521 La unión a la Pasión de Cristo) “El sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser participación en la obra salvífica de Jesús.” Los esposos uniendo nuestro sufrimiento a la Pasión de Cristo, somos corredentores el uno del otro: (Los esposos) “al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del Espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación (Gaudium et Spes, n° 48).

Retomamos la escena del Evangelio, con unas palabras de San Ambrosio: ‘»He aquí tu hijo». «He aquí a tu Madre». Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño. …Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna’. Cristo lo dona todo, incluso a su Madre la comparte con nosotros. Bendito don para la vida eterna. A través de Ella vino la Salvación y a través de Ella llegaremos nosotros al Salvador.

Ella inició este Proyecto de Amor Conyugal, porque quiere llevarnos a Él. Ella conoce el camino, trae al Señor a nuestra familia, y además aprendió viendo a su Hijo desposarse con la Iglesia, ella nos guía. Nos puso en el camino a San Juan Pablo II, el Papa de la familia, el gran devoto de Nuestra Señora de Fátima, quien le salvó de la muerte un 13 de mayo. Ella nos convirtió. Nos puso al papa del “Totus Tuus” Todos tuyos, María. Seguimos su camino. No es casualidad, Ella va marcando el rumbo, es nuestra estrella, nuestra guía de Proyecto Amor Conyugal.

Damos gracias a Cristo por este inmenso don de nuestra Madre.

Oramos hoy con la preciosa secuencia:
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre. Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡ Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.

Exaltar la cruz sin Cristo es de cínicos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 13-17

Exaltar la cruz sin Cristo es de cínicos.

Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado (Evangeli.net). A nadie le gusta sufrir, pero el que no une el amor a Cristo con la cruz, nunca la entenderá, nunca dará fruto, no encontrará amor en ella y nunca resucitará ni dará vida con su sufrimiento.

La cruz no es una condición que me pone Dios. Él no me dice: Si quieres llegar al cielo, tienes que cargar unos años con la cruz, no. Dios me regala el cielo, pero no se puede entrar si no se sabe manejar la cruz. El centro de la doctrina de Cristo no es el dolor, sino el mandamiento del amor. El amor matrimonial y el amor a los hijos, nos pueden ayudar a entender este punto. Un esposo no se sacrifica primero y después ama al cónyuge, por el contrario, es el amor lo que mueve a renunciar al propio gusto y aceptar el modo de ser del amado. Una madre no sufre primero las incomodidades del embarazo y dolores del parto, se levanta en la noche a dar de comer al bebé, y una vez superados estos sufrimientos comienza a amarle. Es el amor de madre lo que mueve a sobrellevar las molestias. No se da primero el sacrificio para después amar. Porque amo y quiero el bien del amado, estoy dispuesto a renunciar al propio bien. Esto es la cruz.

En consecuencia, solo el que ama a Dios y desea entregarse a Él, toma la cruz como lo más normal del amor. En cambio, el que ve la cruz como una condición para amar a Dios, no le queda más remedio que “soportar” con paciencia las pequeñas o grandes tribulaciones.

Circula por internet (en evangeli.net y otros) la historia de un pueblo de Croacia en el que no hay constancia de ningún divorcio entre sus más de 24.000 habitantes. Los novios en el momento de su boda, juntan sus manos sobre la cruz. Esa cruz se la llevan a casa y lloran sobre ella sus sufrimientos, pero no se separan de ella, porque saben que la cruz es el símbolo de la alianza entre Dios y el hombre, entre Cristo y la Iglesia y por tanto, entre los esposos. En la alianza de los esposos permanece vigente la cruz, pero esa cruz no la llevan ellos, sino que la lleva Cristo. Cada sufrimiento, cada dolor, saben que es el Señor quien cargó, quien carga con él y no ellos. A los esposos solamente nos toca confiar.

No es la cruz el centro de nuestra unión, sino el amor. No es la cruz la que nos une al Señor, sino el amor. Él comparte su cruz con nosotros por amor, pero no lo olvidemos. Es Sú cruz. Así que fuera quejas y ¡A darle gloria!. Exaltemos hoy la cruz de Cristo.

Hoy oramos con la bellísima lectura de San Pablo a los Filipenses: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra…

¡Gloria a Ti por siempre, Señor!

Lo que tenéis, lo que habláis y lo que hacéis. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 43-49

Lo que tenéis, lo que habláis y lo que hacéis.

Aprovechando que hoy celebramos la onomástica de San Juan Crisóstomo, recurrimos a un comentario suyo en relación a este Evangelio:

Crisóstomo in Mat. hom. 43. Es una consecuencia natural que cuando la malicia vive en nuestro interior, las palabras inoportunas salgan por nuestra boca; por lo que, cuando oigas a alguna persona que profiere palabras poco honestas, no creas que se oculta en él menos malicia, que la que expresa por medio de la palabra; antes bien entiende que la fuente es más caudalosa que el arroyo.

Cuando una persona critica a otra, muestra que la malicia que hay en su corazón es aún mayor que las palabras que profiere. Si además la persona a la que critica es su esposo/a, se está criticando a sí mismo, puesto que Dios nos ha hecho uno.

Jesús dice que “lo que rebosa del corazón lo habla por la boca”. Es necesario por tanto que el corazón esté lleno de amor para poder sembrar amor, que esté lleno de paz para transmitir paz, que esté lleno de alegría para transmitir alegría. ¿Es esto lo que transmites? Si la respuesta es no, revisa tu corazón. ¿Hablas de cosas negativas o reproches? ¿Suele haber quejas, insatisfacciones o tristeza en tu vida (independientemente de los accidentes de tu entorno)?… Revisa tu corazón.

Sólo el Espíritu llena de amor el corazón, sólo el Señor lo llena de paz y sólo de la coherencia con nuestra misión nace la alegría. Si hablar de Dios es algo extraño en tu vida, entre los tuyos ¿Qué hay en tu corazón?.

Y del corazón a la acción. Hoy el Señor nos pregunta a todos los matrimonios cristianos ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor” y no hacéis lo que digo? Es la falta de coherencia de la que hablábamos. Lo importante es hacer la voluntad del Padre: “El que escucha mis palabras y las pone por obra”.

Ese construir sobre roca es un recorrido, un proceso. Jesús habla primero del árbol: Sano o Dañado y después habla de Poner por Obra. El árbol que no aprovecha el alimento del cielo (el alimento de la oración y de los sacramentos), se daña y no da fruto. Si no deja correr la sabia de la Palabra y del Espíritu por su interior hasta que riegue todas las ramas de su vida, no da fruto. El árbol que no da fruto, pierde su valor, sólo sirve para cortarlo y echarlo al fuego.

¿quieres ser un matrimonio-árbol sano? Cristo nos muestra el Camino:
Edificad sobre Cristo: leed la Palabra juntos, hablad de Dios y de la misión que os ha encomendado, que el Evangelio llene todos los recovecos de nuestra vida, alabemos juntos a Dios por todo lo que nos da, poner por obra el Evangelio y daréis fruto abundante, vuestro corazón rebosará amor, paz y alegría. Y Dios lo hará todo, la zarza llegara a ser deliciosa higuera. Juntos daremos gracias el uno por el otro, hablaremos y pensaremos bien del esposo… desearemos servirle y hacerle feliz sin mirar lo que él hace, dejarán de existir los reproches, insatisfacciones…

Oramos con el salmo: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.