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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Vale pero no lo entiendo.
A veces nos puede parecer que la manera de querer a nuestro esposo o nuestros hijos es buscando la manera de aliviarles o quitarles el sufrimiento, pero ¿Y si esa es una cruz querida por Dios para su propia redención o la de otros? Ojito ante el sufrimiento de nuestros seres queridos. Busquemos el «para qué» de Dios y no nuestros criterios humanos, que a lo mejor estamos formando parte de una tentación que les aparta del camino del Señor.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Carmen: El Señor me pide ayunar de amor propio no defendiéndome.
Lucas: Ya, pero eso que te ha dicho mi hermana es súper injusto. Van a pensar que efectivamente les evitas.
Carmen: Déjalas que piensen de mí lo que quieran.
Lucas: Pues hablaré yo con ellas.
Carmen: No esposo. Por favor, respeta la voluntad de Dios. Él quiere que ayune de amor propio no defendiéndome y este es el camino. No seas tú quien me tiente, por favor.
Lucas: Vale, vale. Pero no lo entiendo.
Madre,
Que aceptemos las cruces que Dios permite para nosotros y para nuestros seres queridos como camino de seguimiento a Cristo. Él es el Señor.