Archivo por días: 5 abril, 2016

Reconocer la verdad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 16-21

EVANGELIO
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

Reconocer la verdad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Parece tan sorprendente que venga la Luz y ¡Prefiramos las tinieblas! Sin embargo, somos débiles y es fácil que suceda. Basta con que nos dejemos llevar día tras día por el mundo y dejemos de acudir a la Luz. Sacamos a Dios Amor del primer puesto, para que entre el desorden en mi vida y no quiera ni tan siquiera reconocerlo, para no asumir el esfuerzo que supondría reconducirla.

Cada vez que me dejo caer en la tentación, me alejo un poco más y llega un momento en que de la Luz no veo más que un mínimo reflejo. Soy incapaz de conocer la verdad de mi esposo, me dejo llevar por mis sentimientos y entro en una especie de espejismo por el que la realidad queda deformada.

Luego vienen las consecuencias, que no perdonan, puesto que hay mucha diferencia entre vivir a mis anchas y vivir feliz. Cuántas veces hemos experimentado que durante un tiempo dejábamos de rezar juntos por una supuesta falta de tiempo (un desorden en las prioridades más bien), y nuestra relación se ha visto claramente afectada, nos empezábamos a mirar mal y nos centrábamos en nuestro ombligo en lugar de buscar el bien del otro. Y se nos hace alguna corrección, aparece el famoso “y tú más” que potencia el alejamiento mutuo y nos distancia de Dios. Nuestra soberbia impide que entre la luz.

Ahora toca recuperar la verdad. Reconocer que, tanto amo Dios al mundo que eligió entregar a Su Hijo y salvarnos a nosotros. Tremenda decisión, nadie me ha amado más. Y reconocer que, tanto me amó mi esposo que decidió entregarme toda su vida: Su pasado, su presente y su futuro. Decidió abandonarlo todo por mí. Mi esposo me ama de verdad porque el amor es una alianza, un compromiso y mi esposo se ha comprometido conmigo voluntariamente, más que nadie. Luego tendrá sus cosillas… pero aquí en la Tierra, reconozcámoslo, no hay nadie que me ame tanto como él/ella.

Gracias Padre por el don de mi esposo. Eternamente gracias, Padre por el don de Tu Hijo.

Esposos confiados. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 7-15

EVANGELIO
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu». Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna».

Palabra del Señor.

Esposos confiados.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos dice el Señor, que quien nace del Espíritu no sabe de dónde viene ni a dónde va. ¿Estás dispuesto a vivir así?. Nos encanta la seguridad y nos aferramos como podemos a muchas cosas en este mundo que nos hacen sentir que tenemos el control.

A veces nos creemos dueños de los dones de Espíritu: Recibirlos cuando lo decidimos, transmitirlos cuando nos parece y a quien nos parece. Lo importante es ser dócil al Espíritu. Si no me dejo guiar por donde me lleva el Espíritu, los frutos serán los míos, los de la carne. Cuando te dejas llevar por Él, cuando aceptas las situaciones que te vas encontrando como aquellas en las que el Espíritu quiere que vivas, tu vida cambia.

Nos lo dice Jesús, que no tiene fe, porque no necesita fe. Él viene de Dios y a Dios ha vuelto. Jesús está unido al Espíritu Santo en una comunión plena, son uno.

El matrimonio también tiene que nacer del Espíritu, para vivirlo como Él quiere. ¿Nos creemos que nuestro matrimonio nos conducirá a la gloria? Empezamos por querer que cambie nuestro esposo, cuando ha sido creado tal cual es, como una ayuda adecuada para mí. Nos empeñamos en imponer nuestros criterios, y no entendemos que tenemos que apartar nuestra dureza de corazón para salir de nosotros mismos, para aprender, para convertirnos. Y así una tras otra. Nos revelamos y nos quejamos en todas las situaciones en lugar de ser dóciles y como María, guardar todas esas cosas en nuestro corazón. Siempre nos parece que cuando cambie tal o cual circunstancia, entonces empezará a ir todo mejor.

El Espíritu a veces te conduce al desierto, como hizo con el Señor. Otras a la cruz… Nosotros no queremos ir al desierto, ni ser levantados en una cruz. Sólo nos apuntamos al Tabor, y a la gloria.

Esposos, estamos llamados a ser un solo espíritu ¿Cómo? Dejándonos llevar por el Espíritu. Esposos que confían en Dios y asumen cada situación como la que Dios quiere. Alabado sea por siempre.

Madre:
El Padre que nos ama, nos envía Su Espíritu para que nos guíe por el mejor camino. Sin duda, desea que lleguemos a la gloria. ¿Por qué no dejamos a Dios ser Dios? Por qué preferimos nuestras propias fuerzas. Qué obstinación la nuestra. Madre, sigue guiándonos, mostrándonos el precioso camino de la humildad, de la docilidad, del aprendizaje, de la conversión. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.