Venta por liquidación total.
Es curioso que Cristo, a la hora de conseguir el tesoro no dice “regala todo” lo que tiene, sino “vende todo” lo que tiene.
Dos claves, la primera es que, aunque dé algo de vértigo, se trata de una acción referida a TODO lo que tenemos. Si no, simplemente no funciona. No habrá suficiente para comprar el campo y conseguir el tesoro.
Esto tiene que ver con la hermenéutica del don que nos enseña San Juan Pablo II y que ya hemos mencionado en algún otro comentario. Primero debemos de reconocer que somos un don para nosotros mismos. Esto implica que nada es nuestro, sino que todo es de Dios. Todo lo material, nuestras habilidades, nuestras capacidades… todo. Y un don, nos es dado para donarlo. Somos dones de Dios para nuestros esposos, nuestra familia y todo el que nos rodea.
¿Qué ocurre con aquel que considera que algo material es suyo? Que inmediatamente le produce un apego. Empieza el miedo a perderlo. ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Qué pasará con la hipoteca? ¿y el máster que quería pagarle a mis hijos?. Seamos sinceros: ¿Confiamos en un Dios que es Padre y que nos ama sobre todas las cosas?.
¿Qué ocurre con aquel que considera que alguna de sus habilidades o capacidades es suya? Que se envanece. La vanidad es apropiarse de algo que no es nuestro. Y el vanidoso, despide a los de su alrededor. Provoca rechazo… se queda solo. ¿O no?. La vanidad es un torpedo en la línea de flotación de la comunión conyugal.
Pero hablábamos también de “vender”. ¿Por qué vender y no regalar?. Porque todo esto que no es nuestro, al entregarlo recibimos algo a cambio. “El ciento por uno” decía Jesús. Lo que recibimos es, efectivamente, un tesoro.
Por último nos falta una consideración. Hay que encontrar el tesoro. ¿Cuáles son tus tesoros? ¿Sabes encontrar el tesoro que Dios ha preparado para tu vida?. Jesús nos dice: Donde está tu tesoro está tu corazón. ¿Consideras tu matrimonio un tesoro?.
Cuando nuestra prioridad es el Señor, que se nuestro gran tesoro, todo lo demás pierde valor e importancia. “Lo considero basura” decía San Pablo. Y nuestra manera de llegar a Jesús, es a través de nuestra comunión matrimonial. No hay otra. Mi manera de amar a Cristo es amar a mi esposo/a sobre todas las cosas. En él/ella reside Cristo. Lo que hagamos con él/ella, con Cristo lo hacemos. Cuando encontramos el gran valor que tiene nuestro esposo y nuestro matrimonio, entonces lo vendemos todo: Egoísmos, criterios, tiempo, deseos… y todo con alegría porque hemos hallado un bien mayor.
Recordemos nuestras palabras el día de la boda. Yo… me entrego a ti … y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. ¿No es eso venderlo todo por un tesoro?.
Oramos con el Salmo: Y tañeré en tu honor, fuerza mía, porque tú, oh Dios, eres mi alcázar.