Una lista interminable. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 15

EVANGELIO

¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 15

Un sábado, iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos.
Unos fariseos dijeron:
«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?».
Respondiendo Jesús, les dijo:
«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él».
Y les decía:
«El Hijo del hombre es señor del sábado».

Palabra del Señor.

Nota: El próximo 23 de septiembre a las 20h, Proyecto Amor Conyugal realizará un anuncio en Madrid: Parroquia de Nuestra Señora de la Moraleja. Calle del Nardo, 44, 28109 Alcobendas.

Una lista interminable.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Juan Pablo II que en cada tiempo, el hombre tiende a adaptar la Ley de Dios a sus costumbres y debilidades de la época. Los fariseos, adaptan la fiesta del sábado (que significaba descanso) a su estilo legalista, imponiendo 39 leyes como no preparar alimentos, no recoger leña y muchas otras. La Ley del amor de Dios es transformada en una especie de corsé que somete a las personas.

Nosotros, en nuestro hogar, también adaptamos la Ley de Dios a nuestras costumbres y debilidades, y a veces pretendemos encorsetar a nuestro cónyuge y a nuestros hijos en un montón de normas en las que ponemos todo nuestro empeño, olvidando que el Señor es el Rey de nuestro hogar y de todas sus normas. Olvidando que debemos actuar en el nombre del Señor y orientar en Su nombre. Los esposos a veces nos volvemos muy exigentes los unos con los otros, y tenemos que aprender a aplicar la ley del amor y gloriarnos en las debilidades de nuestro esposo, mirando a Cristo y amando.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jaime: Un día me dediqué a escribir en los azulejos de la cocina, todas las normas que recordaba de nuestra casa. Después, cada vez que nos corregíamos mi esposa y yo o corregíamos a nuestros hijos, me iba a la cocina y apuntaba la norma. Hasta que acabé llenando toda la cocina de normas. Había normas sobre las puertas de casa, sobre las ventanas, la ropa, los cajones, los armarios, los muebles, las plantas, el suelo, los juguetes, las cortinas, los artículos de aseo personal, el papel higiénico, la tapa del wáter, la ducha, la música, la televisión, los videojuegos, los estudios, etc, etc, etc.
Ángel: ¡Qué curioso! Y ¿Lo hiciste con algún fin?
Jaime: Sí. Caer en la cuenta de que es imposible que cumplamos todas las normas que nos autoimponemos, y que hay que priorizar las que tengan que ver con el amor entre personas. Así que, una noche, nos leímos todas las normas mi mujer y yo y borramos las que no tenían nada que ver con el Evangelio.
Ángel: Sí, señor. Muy interesante. Y ¿Qué pasó?
Jaime: Nos quedaron muy pocas, y nos dimos cuenta de que nos faltaban otras que eran importantísimas, como sacrificarse por el otro, aceptar las humillaciones, etc. Decidimos no corregirnos en nada que no tuviese algo que ver con el Evangelio. El resultado es que los niños se siguen dejando los cajones abiertos, o no ponen el papel higiénico cuando lo gastan, pero ahora todos tenemos claro que Dios y el amor al prójimo es lo importante en nuestra vida.
Ángel: Bueno, da un poco de vértigo ¿Cómo no corregir a tu hijo si está arañando un mueble con un juguete? Por poner un ejemplo…
Jaime: Le corriges, pero no por el mueble, sino por el acto de desamor que supone romper las cosas que sus padres han comprado con su esfuerzo y cuidan para tener un hogar acogedor y hermoso, para la familia. Y por él mismo, que no le hace bien ir a lo suyo y romper las cosas.
Ángel: Ahora entiendo. Toda corrección orientada hacia el amor a Dios o a otra persona.
Jaime: Eso es.

Madre,

La Ley de Dios es perfecta, es la que nos salva, nos construye. Alabado sea el Señor, porque nos ha hecho conocedores de Sus Leyes, para que podamos como esposos y padres, alcanzar la verdad del amor, para mayor gloria de Dios.

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