Un signo para los esposos.
Desde luego que para los esposos, la muerte de Cristo y su resurrección al tercer día, es signo que como tal, representa un don inmenso. No necesitamos más signos para entender el valor de nuestra vocación.
La muerte de Jesús, porque nos muestra cómo Cristo era un don del Padre, como nosotros somos uno don el uno para el otro. Y sobre todo, es un signo del amor que Dios tiene por mí y por mi esposo/a, lo que nos ayuda a entender el valor de nuestro esposo como don de Dios.
Por otra parte la resurrección. ¿Qué mayor signo necesita un matrimonio? “Cristo, el Esposo, al asumir en sí el amor humano, lo lleva a plenitud. Jesús pronuncia un “sí” a la Iglesia, su esposa, que supera infinitamente toda entrega entre hombre y mujer. Pues este amor de Cristo no se tambalea ni se echa atrás. En vez de esperar a ser amado, él ama primero, más cuando encuentra no solo indiferencia, sino incluso odio y rechazo. Es una mor capaz de morir por quien le persigue, de dar la propia vida por los enemigos. Es un amor que lo tolera todo, todo lo cree, lo espera todo, lo soporta todo, un amor que no falla nunca. (1Cor 13, 7ss). Cuando dos cristianos intercambian los votos esponsales recibe una participación en este amor indestructible. La estabilidad de este vínculo, una participación en el vínculo, una participación en el vínculo irrompible del amor entre Cristo y la Iglesia, es la verdadera base que sostiene la fidelidad de los esposos.” (Llamados al amor).
Cristo hace un signo para todos los esposos en las bodas de Caná, por el cual nos promete el mejor vino para el final. ¿Qué más necesitamos para entregarnos en cuerpo y alma para ser fieles a nuestra vocación?
Ojalá cuando el Señor juzgue a esta generación no la condenen porque no hayamos sabido ver que aquí hay uno que nos marca el camino y que es más que todo lo demás que nos rodea.
Oramos con el Salmo: El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.