Un día de descanso.
La ley del sábado, era uno de los 2 mandamientos principales de la Ley de Dios. (del Catecismo: CEC 2169) La Escritura hace a este propósito memoria de la creación: “Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado” Por tanto es un día dedicado a Dios en memoria de su creación.
A éste, se unen otros motivos que aparecen en los siguientes números del CEC:
2172 La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios “tomó respiro” el día séptimo (Ex 31, 17), también el hombre debe “descansar” y hacer que los demás, sobre
todo los pobres, “recobren aliento” (Ex 23, 12). El sábado interrumpe los trabajos cotidianos y concede un respiro. Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y
el culto al dinero (Cf. Ne 13, 15-22; 2 Cro 36, 21).
Por tanto, se unen los dos motivos principales: La alabanza a Dios por la creación y el descanso, pues en la época del cautiverio en Egipto, la gente trabajaba los 7 días de la semana y no tenía tiempo para meditar ni celebrar juntos su fe. Era necesario que tuviesen un día de descanso y lo dedicasen a Dios, para no perder la fe.
Hoy sigue siendo así. Necesitamos salir un día del mundanal ruido, de la rutina, de “las cosas de este mundo”, para reflexionar sobre la Palabra de Dios, sobre nuestra vida, para hablar con nuestro esposo/a, mirarnos a los ojos. Es triste que las cosas mundanas se coman hoy día también nuestro día de descanso, nuestro día del Señor.
No obstante, Cristo vino a dar plenitud a este concepto, y con su resurrección se instituye un nuevo día de descanso, el día primero, el domingo. Cristo nos enseña que la ley del descanso no es una norma que esté por encima del amor, sino que el día del Señor, es el día del amor. El amor debe reinar y estar por encima de todo, las circunstancias que requieran de nuestra compasión y la misericordia, están por encima de cualquier norma.
El domingo, plenitud del sábado
2175 … Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte. (S. Ignacio de Antioquía, Magn. 9, 1).
Necesitamos tener un tiempo para Dios (sobre todo en la Eucaristía dominical imprescindible) y un tiempo para alimentar nuestro matrimonio, en definitiva, dedicarlo a Dios a través también de nuestro amor que nos lleva a Él. De lo contrario, perderemos nuestra fe y se perderá nuestro amor de esposos.
Oramos con el Salmo: Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.