EVANGELIO
Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Palabra del Señor.
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Un camino progresivo.
Hoy celebramos la Santísima Trinidad, la relación de Dios que es modelo para los esposos que tenemos que reflejarla. El Señor me recuerda que, si quiero mejorar algo de este mundo, debo ser santo, porque es el Espíritu quien nos hace uno, es Él el que nos hace santos. San Juan Pablo II, nos ha mostrado la verdad del matrimonio, haciéndose santo. Eso quiero yo, para mi esposo, mis hijos y tantos matrimonios de mi alrededor: Conducirles hacia la Verdad dejando que el Espíritu tome posesión de mí. A ti me ofrezco, Santo Espíritu.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ella estaba muy descontenta con él. Recibía un montón de desprecios y sinsabores de él, y ningún gesto agradable, ningún te quiero, ninguna petición de perdón. Él tenía mal carácter, estaba descontento consigo mismo, y ella no parecía importarle. Constantemente le exigía que tuviese las cosas listas y nada de lo que hacía le parecía del todo bien. Siempre había algo que reprochar.
Así que ella, se lo echaba en cara constantemente. Le reclamaba gestos de cariño, de agradecimiento, un poquito de paz y de tranquilidad en casa…
Pero ni uno ni otro conseguía ninguna mejora, ningún cambio en su esposo.
Finalmente, uno de los dos decidió cambiar de táctica: Sólo el Espíritu Santo reconduce hacia la Verdad y la Vida. Así que, si quería cambiar su matrimonio, lo que tenía que hacer no era reclamarle al otro, sino llenarse del Espíritu Santo. Y emprendió un camino para llenarse del Espíritu. Un camino de oración, de sacramentos, de formación, de purificación, para no ponerle barreras al Espíritu. Se acabaron los reproches y las exigencias, ese no era el camino del Espíritu Santo.
Poco a poco su cónyuge fue percibiendo cambios. El Espíritu Santo venció en aquel matrimonio. Poco a poco les fue mostrando las Verdades del matrimonio.
Él descubrió que lo que le tenía agobiado era no estar siendo fiel a la vocación de esposo a la que le había llamado Dios. Ella descubrió que, en su papel de víctima, centrada en su dolor, no estaba siendo la esposa que Dios había querido que fuese para él. Y empezaron a invocar juntos al Espíritu pidiendo Su ayuda, para hacer crecer su intimidad común, su comunión.
Y así iban recibiendo el Amor entre el Padre y el Hijo, a través de Su Espíritu. Los dos cambiaron completamente. Eran dóciles, amables y cariñosos el uno con el otro… eran los Esposos que Dios había soñado.
Madre,
Es maravilloso el don que Jesús nos dejó. Ni más ni menos que el Espíritu Santo, que nos comunica el amor entre el Padre y el Hijo. El Señor nos deja el motor que lo mueve todo, nos deja Su sabiduría, Su fuerza espiritual, Su consejero, Su inteligencia… Todo lo necesario para irnos transformando en Él. Alabado sea el Señor en Su generosidad, porque Él nos ama. Amén.
El Espíritu Santo del que es Sagrario
y esposa la Virgen María es quien nos
hace Santos