Un amor sin fe.
“…tener en cuenta el vínculo esencial entre la fe y la caridad, porque se iluminan uno al otro en su propia verdad. La caridad favorece la apertura y el encuentro con el hombre de hoy, en su realidad concreta, para llevar a Cristo y su amor a cada persona y a cada familia…” Benedicto XVI, 16 de febrero de 2012.
Hoy nos envía el Señor a acercarnos al misterio de la Iglesia que ilumina hondamente la vocación conyugal, los esposos no edificamos un hogar cerrado, no seguimos un camino de santidad casero, ya que nuestra gracia es gracia eclesial, proviniente del amor que constituye la Iglesia animados por su misma dinámica de comunión y misión.
Nuestro amor que viene de Dios está llamado a abrirse a los demás, hoy hay necesidad de que los matrimonios bautizados, en la celebración del matrimonio no solo generen una familia, un estado de vida: casado, sino que se genere Iglesia de modo que el amor mismo de la mano de Cristo, amor de comunión se vuelve misionero.
“Desde la teología del matrimonio puede entenderse bien que el punto de destino final de los siglos no esté en Cristo solo, sino en la unidad de Jesús y su Iglesia. Siendo relacional la vocación del hombre, como desvela la experiencia de la familia, relacional ha de ser también su construcción definitiva. A esto apunta la unión de Adán y Eva desde sus inicios creaturales, según el símil desarrollado por san Pablo a los Efesios (Ef 5,21-33). Por tanto estudiar el matrimonio será necesario para entender quien es la Iglesia: cuerpo, Esposo, esposa, comunión, nuevo pueblo de Dios…(Una sola carne, un solo espíritu).
También hoy nos sorprende como a Judas Dios le da los mismos dones que a los demás. Le da poder para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Sin embargo luego acogerá en su corazón al padre de la perdición (Satanás) para entregar a Jesús.
Si no tenemos en cuenta el vínculo esencial entre la fe y el amor, también como Judas podemos ser esposos a los que Dios entregó el don, pero lo desaprovechamos por falta de fe. La caridad (Amor con mayúsculas) que nos da Cristo a todos, nos lleva a hacer muchas cosas por nuestro esposo e hijos: trabajar, lavar, cocinar, dedicarles tiempo… Llevaremos su amor a cada uno de ellos, pero no le llevaremos a Cristo, pues no le conocemos.Sin fe, destruimos la comunión, como le ocurrió a Judas,que lo dejó todo por seguir a un cristo a su medida. También nosotros a pesar de haber dejado todo por casarnos y formar una familia, podemos desperdiciar el don de Dios, quedando nuestro amor expuesto a intereses egoístas o juicios subjetivos, obrando desde sí y para sí impulsados por las modas de la sociedad …
Si hacemos división entre fe y caridad, hacemos también división entre cuerpo y alma, mente y materia, conciencia y libertad…
Jesús, quiero corresponder a Tu llamada. Pronuncias mi nombre y en el altar yo también pronuncié mi nombre para entregarme a Ti através de mi esposo y los hijos que nos dieras, al don de la vida y de la gracia. ¡Qué sería de nuestras vidas sin Tu presencia en nuestras almas! Ayúdanos a valorarla y a cuidarla con mucho cariño, cada día.
Que demos testimonio de tu amor en medio de nosotros y de una sociedad que sufre por no conocerte.
Te pedimos por todas aquellas familias que aún no te han conocido y andan en tinieblas para que algún día abran los ojos de sus corazones al amor de Dios. También te pedimos por aquellos matrimonios que aun habiendo escuchado que eres la Verdad, el Camino y la Vida, no te buscan con fe en las cosas de cada día.
Para que todos con el Salmo busquemos continuamente el rostro del Señor: Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas; gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca.
El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. Amén!