Archivo de la etiqueta: San Juan Pablo II

Reconocerle. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 10-13

EVANGELIO
Elías ya ha venido, y no lo reconocieron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: – «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?»
Él les contestó: – «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.»
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor.

Reconocerle.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan vino a preparar la venida de Jesús. Qué importantes considera Dios estos tiempos de preparación para nosotros. Necesitamos tomar conciencia antes de vivir las cosas y las decisiones importantes.

Juan vivía un ayuno y una austeridad intensa, para preparar la venida del Novio. Era necesario quitar de en medio tantas cosas, para tomar conciencia de lo esencial: Arrepentíos, purificad el alma, que viene el Rey de la salvación.

Es como ese noviazgo bien hecho, en que los enamorados se preparan, se ejercitan, alimentan su deseo de unión, para ese gran día en que por fin puedan acceder a la belleza de la entrega mutua, a esa alianza para toda la vida en la que cada uno descansa en la fidelidad del otro a una promesa de entrega total, y sobre ella, construyen una comunión de personas.

Es la experiencia de la soledad originaria del Génesis, que nos explica San Juan Pablo II. Una experiencia previa a la unidad, necesaria, en la que el hombre alcanzaba el límite de su deseo de tener a alguien, un igual, con el que compartir todo lo que es, a quien poder entregarse.

También nuestro matrimonio es en cierto modo un tiempo de purificación y un tiempo de espera. Nuestro esposo es en cierto modo como ese Juan el Bautista que viene a prepararme para la gran unión con Dios. ¿Le reconozco? ¿Le trato “a mi antojo”? ¿Cómo respondo ante las dificultades que me plantea para mi purificación? No seamos de los que rechazan a los enviados de Dios que nos abren el camino hacia Él, y quién mejor para desempeñar esta labor que mi propio esposo.

Oración:
Madre, perdón por esas veces que he tratado a mi esposo “a mi antojo” y por no valorar el grandísimo don crecer en el amor. Perdóname por cuantas veces no reconozco el valor de nuestro sacramento. Danos el don de prepararnos como merece la venida de nuestro Salvador. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Un matrimonio que baile. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 16-19

EVANGELIO
No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
– «¿A quién se parece esta generación?
Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: «Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Tiene un demonio. » Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.» Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»

Palabra del Señor.

Un matrimonio que baile.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es habitual refugiarse en una actitud crítica, para justificar la tibieza de la fe y la dureza de corazón en nuestro matrimonio.

La falta de coherencia es un signo de que no se vive en la verdad. Si no hago lo que pienso, acabo pensando según lo que hago. En el matrimonios es fácil caer en el “ni contigo, ni sin ti”. Al no responder a la llamada a la santidad que Dios nos hace, nos sumergimos en una queja constante, porque no alcanzamos un estado de vida que nos satisfaga. Así que, echamos la culpa al otro de nuestra insatisfacción.

No podemos conformarnos con una fe de estantería ni con un matrimonio de “vivir bajo el mismo techo y compartir unos hijos”. La fe es para vivirla en nuestro matrimonio y en nuestras familias. Nuestra fe tiene que dinamizar ese matrimonio que no baila.

A menudo se escucha con asombro, tristeza y cierto miedo, lo mal que están los matrimonios. No es difícil que se tenga un familiar o amigo que se ha separado o está pensando hacerlo. Sin embargo, ante lo que dice el magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio, se busca una explicación light y descafeinada que justifique nuestra realidad. Parece que no va con nosotros, que eso es muy complicado… “que poco a poco”.

San Juan Pablo II nos pone metas altas, como por ejemplo la de “se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas” (Catequesis 02/01/80). ¿Buscamos conocernos en la verdad de lo que somos y alcanzar la plenitud de esa intimidad?. Ahí encontraremos la paz, la estabilidad. ¡Queremos de eso!, hemos sido creados para eso.

¡Esposos! San Juan Pablo II toca y no bailamos. Nuestra Madre Iglesia nos avisa de los peligros de la situación que viven las familias de hoy, y no lloramos.

Oración:
Señor, envíanos tu Espíritu. Que tu carne nos dé la fuerza y tu sangre nos purifique. ¡Prende fuego en nuestros corazones! No queremos vivir un sucedáneo de matrimonio. Queremos ser “discípulos de la sabiduría” y darle la razón. San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

Mucho para enderezar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 3, 1-6

EVANGELIO
Todos verán la salvación de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 1-6
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»

Palabra del Señor.

Mucho para enderezar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La relación de Dios con el hombre es una relación de amor. No siempre va bien, y en todos los casos no es Dios el que falla, sino el hombre. El Amante no es acogido por el amado y por tanto, no hay relación. En Adviento esperamos la venida del Amante y o nos preparamos adecuadamente para acogerle o no entrará en nuestros hogares.

Su venida es tan real, como que Lucas se esfuerza en dar datos históricos sobre la fecha exacta, datos que se pueden cotejar. Hay un momento en la historia del ser humano, un año concreto, en que Dios viene al mundo, esto es real.

También esta venida se produce en un momento concreto de nuestras vidas. Ahora nos corresponde volver a prepararnos para Su venida: En nuestro matrimonio hay aún muchas cosas que necesitan enderezarse. Pues que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale, preparando el camino al Señor. Ante Él, todo se ajusta a la verdad.

Por tanto ¿Cómo prepararnos para Su venida? No nos planteemos sacrificios inútiles y absurdos, hagamos bien aquello para lo que hemos sido creados, ser esposos. El esfuerzo consistirá en intentar comprenderle ¿Qué os parece? Tratemos a nuestro esposo como si fuera el mismo Cristo, para que cuando venga, nos encuentre como a aquellos administradores fieles a los que su Señor encomendó una misión, y cuando llegó los encontró haciendo lo que tenían que hacer. Viene el Salvador, es impresionante. Es un tiempo para vivir en profundidad la experiencia de la soledad originaria que nos hablaba San Juan Pablo II, cuando el hombre se sentía tremendamente amado por Dios y necesitaba responder a ese amor con un amor de comunión que aún no era posible.

Oración:
Madre, Tú supiste prepararte para Su venida. Tu corazón estaba listo para recibir al Salvador. Prepara el nuestro, danos esas mismas ansias con las que esperabas Su llegada, para que las demostremos nosotros en nuestro amor de esposos que esperan al Esposo.

Llamada sin retorno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 4, 18-22

EVANGELIO
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Palabra del Señor.

Llamada sin retorno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy nos ayuda a reflexionar sobre el misterio de la llamada de Dios a cada uno de nosotros: Nuestra vocación.
Nosotros hemos recibido la llamada fundamental como hijos de Dios por el bautismo, y dentro de ella, cada uno desarrolla su misión (Servicio) de una manera diferente, y la nuestra es la vocación al amor en el matrimonio.

La llamada se produce en la cotidianidad de la vida, e implica siempre un cambio radical del que ha sido llamado. También implica siempre un seguimiento de Jesús, pues Él es el camino, la verdad y la vida. Así, puede haber cambios muy radicales que no tengan nada que ver con la vocación porque en ellos no se está siguiendo a Jesús. Otra característica común es que esta llamada nos “conduce a la paz”. (Lc 19, 41)

Toda llamada es un don, de manera que, si no es acogido no se produce tal don. Una vez que se acoge, se produce en nosotros un cambio de rumbo que nos implica totalmente. Pensemos en la persona que es llamada al matrimonio: Tal como nos explica San Juan Pablo II, en el Génesis se contempla cómo Dios crea al hombre (genérico), y como “no es bueno que el hombre esté solo”, y le va a hacer una “ayuda semejante”. Entonces Dios hace caer al hombre (genérico) en un “sopor”, y de él crea a la mujer, en este lenguaje simbólico tan hermoso. Después el hombre despierta como varón ante la mujer, preparado para la unión con ella. Bien, pues ese “sopor” dice San Juan Pablo II que es como volver al “no-ser”. Tan radical es el cambio del hombre que le devuelve a la no existencia para ser re-creado como esposo.

Este lenguaje tan simbólico del Génesis nos hace tener una idea de lo radical del cambio de vida que supone el matrimonio. Hoy en día, se confunde el período del noviazgo con el del matrimonio hasta tal punto que prácticamente no hay diferencias. Conviven juntos y no se produce ese cambio radical, y esto trae consigo graves problemas en la relación.

Los esposos tenemos que devolver a la “no existencia” aquella vida como personas individuales y construir algo totalmente nuevo con nuestro cónyuge. Un cambio de rumbo, un sí a Dios definitivo a la nueva misión que nos ha puesto por delante. Si nos aferramos a lo antiguo, mataremos ese nuevo yo al que estamos llamados, mucho más rico, más libre y más santo.

Oración:
Madre, recuérdanos una y otra vez aquel “haced lo que Él os diga” de las bodas de Caná. Que estemos abiertos y dispuestos a morir a nuestro pasado y dejar que Dios re-cree nuestro futuro como esposos siendo uno. Los apóstoles lo dejaron todo de inmediato. Pídele a Jesús que nos llame con tanta intensidad, que le sigamos y no seamos capaces de volver a mirar para atrás. Queremos ser uno, Madre, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

La familia nos libera. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 7-10

EVANGELIO
Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 7-10
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa»?
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»?
¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. »

Palabra del Señor.

La familia nos libera.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy trata el tema de nuestra actitud ante el servicio. Es un tema clave, puesto que solamente el servicio, nos permite liberarnos de nosotros mismos.

Por otro lado está el tema del “merecimiento”. El vanidoso se atribuye éxitos a sí mismo, que le corresponden a Dios. Todo lo hemos recibido del Padre, el dador de todo. Sin Dios no podemos hacer nada. Por tanto, la gloria es de Dios, y nosotros nos limitamos a comunicarla.

El esposo orgulloso, vive creyendo no necesitar a Dios Todopoderoso, y vive también creyendo no necesitar los dones que Dios le ha dado, uno de los principales, su matrimonio y su esposo. Es una especie de desprecio a Dios y a quien Dios ha puesto a mi lado para mi purificación y crecimiento.
Del conjunto de las dos ideas, servicio y merecimiento, obtenemos un hermoso camino natural hacia Dios, que es la familia. La familia es un lugar para el servicio gratuito. En ningún otro sitio se puede vivir esta experiencia de una forma tan natural y genuina.
Como decía San Juan Pablo II: La familia es «base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida».
La familia es un don de Dios para poder liberarnos de nosotros mismos y poder ser Sus siervos, es el lugar donde hacemos lo que teníamos que hacer, sin más. Esta relación ha sido creada a imagen de la relación con Dios Padre, al que servimos como Padre, porque es lo natural.
Oramos:
Padre, qué hermosa creación es la familia. Cuánto te debemos por darnos una y cuánto nos llena. Llegar al hogar, la convivencia, compartir nuestras cosas, en ese ambiente de confianza incomparable, y sobre todo, ese sito donde poder darnos, servirnos unos a otros como algo natural, sencillo, agradable a Ti. Te damos gracias Señor, por hacernos testigos de Tu amor en la comunión familiar. Nos encomendamos a San Juan Pablo II con aquella propuesta que esperamos poder ofrecerte hoy, Señor: “Familia, sé lo que eres”. Que realmente lo seamos.