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Un día sin preguntas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 20-23a

EVANGELIO
Nadie os quitará vuestra alegría

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»

Palabra del Señor

Un día sin preguntas.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

A lo largo de nuestra vida matrimonial, nos hacemos muchas preguntas sobre cómo hacer para conseguir… un montón de cosas, pero en definitiva, la alegría. También nos preguntamos por el motivo de nuestro sufrimiento.

Dice San Juan Pablo II que “El sufrimiento siempre es un breve paso hacia una alegría duradera (cf. Rm 8,18), y esta alegría se funda en la admirable fecundidad del dolor. En el designio divino todo dolor es dolor de parto; contribuye al nacimiento de una nueva humanidad. Por tanto, podemos afirmar que Cristo, al reconciliar al hombre con Dios mediante su sacrificio, lo ha reconciliado con el sufrimiento, porque ha hecho de él un testimonio de amor y un acto fecundo para la creación de un mundo mejor.” (Catequesis 27 de abril 1983).

El dolor y el sufrimiento son fecundos, son siempre “dolores de parto” que dan vida, y los podemos vivir con la “alegría” de que, uniéndolos al sacrificio de Cristo, son redentores, en especial si los ofrecemos por nuestro esposo. Ya lo dice San Pablo: “Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

El dolor no es agradable, y nadie disfruta mientras sufre. Nosotros sufrimos porque perseguimos una alegría y una paz. Este sufrimiento de entrega, da sus frutos ya aquí en la vida terrena, porque los esposos, aspiran a algo más grande que lo que les puede ofrecer este mundo: “Esta aspiración que nace del amor, …es una búsqueda de la belleza integral, de la pureza libre de toda mancha: es una búsqueda de perfección que contiene, diría, la síntesis de la belleza humana, belleza del alma y del cuerpo”. (Catequesis del amor humano 6/6/84. S. Juan Pablo II).

Algún día el Señor nos llevará a la plenitud y nadie podrá quitarnos la alegría. Ese día ya no le haremos preguntas. Ese día sólo le alabaremos, e incluso le daremos gracias por todo lo vivido. Habrá merecido la pena.

María guardaba todas estas cosas en su corazón. Oramos en este mes de mayo a la Llena de gracia, para que nos haga experimentar la alegría de vivir el designio divino.
Salve… Reina y Madre… después de este destierro muéstranos a Jesús… ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

En las penas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 16-21

EVANGELIO
Vieron a Jesús caminando sobre el lago

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 16-21
Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo:
– «Soy yo, no temáis.»
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Palabra del Señor.

En las penas.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Después de haber dado de comer a tantas personas en la multiplicación de panes y peces, no podemos quedarnos admirados por el poder de Jesús y como nos hace partícipes de un bien suyo, pues en la vida vienen también malos momentos y tenemos que enfrentarnos a nuestros miedos y dudas, nuestras frustraciones y cansancios, o nuestra profunda angustia y ganas de abandonar.

¡Esta verdad es liberadora! A nada que el mar se encrespa, nos desestabilizamos y topamos con nuestra poquedad. Esos somos también nosotros. Si habíamos creído otra cosa al ser capaces de alimentar a una muchedumbre, nos habíamos equivocado. Pero la presencia de Jesús está asegurada todos los días hasta el fin del mundo. Cuando nos invita a no tener miedo, cuando llega a la serenidad y la calma, recibimos como gracia comprender que nuestra misión no se basa en nuestra grandeza pues no la tenemos, sino en la fidelidad absoluta a permanecer en su Amor y confiar en Él.

El caso: Jacinto y Lucía son un matrimonio que se quieren profundamente. Tienen muchos momentos de pasión, de admiración mutua, de ser confidentes, de apoyarse mutuamente. Pero Lucía está pasando un mal momento. Se le ha duplicado el trabajo y esto se le ha juntado con algunos problema de salud. Jacinto está desconcertado. No sabe qué pasa. A veces le parece que Lucía le echa la culpa de todo. Jacinto tiene la tentación de abandonar. Encerrarse en sí mismo o refugiarse en sus hobbies…

Pero se acuerda de esta lectura y recapacita. Es el momento de seguir remando, porque, aunque no lo vea, Jesús está cerca, y al fin y al cabo, fue Jesús quien los mandó a la otra orilla. Antes de que se dé cuenta, habrán llegado y Jesús seguirá con ellos. Habrá merecido la pena seguir luchando. Después de esta travesía, Jacinto amará más a Lucía, porque ha afrontado su sufrimiento y ha sido fiel a su compromiso de “en las alegrías y en las penas”. Con su entrega, su sacramento matrimonial ha generado vida en ellos.

“Soy yo, no temáis”. Son las palabras de Jesús hoy para Jacinto y Lucía.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Un amor irresistible y una medida rebosante. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 36-38

EVANGELIO
Perdonad, y seréis perdonados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Palabra del Señor.

Un amor irresistible y una medida rebosante.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nuestro Padre vive en nuestro corazón y cuando sufrimos, Él sufre con nosotros. Hoy Jesús nos dice que seamos compasivos como nuestro Padre es compasivo.
La palabra compasión significa vivir la pasión (dolor) con… Para ello, tengo que estar en el pellejo de mi esposo, en su corazón. Sólo entonces viviré su pasión con él.

Recordemos estas palabras sobre la medida del amor al que nos comprometimos ante Dios y la asamblea: Prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas…

Cuando amamos a nuestro esposo en lo bueno, no nos distinguimos de las parejas que conviven sin sacramento ni de aquellos que viven su fe de forma inmadura o superficial, de aquellos que no han acogido el don del Espíritu en su matrimonio. A los esposos cristianos se nos exige un plus. Se nos exige parecernos al Padre, amarnos cuando hemos sido rechazados, hacer el bien y prestar sin buscar recompensa… porque eso es lo que hace Dios con nosotros.

Si amamos con medida, nuestro corazón no está lleno de amor sino que amamos por interés, y eso hace que andemos con reproches… Cuando amamos incondicionalmente, el primer premio que recibimos es la paz y la alegría, ya en esta vida. Si quieres ser perdonado, ¡perdona! No te quedes esperando hasta que el otro tome la iniciativa, ¡Tómala tú y comienza ya! Verás lo que ocurre: Os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. No esperemos esta medida de nuestro esposo, será Dios quien se encargará de la recompensa, y seguro que sabrá sorprendernos.

No juzgad y no seréis juzgados. Estas palabras repiten de forma más clara lo que Él había dicho anteriormente: “Así, pues, tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Lc 6,31; cf. Mt 7,12). Si no deseas ser juzgado por tu esposo, ¡no lo juzgues! Si no deseas ser condenado por tu esposo, ¡no lo condenes! Realmente cuando juzgamos, es como si lanzáramos un búmeran, siempre vuelve y quizás hasta con más fuerza. La medida que uséis, la usaran con vosotros.

El mandamiento del amor al prójimo, nos exige y urge a tomar conciencia de que tengo una responsabilidad respecto a mi esposo, quien como yo, es hijo de Dios. No pienses en tus grandes enemigos que están lejos. Ponte hoy a amar a tu esposo en los malos momentos y ya verás la alegría que experimentas en tu corazón, si le haces favores sin esperar nada y sin medir esfuerzos, ayudándole, siendo generoso… Ámale como Cristo ama. No hay esposo que se resista a un amor así, un día y otro día, y otro…

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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Esposos audaces. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 7, 7-12

EVANGELIO
Quien pide recibe

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!
En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»

Palabra del Señor.

Esposos audaces.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Podemos tener la tentación de pensar que no es necesario pedirle a Dios porque Él lo conoce todo. Sería similar a decir que un matrimonio maduro, que se conocen mutuamente después de toda una vida juntos, no tienen necesidad de hablar porque ya sabe el uno lo que necesita el otro. Perder la comunicación es perder poco a poco la intimidad de la relación.

En la oración buscamos que Dios se nos revele. Compartimos con Dios nuestra intimidad y esperamos que Él nos revele la suya. Y Dios lo va a hacer. El que más nos ama no se va a esconder. La belleza de esta relación, se supera cuando son los esposos juntos los que comparten su intimidad entre ellos hablando con Dios. Es como volver al principio, a pasear con Dios por el jardín, a la limpieza de la mirada originaria: Cuando nuestros corazones viven la identificación del corazón y la voluntad con la santísima voluntad de Dios «hasta tener los mismos sentimientos de Cristo».

Por otro lado, no debemos perder la esperanza de que Dios nos escucha. Comentaba Mons. Munilla la experiencia de un padre que jugaba con su hijo. El niño se lanzaba desde una mesa a los brazos del padre. En un momento dado, el padre se alejó bastante para ver la reacción del niño. Éste se lanzó igualmente. Estaba seguro de que su padre le recogería. Si ese hombre siendo un pecador cuenta con esa confianza de su hijo porque sabe que le ama ¿No tendríamos nosotros que tener mucha más confianza en Dios?. Pues no olvidemos lo que dice el catecismo sobre la “audacia filial”: Sabemos que el Padre nos escucha y sabemos que nada hay imposible para Dios. Atrevámonos a ser esposos audaces ante Dios. Aprovechémonos de que tenemos un Padre que es Dios. Los niños no se agobian, ni se quedan con la mirada perdida, ni tienen ansiedad, porque confían en sus padres. Se sienten seguros. Si nosotros tenemos cualquiera de estos síntomas, es porque nos falta confianza en el Padre que es inmensamente más bueno que nosotros como padres.

Por último dice el Evangelio que tratemos a los demás como queremos que nos traten. Sólo una reflexión: Cuando nos equivocamos ¿Cómo nos gusta que nos traten? Con comprensión, misericordia, cariño, apoyo… Haz tú lo mismo con tu esposo.

Pedimos hoy al Señor, el bien mayor que podemos pedirle: Que venga a nosotros el Espíritu Santo.

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¿A qué esperas? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 29-32

EVANGELIO
A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
-«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

Palabra del Señor.

¿A qué esperas?

Leyendo la historia de Jonás, uno se pregunta por qué esa tozudez en no hacer la voluntad de Dios. Pero en cierto modo, a nosotros nos pasa igual. No paramos de sufrir calamidades de todo tipo por no seguir Su voluntad, y sin embargo, no dejamos de resistirnos a ella. ¿Cómo pedimos, entonces, una señal de fe si hemos cerrado, con nuestra actitud, el corazón a acoger la gracia del Señor?. Y el Evangelio de hoy viene a decir que, si los habitantes de Nínive se vistieron de saco porque creyeron ¿No sería injusto que nosotros no hagamos nada determinante por convertirnos y esperemos salvarnos?.

La única señal será la del profeta Jonás: el hombre que predica la conversión, a ver si libremente cada uno de nosotros acepta la propuesta, muda el corazón, y nos volvemos a Dios con una determinada determinación. A Jonás le parecía imposible que Nínive se convirtiese, quizás a nosotros también nos parezca imposible que nuestro esposo se convierta (si soy yo quien evangelizo) o que yo me convierta de una vez por todas (si soy el evangelizado). Sin embargo hay que confiar en el poder del Señor. Ya con esto habremos logrado la señal de que Dios ha podido obrar en el alma libre.

La señal de Dios para los hombres es Jesús mismo. Y lo es en el misterio de muerte y resurrección. Él ha resucitado nuestra relación, ha hecho posible tu matrimonio y el mío. Él nos lleva al Principio al hombre y la mujer que, libres de vergüenza, expresan en la carne la libertad interior mediante la comunión de personas, formándose recíprocamente y creativamente. ¿Nos parece imposible?. Pues manos a la obra.

“La manera en que Cristo lleva a plenitud el encuentro entre Adán y Eva, es sobreabundante… Él no solo regenera la belleza del Paraíso, sino que la supera infinitamente. En efecto, en el Hijo está todo aquello que el Padre puede dar al hombre; una vez que ha entregado al Hijo, ya no le queda otro don que ofrecer; y así Cristo manifiesta el amor del Padre en le forma más elevada.” (Llamados al Amor, Pg. 110)

Jesús es “el signo de Jonás” (CEC 994) Él nos da signos todos los días en nuestra vida cotidiana conyugal y familiar. La Reina de Saba, creyó en la sabiduría de Salomón que procedía de Dios. Jonás creyó en la conversión de los ninivitas y decidió hacer la voluntad de Dios. Si le seguimos, la bondad, el crecimiento, la alegría y la paz entra en nuestro hogar.

En esta peregrinación hasta la conformación definitiva con el Señor, María ocupa un papel fundamental. El mismo Señor Jesús es quien nos señala a su Madre (Jn 19, 27). ¿A qué esperas para cambiar? Pídeselo a Ella.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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