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Tres llaves hacia la libertad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 16, 24-28

EVANGELIO
¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su vida?

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?
¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad.»

Palabra del Señor.

Tres llaves hacia la libertad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Quien quiera seguirme”, dice Jesús. Es un seguimiento por amor. No por autoperfeccionamiento. O hacemos las cosas por amor a Él, o no funcionará.

Cuando somos víctimas de una injusticia en nuestro matrimonio, sentimos la imperiosa necesidad de reclamar justicia, defendernos, explicarnos, lavar nuestra imagen. Ej. Si te dicen: “Hay que ver que no piensas nada en mí.” ¿Quién calla después de una sentencia así?.

Cristo nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, cojamos su cruz y le sigamos. La cruz en la época de Jesús era algo denigrante. Era un castigo que se aplicaba a los bandidos y a los marginados. Tomar la cruz y aceptarla detrás de Jesús, era lo mismo que aceptar ser marginado por un sistema injusto. Cada vez por ejemplo que el esposo toma una decisión sin preguntar nuestra opinión… o que actúa en contra de mis decisiones…

¿Quién puede con esto si no ama profundamente a Jesús?

Cristo propone que nos neguemos a nosotros mismos. ¿Por qué? Porque nos ama y sabe que tenemos una casi incontrolable tendencia al egoísmo, a la vanidad y al orgullo. Estos desórdenes nos aprisionan y nos quitan la libertad. Si hacemos de nuestro propio juicio un pedestal sobre el que levantar nuestro propio monumento: Ese “pues yo pienso que deberías…”, hace que nos pongamos por encima del esposo imposibilitando la comunión (ya no hay “un igual” al que amar y ser amado que decía el Génesis). La alternativa del amor en este caso es: Si El Señor que tanto me ama, me ha dado este esposo, seguramente tendré mucho que aprender de lo que piensa y lo que hace.

Lo segundo que propone, es que tomemos la cruz. Veamos qué dice el catecismo en relación a esto:
618 “La Cruz es el único sacrificio de Cristo … Él quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios …”

El Señor nos quiere hacer partícipes de Su redención. El que no coja su cruz también va a sufrir: Vamos que, aguantar al esposo cuando está insoportable, no nos lo quita nadie. Pero la alternativa del amor a Cristo, es sentirnos unidos a Él en Su cruz. Se llega a dar gracias por este don. Ese sufrimiento tiene sentido, Cristo comparte con nosotros la oportunidad de que nuestro sacrificio sea redentor, sea por amor. Es una realidad que en muchas situaciones respondiendo con bien al mal, torna la amargura del esposo en arrepentimiento y se recupera el amor en la relación. La cruz aunque parezca contradictorio es camino hacia la Vida, por este camino se obtiene la gloria del Padre, en la que cada uno participará según lo realizado en esta vida.

Por último, seguirle. Tenemos tanto que aprender de Él como Esposo, hay tantas cosas que nos puede contagiar en Su relación nujpcial con nosotros. Entre las cosas que más nos enamoran de Cristo, está por ejemplo, su deseo de agradar siempre al Padre, viviendo sólo para hacer su voluntad. Actuemos así con nuestro esposo a imitación de Cristo.

Por tanto, negarnos a nosotros mismos por amor a Él, coger Su cruz por amor a Él y seguirle por amor a Él. Tres llaves que abren la puerta hacia la libertad, que harán de tu matrimonio algo GRANDE.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Los secretos de Su intimidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 9, 2-10

EVANGELIO
Éste es mi Hijo amado

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
– «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
– «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
– «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor.

Los secretos de Su intimidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La transfiguración nos muestra la divinidad de Jesús y su Comunión con el Padre. Jesús mismo es Luz de Luz. Hoy se nos manifiesta la gloria que comparten el Padre y el Hijo. Contemplamos su grandeza.

Pedro, Santiago y Juan, subieron a la montaña, al Tabor con el Señor. Y lo que vieron les fortaleció y reconfortó, les mostró su intimidad, sus secretos, Dios nos revela sus secretos a la vez que ascendemos con Él a través de la oración (“Éste es mi Hijo amado, escuchadle”), de este modo nuestra alma adquiere brillo, el blanco de la pureza que nos va transformando en cada encuentro, preparando para creer en la Resurrección y no quedar paralizados por los tiempos duros, sino entender que son el camino de la gloria. Para entrar en la nube del Espíritu como los tres discípulos, para adentrarnos en el sentido último de las cosas, en el misterio, debemos escuchar a Jesús, contemplar la Sagrada Escritura.

Por un momento, Dios nos saca de las dificultades de la vida para mostrarnos su gloria. El final del camino. Dios en la oración, nos muestra ese tesoro mayor por el que nos da la fuerza para dejar nuestros egoísmos, todo lo que nos retrasa en el camino del amor. Cuando empezamos a rezar juntos, nuestro matrimonio empieza a cambiar. Recibimos consolaciones que nos hacen descubrir que ese es el camino y perseverar a pesar de las dificultades. Esos momentos de Tabor, nos dan fuerzas para soportar los momentos duros de la vida.

Según Él nos va transformando nuestra mirada, vemos la entrega de nuestro esposo a los demás, el cariño con que enseña a nuestros hijos y el interés que pone en ello, cómo nos cuida con su trabajo, su amor a Dios y a mí… Contemplo la hermosura de este hijo de Dios. Cómo lo veía antes y cómo me lo muestra el Señor ahora. Ésta es la transfiguración que hemos vivido. Descubrir la manifestación de Dios en nuestro esposo.

Alimentémonos de las consolaciones que Dios nos quiere dar. Como María guardémoslas en nuestro corazón y compartámoslas con el esposo para darnos ánimo mutuamente para llegar al Tabor de la Comunión.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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¿Qué más podía fallar? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 14, 22-36

EVANGELIO
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-36
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
-«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! »
Pedro le contestó:
-«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. » Él le dijo:
-«Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
-«Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
-«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
-«Realmente eres Hijo de Dios.»
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.

Palabra del Señor.

¿Qué más podía fallar?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos envía a hacer una travesía que va desde nuestra orilla a la orilla de Dios. La barca, que se suele identificar con la Iglesia, hoy la identificamos con la Iglesia Doméstica, que es la familia.

¿Qué más puede fallar en esa travesía?
– Solemos partir sin Jesús en la barca, pero Él mientras está orando por nosotros.
– Vamos remando sacando adelante nuestra familia azotados por las olas (los contratiempos del día a día) y con el viento en contra (el mundo), pero el Señor, está con nosotros aunque no lo veamos.
– Nos asustamos cuando no lo vemos, pero él nos dice hoy en la oración: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
– Es el momento de acudir a Él: “Señor mándanos andar sobre este matrimonio que hace aguas”.
– El Señor entonces, nos dice “Venid”, y empezamos el camino hacia Él, pero nos falta fe y volvemos a hundirnos.
– Con la perseverancia volvemos a recurrir a Él una y otra vez pidiendo auxilio, y cada vez, Él nos tiende Su mano y nos saca del atolladero.
– Al final, le invitamos a subir a nuestra barca definitivamente y el viento amaina. Entonces alabamos al Señor, porque ha hecho posible nuestra unión.

En nuestro matrimonio algo falla, ¿Qué es? ¿Qué fuerza falta que nos hace tener miedo hasta hundirnos? El Señor puede recuperarlo y hacerlo nuevo ¿lo crees?. Si el Señor no hace más es porque no le creemos.

El que nos llamó desde nuestra vocación juntos a esta misión, es el Señor de la naturaleza, y toda ella le obedece: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. No actúa solamente en el plano espiritual. Todo le está sometido: Camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer?

Ante el problema: la necesidad de la fe y de una confianza absoluta en la gracia y poder de Dios. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él.

Ya no depende de Él. Él quiere, solo nos falta fe.

Hoy oramos con la hermosa propuesta de Pedro: Señor, mándame ir a ti. Manda que todos los miembros de nuestra familia vayamos a Ti. Sabemos que nos rescatarás incluso cuando desfallezca nuestra fe.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Por el interés te quiero, Andrés. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 24-35

EVANGELIO
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
– «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
– «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron:
– «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús:
– «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron:
– «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les replicó:
– «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
– «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
– «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Palabra del Señor.

Por el interés te quiero, Andrés.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo sabe muy bien de lo que habla: “me buscáis, porque comisteis pan hasta saciaros”. ¡Qué bien nos conoce! Entre esposos cuántas veces esperamos una respuesta, un consuelo, que nos ayude en nuestro trabajo, que reconozca nuestro esfuerzo… esperamos y muchas veces exigimos que nos dé algo a cambio de nuestra entrega. Es un desorden de la esperanza, porque el que ama siempre tiene la esperanza de ser amado para vivir una comunión. Pero ese amor humano, se tiene que ir convirtiendo cada vez más en Caridad, en la Caridad de Dios. Y para eso es imprescindible recibir el Espíritu de Cristo. El Espíritu modela al hombre según la semejanza de Jesús, el Hijo y el Esposo.

Señor, quien te busca de verdad, te encuentra y quien te encuentra, tiene vida, y no pasa hambre ni sed.

Se trata de acompañarte en una relación no de fuerza, sino de amor; no de aburrimiento, sino de intimidad; no de pedir para mí, sino de agradecimiento; no de echarte una parrafada, sino de admirarte, alabarte, bendecirte…

Ligado a mi amor a Ti, el amor en mi matrimonio: Pasa de ser una dificultad, a ser una oportunidad; de ser una prisión, a ser una liberación; ya no es una trampa, sino una prueba; deja de ser un lastre, para ser un medio de enriquecimiento; no es un esfuerzo de dos, sino un recipiente para Tu Amor. Nuestro sacramento del matrimonio es ese Pan bajado del cielo que nos das y que está unido a nuestra redención:
San Juan Pablo (Catequesis 15/12/82): “La imagen paulina del matrimonio, asociada al «misterio grande» de Cristo y de la Iglesia, aproxima la dimensión redentora del amor a la dimensión nupcial. En cierto sentido, une estas dos dimensiones en una sola… Por medio del matrimonio como sacramento estas dos dimensiones del amor, la nupcial y la redentora, juntamente con la gracia del sacramento, penetran en la vida de los esposos”.

Señor, ocúpate de mis asuntos y yo me ocuparé de los tuyos (Santa Teresa de Jesús).

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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El signo está en tu mano. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 12, 38-42

EVANGELIO
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 38-42
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús:
-«Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó:
-«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»

Palabra del Señor.

El signo está en tu mano.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Qué pasará cuando se juzgue a esta generación de esposos? ¿Somos una generación infiel a nuestra vocación de entrega matrimonial en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas? ¿Somos una generación perversa? Esa perversión que consiste en saber que no lo estamos haciendo bien y no hacemos nada para remediarlo.

Esta generación necesita esposos que, como Jonás, estuvieron un tiempo hundidos en las entrañas del mundo y Dios los ha sacado para que anuncien la verdad del Evangelio de Matrimonios. Pero ¡ay de los que no se conviertan! con su testimonio. ¡Ay de los que no emprendan el camino hacia la sabiduría de Dios sobre el matrimonio! Un camino largo, pero necesario.

A los esposos no se nos dará otra señal que la alianza que nos entregamos el día de nuestra boda. Cada alianza permanece en el dedo anular del esposo, allí donde fue puesta amorosamente por el otro «en señal de amor y fidelidad». Cada uno tiene en la propia mano la señal del milagro de la entrega del otro. El signo de que somos fieles al amor por el que Dios nos ha unido y por medio del Espíritu Santo nos ha convertido en un Misterio viviente que refleja el Amor divino y participa de Él. En nuestro Sacramento es Cristo mismo quien nos dice a los esposos cristianos estas palabras: «así como el Padre me amó, así os he amado yo: permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). La Alianza, Su Alianza, está significada por la alianza conyugal. Ahora los esposos podemos también «permanecer en el amor» que nos entregamos el día de nuestra boda y manifestar la verdad del signo de los anillos nupciales.

Mira ese signo, la alianza en tu dedo. ¿Te acuerdas? Acaríciala y bésala. Besa la verdad que representa.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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