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Para no desparramar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 15-26

EVANGELIO
Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
-«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:
-«Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice:
«Volveré a la casa de donde salí.»
Al volver, se la encuentra barrida y arreglada.
Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.
Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»

Palabra del Señor.

Para no desparramar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El demonio tiene la enorme habilidad de influir en nosotros sin que lo veamos en nosotros mismos, pero viéndolo clarísimamente en los demás. Con esto consigue hacer crecer nuestro orgullo, que es el padre de los 7 pecados capitales. El ejemplo claro lo tenemos en el Evangelio de hoy: ¿Quién movía a aquellos judíos a acusar a Jesús de actuar con el poder del Demonio, sino el propio Demonio?. Es curioso, les parece verlo en Jesús donde no está y no lo ven en ellos donde está.

Belzebú (que significa señor de las moscas), es un experto del camuflaje.

Por la enseñanza de Jesús de hoy, sabemos que el Demonio, cuando encuentra una casa vacía la ocupa, y que nos enseña también que el que está con él “desparrama”. Por un lado se nos da un aviso para prevenir que entre en nosotros y por otro una orientación para detectarle:
– La prevención: Si no llenamos de Dios nuestro interior, se cuela el Demonio. No existe otra manera de evitarlo. El que no tiene a Dios se busca un dios, y el que no está con el Señor, está contra Él. En cambio, el que se llena de Dios, que es mucho más fuerte, desarma al Demonio que se queda sin armas. El camuflaje no le sirve, porque el Señor nos lo muestra cada vez más claramente.
– La detección: Es muy sencilla y consiste en mirar los frutos (ya lo decía el Señor, por los frutos les conoceréis Mt 7,16). ¿Recoges con Él o desparramas? Es decir ¿Unes o separas? Las acciones movidas por el Demonio, separan. Nos separan entre nosotros, y nos alejan de Dios.

Por tanto, para nuestro matrimonio: Insistir en llenarlo de Cristo, con la oración y sacramentos, hablando de las cosas de Dios, reconociéndonos el uno al otro y todo lo que nos rodea como un don Suyo… Y lo segundo, ver qué hacemos que trae como resultado que estemos más unidos y qué hace que nos separemos. Por ejemplo, si cada vez que corriges a tu esposo le sienta mal, ¡Deja de hacerlo! Aunque te parezcan muy importantes tus instrucciones. Que ¡No somos tan imprescindibles! como nos creemos. Criticarnos mutuamente o a los demás, hace mucho daño. Es lo que hacían los judíos del Evangelio cuando Jesús se ve obligado a intervenir.

Observa lo que haces y cómo afecta a tu esposo. Si no le une a ti, no lo hagas. Mejor recoge con Cristo.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Pedimos mali o male o mala. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 5-13

EVANGELIO
Pedid y se os dará

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos:
-«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle:
«Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.»
Y, desde dentro, el otro le responde:
«No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.»
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? »
Palabra del Señor.

Pedimos mali o male o mala.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En la relación de pedir y dar, los que pedimos somos nosotros y el que da es Dios. Si alguno de los dos no hace lo correcto en esta relación, evidentemente somos los que pedimos, porque el Padre es bueno y fiel. A este respecto, dice San Cirilo: ‘Las palabras «así os digo (pedid y se os dará…)», tienen fuerza de juramento, porque Dios no miente. Siempre que afirma a sus oyentes alguna cosa con juramento, manifiesta la pequeñez inexcusable de nuestra fe.’

Pedimos mal:
Dice San Agustín que «Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros». (La ciudad de Dios, 20, 22).

Por tanto, la 1ª cuestión es ¿Estamos bien dispuestos? ¿Estamos en gracia de Dios? ¿Nos hemos confesado? Si hemos levantado un muro entre Dios y nosotros ¿Cómo pretendemos que nos escuche?. ¿Estamos respondiendo a nuestra vocación, a Su llamada? Si no intentamos responderle ¿Pretendemos que Él nos responda?.

La 2ª cuestión es ¿Cómo pedir bien?. Crisóstomo dice que: pedir es orar; buscar se refiere a hacerlo con interés, con detenimiento como el que busca un brillante perdido; y llamar, alude a una puerta cerrada, lo que significa que es necesaria la insistencia, para que pidamos encarecidamente.

La perseverancia es fidelidad. El Padre nos escucha y nos comprende. Pero Él además ve nuestro futuro, el plan que tiene para nosotros. Entonces ¿Estoy dispuesto a serle fiel? Se es fiel cuando se mantiene un compromiso para siempre, en cualquier situación. Él no nos va a fallar. Si le conocemos algo sabremos que su corazón sólo puede darnos cosas buenas. Todo lo que me dé es mejor de lo que podríamos pedir, porque Él sabe más.

Pensemos en Zacarías e Isabel. Pedían un hijo y no llegaba. Después de muchos muchos años, cuando ya tenían que haber tirado la toalla, ellos seguían con su petición. Seguramente no entenderían por qué Dios no respondía. En su vejez, Isabel concibió ni más ni menos que a Juan el Bautista. “el mayor hombre nacido de mujer” según palabras de Cristo. ¿Qué mejor don?.

No es lo mismo valorar las cosas desde la perspectiva de este mundo pasajero que desde la perspectiva de la vida eterna. Lo peor que me puede pasar es la muerte, y Dios ve nuestra muerte como el abrazo con Jesús. Visto así ¿Quién no desea ese abrazo?.

Esposos: Además no olvidemos el “cuando dos o más se reúnan en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Los esposos orando juntos, tienen mucha fuerza. Recordemos que Él está en el Sacramento matrimonial que nos une.

La 3ª cuestión es qué pedir:
‘Cuando oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía una gracia por correo: ¡nunca!
¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! Lo que pedimos es un poco como el papel en que se envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él que viene a traérmela. Es Él. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también aquello que es lo más importante: al Señor.’ (Cf. S.S. Francisco, 10 de octubre 2013, homilía en Santa Marta).

Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Si pedimos el Pan de Vida (el Esposo que nos entrega su cuerpo), busco el Camino (vocación de esposos en el Esposo), y llamamos a la puerta de la Verdad (Nuestra comunión con Él que es la Verdad), pedimos lo mejor ¿No os parece?.

Pedid, buscad y llamad, pero ninguna de estas tres cosas con tibieza. Siempre con confianza. Cualquier petición debería acabar con las palabras “Pero “hágase tu voluntad” (como Cristo en Getsemaní); “Lo que tú quieras, como tú quieras, cuando tú quieras” (Como Madre Maravillas de Jesús); “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”.

Oramos especialmente por el sínodo:
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En Su nombre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 17-24

EVANGELIO
Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús:
-«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó:
– «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó:
– «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
-«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. »

Palabra del Señor.

En Su nombre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es habitual, que haya entre cristianos conversaciones derrotistas sobre lo mal que está todo. Pero hoy el Señor nos recuerda que Satanás está vencido. Si vamos en el nombre del Señor, no tendremos miedo. Y por el contrario, deberíamos tener muchísimo miedo si dejamos de vivir en Su nombre: Si no nos sacrificamos en Su nombre nos convertimos en masoquistas; si no nos unimos los esposos en Su nombre entra la concupiscencia y lo pudre todo; si no educamos en Su nombre nos apegamos a nuestros hijos o nos convertimos en tiranos, si no nos obedecemos mutuamente en Su nombre nuestra dureza de corazón y nuestro egoísmo crece y crece, si no trabajamos en Su nombre nos volvemos ambiciosos y corruptos pisoteando los derechos de otros…

Debemos tener en cuenta que, cada vez que hacemos algo en Su nombre, aunque nosotros no lo veamos, el Demonio cae del cielo como un rayo contra nosotros. Lo hemos experimentado muuuchas veces. Ya hasta nos da alegría, porque es la confirmación de que estamos yendo en nombre del Señor. Pero el Demonio es muy listo y nos tienta justo sobre nuestras mayores debilidades. A veces caemos y nos confesamos, pedimos perdón y nos levantamos, reparamos y a seguir luchando. Pero vivimos con la alegría de que hemos ido en nombre del Señor, aunque no lo hayamos hecho del todo bien… Así que no dejaremos de hacerlo, por mucho que nos tiente Satanás.

Incorporamos aquí una referencia de San Juan Pablo II a la unión conyugal de Tobías y Sara, como ejemplo de unos esposos que viven su matrimonio en nombre de Dios. Ante la muerte que simboliza el pecado, responden sin miedo aclamando a Dios:
“Tobías y Sara van sin titubear a la prueba de la vida y la muerte, porque durante la prueba, el amor sostenido por la oración se manifiesta más fuerte que la muerte”. (Catequesis 27/06/84)

Cuando un matrimonio hace una apuesta decidida por su comunión conyugal como camino de santidad, y la vive en nombre del Señor, los sacrificios se vuelven redentores, colaboradores de Cristo, para la mutua santidad y la de otros; la comunión conyugal se convierte en una oración y una acción de gracias; la educación de los hijos se realiza administrando la Paternidad de Dios y buscando para ellos lo que Dios quiere; si nos sometemos libremente el uno al otro en Su nombre, aprendemos sufriendo a obedecer y se ensancha nuestro corazón; el trabajo se convierte en nuestra colaboración con el Padre Creador para restaurar Su Reino…

Solo los pequeños, los humildes, descubren que no pueden nada sin Él y por eso recurren a Él para todo. A ellos se revela la verdad, porque están abiertos, tienen un corazón blando y no se resisten al Espíritu.

En Su nombre todo se hace nuevo, el Demonio se debilita y la caridad conyugal se hace posible en nosotros.

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Los secretos de la oración juntos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 4-15

EVANGELIO
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 4-15
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.
Entonces les dijo esta parábola:
-«Salió el sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad.
Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno. »
Dicho esto, exclamó:
-«El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos:
-«¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió:
-«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es éste:
La semilla es la palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.
Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

Palabra del Señor.

Los secretos de la oración juntos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Si no oramos regularmente la Palabra de Dios, nuestra vida espiritual y conyugal se va a parecer a las tres primeras escenas de la parábola: Al borde del camino, en terreno pedregoso y entre abrojos.
Los métodos de hacer oración son tantos como matrimonios. No hay una manera concreta de orar, como no hay dos matrimonios iguales, sino que cada uno va adquiriendo su “estilo”. No obstante daremos alguna pautas desde nuestra experiencia.

Lo primero que hay es que “querer”. Cuando alguien hora no es porque siente ganas, sino por convicción. La relación con el Señor no depende de nuestros estados anémicos. A trabajar o estudiar no vamos por sentimiento, sino por convicción, porque nos hemos comprometido a ello. El sentimiento obviamente ayuda, pero no es regular, es muy fluctuante y si nos dejamos llevar por él, nuestra vida de oración será muy mediocre.

Si no se tiene una firme convicción de que hay que tener una oración regular, la Palabra de Dios caerá: Al borde del camino, es decir, se va a perder y no vamos a acoger lo que Dios quiere decirnos (indiferencia); en terreno pedregosos que se refiere a la inconstancia, propósitos que abandonamos ante la dificultad; o el tercero de los tres, entre zarzas que son incompatibles con el trigo (incoherencia), compaginamos la oración con una vida mundana que se “come” la verdad que empezaba a calar en nuestro corazón. Indiferencia, inconstancia e incoherencia son por tanto los tres terrenos que nos impiden la verdadera relación con Cristo.

La oración hace intervenir (CIC 2708) el pensamiento (la razón), la imaginación (composición de lugar), la emoción (unión de afectos) y el deseo. Son necesarias para movilizar el corazón. Debe ir hacia el conocimiento del amor de Jesús. El texto del catecismo hace referencia al rosario y a la lectio divina: Lo que hacemos cada día con el comentario del Evangelio para matrimonios. Tiene 5 partes: La lectura de la palabra (lectura pausada), la meditación (interiorizar, aplicarla a la propia vida), la oración (alabar al Señor, pedirle…), la contemplación (gozo de conocer la experiencia del amor de Dios, la serenidad del misterio de Cristo) y el compromiso (en qué nos pide el Señor un cambio en nuestra vida).

La meditación, consiste en pasar de la lectura literal a buscar el sabor y el gusto de las cosas divinas. Qué representa el Evangelio en mi vida, aplicarla a nuestra vida de esposos. A nuestra vocación conyugal, que es nuestro camino de santidad. Los padres de la Iglesia, comparan la meditación con un lagar donde se exprime la uva y saciar la sed, o con buscar una chispa que hace brotar el fuego del amor de Dios, o la imagen del yunque en el que el hierro se hace incandescente en la fragua del alma y el Espíritu Santo va labrando según nos quiera ir sugiriendo (Qué hermosa imagen de la meditación), o con un agua abundante que está en el fondo del pozo y a través del cubo de la meditación puede sacarse, o con un frasco de perfume que hay que romper para que salga su fragancia y la recibamos, o con la hormiga que va cogiendo todo el grano y lo va acumulando para cuando llegan las épocas de hambre, o con la abeja que elabora con el néctar la miel que alimenta. Otros lo comparan con animales rumiantes, que primero lo tragan todo, pero van sacando y lo van desmenuzando para poder hacerlo suyo.

Pero os podéis imaginar qué ocurre si los esposos, después de su meditación particular con el Señor, ponen en común todo ese néctar. Sumergidos en su intimidad, mayor que la de cualquier otro ser sobre la tierra, abren su alma para mostrarse las huellas que la Palabra ha dejado en ellas. ¿No estaremos haciendo de esta manera más que una sola alma?. ¿No podrán ayudarse a sacar más jugo de la oración en su vida? ¿No se verán sus emociones afectadas para no hacer más que un solo corazón? ¿No se podrán ayudar en un compromiso común haciéndose una sola carne?.

Bellísimo camino el de los esposos que oran juntos. Toda una tierra buena donde sembrar amor, donde sembrar una familia, donde sembrar la voluntad de Dios.

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Fragancia de Cristo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 43-49

EVANGELIO
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
-«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?
El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina.»

Palabra del Señor.

Fragancia de Cristo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”.

Dice Crisóstomo in Mat. hom. 43: “Es una consecuencia natural que cuando la malicia vive en nuestro interior, las palabras inoportunas salgan por nuestra boca; por lo que, cuando oigas a alguna persona que profiere palabras poco honestas, no creas que se oculta en él menos malicia, que la que expresa por medio de la palabra; antes bien entiende que la fuente es más caudalosa que el arroyo.”

Qué fuertes las palabras de Crisóstomo, pero ¡Qué verdad!. Cuando una persona critica a otra, muestra que la malicia que hay en su corazón es aún mayor que las palabras que profiere. Si además la persona a la que critica es su esposo, se está criticando a sí mismo (ya lo dice el San Pablo), puesto que Dios nos ha hecho uno.

Jesús dice que “lo que rebosa del corazón lo habla por la boca”. Es necesario por tanto que el corazón esté lleno de amor para poder sembrar amor, que esté lleno de paz para transmitir paz, que esté lleno de alegría para transmitir alegría. ¿Es esto lo que transmitimos? Si la respuesta es no, revisemos nuestro corazón. ¿Hablo de cosas negativas o reproches? ¿Suele haber quejas, insatisfacciones o tristeza en mi vida (independientemente de los accidentes de tu entorno)?… Revisemos lo que hablamos para revisar nuestro corazón. Esto es serio.

Sólo el Espíritu llena de amor el corazón, sólo el Señor lo llena de paz y sólo de la coherencia con nuestra misión conyugal nace la alegría. Si hablar de Dios (que es el único bueno) es algo extraño en mí, entre los míos ¿Qué hay en mi corazón?.

Y del corazón a la acción. Hoy el Señor nos pregunta a todos los matrimonios cristianos ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor” y no hacéis lo que digo? Es la falta de coherencia de la que hablábamos. Lo importante es hacer la voluntad del Padre: “El que escucha mis palabras y las pone por obra”. Jesús es un Rey con corona de espinas, no de oro; su trono es la cruz. No es el camino del mundo. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, decía que hay dos tipos de amor: El humano y el Divino. El humano es posesivo: “Te quiero para mí” y este amor tiende a desaparecer. El Divino es el de “Yo te quiero para Dios” Y este amor tiende a crecer y hacerse eterno.

Ese construir sobre roca es un recorrido, un proceso. Jesús habla primero del árbol: “Sano” o “Dañado” y después habla de “Poner por obra”. El árbol que no aprovecha la lluvia del cielo (el alimento de la oración y de los sacramentos), se daña y no da fruto. Si uno no se deja correr la sabia de la Palabra y del Espíritu por su interior hasta que riegue todas las ramas de su vida, no da fruto. El árbol que no da fruto, pierde su valor, sólo sirve para cortarlo y echarlo al fuego.

¿Queremos ser un matrimonio-árbol sano? Cristo nos muestra el Camino:
Edificar sobre Cristo. Impregnémonos del perfume del amor de Cristo: leyendo la Palabra juntos, hablando de Dios y de la misión de esposos que nos ha encomendado, que el Evangelio llene todos los recovecos de nuestra vida, acerquémonos a la gente que habla de Dios, alabemos juntos a Dios y demos gracias por todo lo que nos da. Llenos de Dios, pongamos por obra el Evangelio y daremos fruto abundante, nuestro corazón rebosará amor, paz y alegría. Y Dios lo hará todo, el matrimonio-zarza llegará a ser un delicioso matrimonio-higuera. Juntos daremos gracias el uno por el otro, hablaremos y pensaremos bien del esposo… desearemos servirle y hacerle feliz sin mirar lo que él hace. Así dejaremos la fragancia de Cristo por allí por donde pasemos.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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