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Reconocer la verdad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 16-21

EVANGELIO
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

Reconocer la verdad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Parece tan sorprendente que venga la Luz y ¡Prefiramos las tinieblas! Sin embargo, somos débiles y es fácil que suceda. Basta con que nos dejemos llevar día tras día por el mundo y dejemos de acudir a la Luz. Sacamos a Dios Amor del primer puesto, para que entre el desorden en mi vida y no quiera ni tan siquiera reconocerlo, para no asumir el esfuerzo que supondría reconducirla.

Cada vez que me dejo caer en la tentación, me alejo un poco más y llega un momento en que de la Luz no veo más que un mínimo reflejo. Soy incapaz de conocer la verdad de mi esposo, me dejo llevar por mis sentimientos y entro en una especie de espejismo por el que la realidad queda deformada.

Luego vienen las consecuencias, que no perdonan, puesto que hay mucha diferencia entre vivir a mis anchas y vivir feliz. Cuántas veces hemos experimentado que durante un tiempo dejábamos de rezar juntos por una supuesta falta de tiempo (un desorden en las prioridades más bien), y nuestra relación se ha visto claramente afectada, nos empezábamos a mirar mal y nos centrábamos en nuestro ombligo en lugar de buscar el bien del otro. Y se nos hace alguna corrección, aparece el famoso “y tú más” que potencia el alejamiento mutuo y nos distancia de Dios. Nuestra soberbia impide que entre la luz.

Ahora toca recuperar la verdad. Reconocer que, tanto amo Dios al mundo que eligió entregar a Su Hijo y salvarnos a nosotros. Tremenda decisión, nadie me ha amado más. Y reconocer que, tanto me amó mi esposo que decidió entregarme toda su vida: Su pasado, su presente y su futuro. Decidió abandonarlo todo por mí. Mi esposo me ama de verdad porque el amor es una alianza, un compromiso y mi esposo se ha comprometido conmigo voluntariamente, más que nadie. Luego tendrá sus cosillas… pero aquí en la Tierra, reconozcámoslo, no hay nadie que me ame tanto como él/ella.

Gracias Padre por el don de mi esposo. Eternamente gracias, Padre por el don de Tu Hijo.

A ambos lados de la traición. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 13, 21-33. 36-38

EVANGELIO
Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces

Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: – «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: – «Señor, ¿quién es?». Le contestó Jesús: – «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: – «Lo que vas hacer, hazlo pronto». Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: – «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy, vosotros no podéis ir»» Simón Pedro le dijo: – «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: – «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». Pedro replicó: – «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: – «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor.

A ambos lados de la traición.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ya está muy cerca el momento de la crucifixión del Señor y comienzan los mayores sufrimientos. Jesús dice que no hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Podríamos decir también que no hay mayor dolor que el que es traicionado por sus amigos. Esto vivirá Jesús en el Evangelio de hoy primero con Judas y después con Pedro. Por eso, Jesús está profundamente conmovido. Un Dios conmovido por la traición de unos hombres.

Los esposos a veces traicionamos nuestro compromiso de entrega mutua total y otras veces somos traicionados. Pongámonos en los dos casos, empezando por éste último:
¿Por qué nos duelen tanto las ofensas de nuestro esposo? Precisamente porque es ese “amigo” por el que hemos entregado la vida. Sin embargo, la diferencia entre la turbación de Jesús y la nuestra es que, yo estoy dolido por lo que a mí me hacen, mientras que Jesús se ve afectado por Su misericordia. Lo dice muy bien San Agustín: “Túrbese, pues, el ánimo cristiano, no por la miseria, sino por la misericordia”. O como dijo el Papa Francisco en el Ángelus del día 13, el Señor “no nos identifica con el mal que hemos cometido… Nos quiere liberar y quiere que también nosotros lo queramos con Él.”

Bien, pongámonos ahora del lado del esposo que ofende. Pongámonos en la piel de Judas. Con el ofrecimiento de un trozo de pan Jesús viene a decirle: Judas, confiesa y conviértete, sé lo que vas a hacer. Judas, elige callar, guardarlo en secreto y dejar cerrado su corazón. Si le cerramos la puerta a la luz, se la abrimos a la oscuridad. Por eso dice: detrás del pan, entró en él Satanás. Pedro también traicionará a Jesús, sin embargo él desea dar su vida y seguir a Jesús. Pedro ya está eligiendo al abrirse a sus hermanos y contarlo todo. Afronta su debilidad para crecer en ella. Ante mi traición, callar o abrirme, son las dos actitudes contrapuestas que me llevan a la oscuridad o a la luz.

Solemos animar a que los esposos compartan su oración y se muestren sus debilidades. Lo decía Mons. Munilla el viernes 18 en Radio María. Los esposos deben compartir su dimensión espiritual y no caminar en solitario. El esposo que comparte sus debilidades y pide ayuda, permite que entre la luz y comience su sanación. Abre las ventanas de tu corazón, deja que se ventile, que se oxigene, que entre el calor de tu esposo y la luz de Dios.

Madre:
Hoy, como hacía Juan, me apoyo en el pecho de Tu Hijo, quiero escuchar Su Corazón y preguntarle: Señor ¿qué quieres que cambie en mi vida? Quiero elegir sacar a la luz mis secretos más oscuros, todo aquello que me inquieta… para corregir. Ante mis caídas, elijo darte gloria, siendo un solo corazón y un solo espíritu con mi esposo. Alabado seas por siempre, Señor.

Tú en mí, yo en ti. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 31-42

EVANGELIO
Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos

Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: – «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: – «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: – «¿No está escrito en vuestra ley: «Yo os digo: sois dioses»? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: – «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor.

Tú en mí, yo en ti.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos abre su intimidad mostrándonos la comunión tan estrecha que vive con el Padre. Veamos qué podemos aprender de ellos:
1- Hace las obras de Su Padre, tan fielmente que sus obras nos llevan a creer en el Padre.
2- Nos dice “el Padre está en mí, y yo en el Padre”.

Sobre la fe y las obras: Si tu esposo ha iniciado un camino de fe, no lo critiques. Ni porque creas que va más rápido que tú, ni porque creas que va más retrasado. Hay esposos que le dicen a sus cónyuges: “Tanto rezar y para qué”. La fe ya es una obra de Dios. Así que, no le desanimes: Ha recibido una llamada de Dios y no querrás ir tú en contra ¿no?. Jesús nos enseña que las obras son de Dios, por tanto, dejemos que Él las haga en el momento que considere oportuno. Si tu esposo reza más o va más a misa, ¿Por cuál de esas obras buenas le apedreas?.

Especialmente en temas de fe, estamos para ayudarnos. Pero como en todo, solemos llevar ritmos distintos. La mujer suele acoger más rápido la fe, porque el amor de la mujer es más de “acogida” mientras que el del hombre es más de “llevar la iniciativa”. Digamos que él suele ser el que conquista y ella la que se deja conquistar. Pues con esas diferencias de ritmos nos creó Dios para que juntos lleguemos a Él.

Sobre el otro punto, “El Padre está en mí y yo estoy en el Padre”: Dice el profesor Pérez Soba, que el amor se define como la presencia del amante en el amado y viceversa. Entre Jesús y el Padre esta presencia del uno en el otro es total, ya que ambos son completamente uno. A nosotros nos toca avanzar en este camino de comprendernos el uno al otro hasta llegar a estar él en ella y ella en él. Tenernos presentes el uno al otro y estar presentes el uno en el otro. Si queréis avanzar en vuestro amor, abandonad la dureza de corazón, abrid la mente y avanzad en comprenderos.

Madre:
Ayúdanos a descubrir que el amor de Dios es una caricia que nos despierta poco a poco, sin prisa. Él es el amor que hemos esperado hasta ahora, el consuelo eterno, el amor eterno. Que si Dios entra en mí, esté mi esposo en mí también para que ambos se encuentren en mi interior, y si Dios entra en mi esposo, que yo esté en él/ella para fundirnos los tres. Mi esposo en mí, yo en mi esposo y ambos en Dios. Alabado sea el Señor por siempre.

Perdidos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 8, 31-42

EVANGELIO
Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres

Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: – «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Le replicaron: – «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: «Seréis libres»?». Jesús les contestó: -«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron: -«Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: – «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le replicaron: – «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: – «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».

Palabra del Señor.

Perdidos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

San Juan Pablo II habla de que el pecado afecta al conocimiento de la verdad, y Jesús ha venido enviado por el Padre, para mostrarnos la verdad que no somos capaces de ver.

Cuántos matrimonios sufren por causa de no conocer la Verdad. Son buenas personas, una maravilla de Dios, pero perdidas, atrapadas en una esclavitud que les impide ver cómo liberarse, se encuentran como enganchados en una telaraña cruzarse y envueltos en una tristeza cuyo origen desconocen. Piensan que la manera de hacerlo es la que oyen a otros: Si te va mal, déjalo y no sufras más, será que os habéis equivocado o sois incompatibles… O quizás a un terapeuta: Quiérete a ti mismo, búscate actividades…

Pero ¿Quién acude a la Verdad? La Verdad es el Amor, conocerlo es caminar con una luz que nos permite ver por dónde pisamos y qué peligros nos acechan, qué tenemos que hacer para crecer, que quiere Dios de esa situación. Decía el profeta Isaías: «La caña cascada no la quebrará» El Amor la recompone frente al pecado que desecha.

El matrimonio que acoge la Palabra de Dios cada día, que aprende de la revelación sobre el matrimonio y que pone en práctica lo aprendido, ésos reciben la Verdad de cómo amar y eso les hace libres. Es muy sanador sentirse libre de tantos miedos, apegos, dudas, pensamientos destructivos….

Madre:
Gracias por mostrarnos a Jesús y decirnos: “Haced lo que Él os diga”. Nos cuesta ver la Verdad, porque no hay Amor fuera de Él

Más fuerte que nuestras debilidades. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 8, 12-20

Evangelio según san Juan 8, 12-20:

En aquel tiempo, Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí».

Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

Palabra del Señor.

Más fuerte que nuestras debilidades.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Señor es nuestra luz, porque rezamos el Evangelio juntos. Confrontar nuestros criterios y nuestras actitudes con las suyas…
Vemos cómo el Padre es testigo del Hijo. Responde por Él, lo defiende y lo apoya, y cómo el Hijo lo es también del Padre: Lo representa, lo muestra, todo lo hace por Él. ¿Se sentirá mi esposo apoyado y defendido por mí?.

Nos gusta mucho aprender del Señor. Gracias a lo que nos va mostrando, nos damos cuenta de que nuestro testimonio es válido, porque sabemos que he venido de Él y a Él vamos. No hablamos de lo que pensamos, sino de lo que le vemos de Jesús en el Evangelio, y de lo que el Espíritu Santo ha iluminado al magisterio de la Iglesia, y de nuestra experiencia cuando intentamos vivirlo. Seguir a Jesús es nuestra primera prioridad.

Nos da alegría, porque aunque veamos nuestras debilidades, sabemos que Él es más fuerte, y que nos ilumina siempre. Nos muestra Su corazón, para que vayamos amándonos entre nosotros cada vez más como Él nos ama.

Señor:
Te damos muchas gracias por Tu llamada, por habernos elegido, por tu paciencia con nosotros, por mostrarnos al Padre. Amén.